Historias
A 73 años del partido que salvó a la FIFA
El poderío que hoy ostenta la FIFA era inimaginable setenta años atrás. Para los que nacimos en época de prosperidad de la Federación Internacional, nos cuesta pensar que en algún momento la entidad rectora de la redonda careció de protagonismo, pero es así. Por aquella época, de hecho, la FIFA casi deja de existir como consecuencia de las graves penurias económicas en que quedó sumida con la Segunda Guerra Mundial.
La Primera Guerra ya había amenazado con su desaparición, pero a partir de las gestiones de Carl Hirschmann logró llegar a la década de 1920, cuando Jules Rimet fue elegido como nuevo presidente para darle el impulso necesario con el fin de poder disputar la primera Copa del Mundo en 1930. Sin embargo, en el camino pegaron el portazo las cuatro asociaciones británicas (Inglaterra, Escocia, Gales e Irlanda), primero contra la aceptación de ciertos países como miembros de la FIFA y luego por desencuentros en torno a la llegada del profesionalismo al fútbol.
Las cuatro asociaciones firmaron sus regresos a la Federación Internacional recién en 1946, en lo que resultó el puntapié para la continuidad de la casa madre. Es que el escenario de post guerra era absolutamente desolador. El mayor conflicto bélico de la historia había dejado entre 55 y 65 millones de muertos, destrucción material y una delicada situación económica en la mayoría de los países. La FIFA no quedó exenta, por supuesto. La ausencia de competencias internacionales le provocó tanta pérdida de dinero que quedó al borde de la quiebra y desaparición. La vuelta de las asociaciones británicas era la señal que hacía falta para ir por el salvataje definitivo.
Y ese salvataje definitivo llegó el sábado 10 de mayo de 1947. El Hampden Park de Glasgow fue escenario del partido amistoso entre Gran Bretaña y Resto de Europa, un rejunte con lo mejor del Viejo Continente que contaba con un solo antecedente: un 0-3 ante Inglaterra en 1938. Los británicos, bajo el mando de Walter Winterbottom (entonces DT de la Selección de Inglaterra) formaron con Swift, Hardwick, Hughes, Macauley, Vernon, Burgess, Matthews, Mannion, Lawton, Steel y Liddell. Del otro lado, Karl Rappan (entonces DT de la Selección de Suiza) puso en cancha a Darui (Francia), Petersen (Dinamarca), Steffen (Suiza), Carey (Irlanda), Parola (Italia), Ludl (Checoslovaquia), Lemberechts (Bélgica), Gren (Suecia), Nordahl (Suecia), Wilkes (Holanda) y Praest (Dinamarca).
El resultado final fue 6-1 para los británicos, con dobletes de Mannion y Lawton, uno de Steel y otro de Parolo en contra. Para el rejunte de estrellas de Europa, Gunnar Nordahl había logrado el empate transitorio ante un estadio colmado de gente.
“El partido del siglo”, nombre con que se denominó a esos 90 minutos, se jugó ante 135.000 espectadores en el estadio escocés. La altísima concurrencia terminó con ingresos por 35.000 libras esterlinas, cifra que hoy suena ínfima pero que en aquella época representaba una pequeña fortuna que terminó por sanear la economía de la FIFA. Permitió a la Federación pensar en la organización del Mundial de 1950 en Brasil y comenzar una época de notable expansión que la llevó a tener ya 84 afiliadas en 1954, su 50° aniversario. Crecimiento que no se detuvo en las décadas siguientes y que dura hasta nuestros días.
En su momento, se dijo que el encuentro podría repetirse todos los años, algo que finalmente no sucedió. «El partido del siglo» ya había cumplido con su propósito: dar la bienvenida otra vez a las asociaciones británicas y garantizar que la redonda siguiera corriendo un largo rato más.
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- AUTOR
- Federico Leiva
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