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Una tarde en el ascenso español
Barcelona, domingo por la tarde, soleado y cielo completamente despejado, uno de esos días que te invitan a agarrar tu mochila, una toalla, bronceador y a la playa.
Agarro la mochila, pero el bronceador y la toalla quedan a un lado, los reemplazo por la cámara de fotos, y a caminar. Son las 15hs, el inicio del partido está pactado para las 17, pero salgo con tiempo para ir caminando tranquilo, estoy a sólo 10 cuadras (calles) del estadio y confío en el GPS del celular (móvil).
Viniendo de Argentina, hay cosas que me cuestan asimilar. La primera es, como peatón, detenerme ante cada semáforo en rojo, y no cruzar hasta que me dé luz verde. La segunda es llegar a una esquina sin semáforo, pero con senda peatonal, y que indefectiblemente los autos me den paso. En mi país natal, eso solo ocurre en algunos pueblos, tal vez en alguna provincia, pero en Buenos Aires, aun hoy es una utopía.
Bueno, dejando de lado estas diferencias culturales, que inevitablemente pasarán a ser la base de este relato, me toca hablar un poco de fútbol, no del deporte en sí, pero al menos poner las cosas bien en contexto.
No estoy yendo a ver a Lionel Messi y compañía, ni al Espanyol de Barcelona, que por estos tiempos marcha segundo en La Liga. Estoy en Sabadell, un municipio distante a unos 25 kilómetros de la ciudad Condal (no es tanto, son unos 40 minutos en tren). En el Estadi de la Nova Creu Alta se van a medir el local, Centre d´Esports Sabadell, y el Club Deportivo Teruel, por la novena fecha de la Segunda División B de España. Esta división, semi profesional, ocupa el tercer escalón de importancia, detrás de La Liga (Primera División) y, obviamente, la Segunda División (Liga 2).
Por las calles de Sabadell no hay clima de partido, si uno no está informado difícilmente se entere que en menos de una hora el equipo de la ciudad irá por su tercer triunfo consecutivo en la divisional. Las torres de iluminación, que veo por delante, me indican que el GPS una vez más funcionó, lo apago para ahorrar batería.
Llegué, al asomarme a la esquina veo uno de los ingresos al estadio, y ahora sí, hay clima, no sé si de partido, pero de que algo pasa en el lugar, seguro. Camisetas azules y blancas, rojas y blancas, rojas, bufandas y hasta banderas colgadas de los balcones.
Digo que «no sé si clima de partido», porque en Argentina (y me animo a decir que en gran parte de Sudamérica) estamos acostumbrados a los puestos de venta callejeros, calles cortadas, grupos de hinchas cantando, independientemente de la categoría.
En fin, el panorama es el siguiente, en una vereda de la Carrer d´Atlanta tenemos el estadio y las taquillas, y en la de enfrente tres bares (uno lleva el nombre del club), todos con mucha gente. Esa gente, con cerveza en mano, comenta sobre la buena racha que trae el equipo, y vaticina resultados para el encuentro de la jornada.
Le comento a una señora que me gusta el diseño de la camiseta, a lo que me responde “sí, es muy linda, a mi me encanta, junto con el Ebro y el Bristol de Inglaterra somos los únicos equipos con camiseta a cuatro cuadros y colores cruzados, por el diseño nos llaman los Arlequinados”, y de paso aprovecha y se confiesa: “La que no me gusta es la tercera equipación, la verde con amarillo, entiendo que lleve los colores del municipio, pero no me gusta”.
Ya cuento con mi acreditación, que gentilmente me tramitó el encargado de prensa del club, Gerard Guardí. Ingreso al estadio, minutos antes del inicio del juego, y me quedo sorprendido. Tercera categoría, me cuesta asimilar las cabinas de primer nivel con las que cuenta el Estadio Municipal de la Nova Creu Alta, y ni hablar del campo de juego, la vista desde las gradas (todas con sillas) cuenta con una gran perspectiva del terreno, y se nota a simple vista el impecable estado del césped natural.
El estadio no está lleno, es más, en el entretiempo, gracias a la información brindada por la voz del estadio, me entero de que hay algo más de 2000 espectadores, que aplauden al oír el dato. Nada mal, pero lejos de las once mil que puede albergar el coqueto estadio.
Dos mil personas que sólo se dedican a alentar a sus jugadores o a comentar el partido con sus compañeros de grada. Cada tanto, alguno inicia un grito de “Sabadell, Sabadell”, acompañado de palmas. Se le suman otros tantos, pero el grito dura unos segundos. No hay canciones elaboradas, como sí nos tiene acostumbrado el fútbol de nuestro continente o como sí se empezó a incorporar y podemos verlo y oír, en partidos de los equipos más grandes de Europa. Acá todo es muy tranquilo, algún insulto al árbitro por una amarilla mal sacada.
Los que sí están son los llamados Radicales, son esos que van con el equipo a donde juegue y aportan color con banderas y bombos y cualquier objeto permitido para hacer ruido durante el partido. Se ubican detrás de uno de los arcos, en la llamada tribuna Gol. Pero todo transcurre en paz, tal vez el resultado ayude, el local ganó 2-0, sin pasar grandes sobresaltos contra un rival que no es de los más fuertes de la zona.
Con el final del partido, el sol empieza a esconderse, y con el triunfo en el bolsillo, el Nova Creu Alta comienza a quedar vacío. Así pasó una jornada de ascenso en el fútbol español, tranquila, con fútbol que por momentos tuvo alto vuelo y por otros algunos resabios de lo semi amateur que es la categoría.
Aprovecho para hacer algunas fotos del Estadio, ya con muy pocos hinchas, porque claro, al salir observo que la mayoría de los asistentes cambiaron las butacas del estadio (nuevamente) por las sillas de los bares.
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- AUTOR
- Matías Zampini
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