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A 20 años de la gesta: Los Leones de Teranga, frente a los ojos del mundo
Aquella noche del 31 de mayo de 2002, Senegal ingresó al vestuario del estadio mundialista de Seúl a conciencia de que, unas horas más tarde, el nombre de la joven nación africana estaría en los medios de todo el mundo. No necesitaba de grandes alardes, sino que el equipo estaba decidido a escribir una nueva página histórica, aún cuando jugaba frente a los campeones del mundo y el relato parecía estar construido. El convencimiento de ese grupo de que podía hacerlo acabó dejando una huella indeleble en territorio asiático.
“¿Cómo un gallo va a comerse un león? Eso es imposible”, advirtió El-Hadji Diouf en una charla con FIFA sobre la frase que reinaba en la concentración senegalesa antes del debut. Previamente a saltar al campo de juego, la charla del entrenador Bruno Metsu no superó los 30 segundos. El DT los alentó a hacer tangible la proeza, a edificar una realidad en contra de cualquier pronóstico. A los 30 minutos de juego, el gol de Papa Bouba Diop hizo la diferencia para el triunfo heroico ante los galos.
En un mundo no tan híper conectado como el actual, aún había espacio para que una selección de futbolistas desconocidos provocara el asombro global con sus maneras exóticas. Inmediatamente después de su gol, el que abrió Corea-Japón 2022, Diop se quitó la camiseta, la arrojó cerca del banderín del córner y danzó alrededor de ella junto a sus compañeros. Fue el prólogo de una historia que recién había escrito sus primeras palabras y que los depositaría en cuartos de final del primer Mundial de este siglo.
Aquella generación de futbolistas, aunque fugaz, se acabó metiendo de lleno en el recuerdo de los futboleros. Por su capacidad de sincronizar talento con físico, la alegría para expresarse en el campo y el suceso alcanzado, una consecución que hacía que todos nos sintamos vecinos de Dakar. La incesante movilidad para desmarcarse y la depurada técnica de Diouf, las zancadas de Diop para llegar al área desde mitad de cancha, el liderazgo de Aliou Cissé, la inteligencia de Kalilou Fadiga y las atajadas de Tony Silva eran algunas de sus marcas distintivas.
Luego del triunfo ante Francia, que no contaba con Zinedine Zidane ni Robert Pires, aunque sí con nombres de la talla de Thierry Henry, David Trezeguet y Youri Djorkaeff, Senegal no volvió a ganar un partido en los 90 minutos durante el certamen. Aunque tampoco perdió. Llegó la igualdad ante Dinamarca y un electrizante partido ante Uruguay en el que vencía por 3-0 al entretiempo y acabó 3-3. De hecho, sobre el final, Richard “Chengue” Morales falló un gol imposible debajo del arco que hubiese significado la eliminación de los africanos.
Tal identificación logró la selección de Metsu que la gente se volcaba a la calle soñando con repetir la gesta de Camerún en 1990, cuando el equipo de Roger Milla alcanzó los cuartos de final. En octavos, Senegal remontó a la Suecia de Henrik Larsson y Zlatan Ibrahimovic con un aluvión de fútbol y una inmensa cantidad de chances creadas. Henri Camara anotó por duplicado y, mediante el gol de oro, los Leones se internaron entre los ocho mejores. Mientras tanto, los hinchas en su país aventuraban: “Las próximas víctimas serán Japón, Inglaterra e Italia en la final”, escribió un hincha en la plaza frente al Palacio Presidencial.
Otra de las revelaciones de aquel Mundial, la Turquía de Rustu Recber y Hakan Sukur, puso fin a las ilusiones africanas. Más allá del empate en cero durante los 90 minutos, esta vez la moneda cayó del lado europeo durante el tiempo extra. Aún así, los futbolistas senegaleses fueron recibidos en su tierra como héroes y con la esperanza de que aquello fuera el puntapié de algo más grande. Contrariamente a lo que se pensaba, el equipo se estancó y no pudo hacer valer su presencia dentro del continente. Fue un éxito efímero.
La victoria ante la Francia defensora del título representó algo más para Senegal, que disputaba su primer Mundial. El gol de Diop significó, además, un sentimiento de revancha ante sus opresores políticos por más de 150 años. Independizado en 1960, cuando puso fin a las épocas coloniales, la novel nación africana comenzaba a desprenderse de los modismos de la Francophonie cuando pudo hacer valer sus formas y exhibirlas al mundo. La noche de Seúl colocó al país en el mapa mundial. Por entonces, 20 de los 23 convocados habían nacido en su país y solo tres eran franceses de origen.
Si antes se mantenía en el anonimato, la independencia de los senegaleses llegó a través del fútbol. Metsu, francés de nacimiento, fue despedido con honores cuando falleció en 2013, convertido al islam y con una bandera del país africano que cubría su féretro. Veinte años después, el grupo de jugadores se mantiene unido, Cissé comanda a la selección mayor y Diouf es uno de los asesores. “Somos más que amigos, hermanos. Todos tenemos el mismo apellido: Senegal. Y el mismo nombre: León”, señaló El-Hadji. Una frase que los pinta de cuerpo entero.
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- AUTOR
- Nicolás Galliari
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