América
Ahogado en un mar de tiburones
Los saludos nerviosos y las caras largas denotan el aire espeso que se respiró en la sala de la Federación Mexicana de Fútbol en la ciudad de Toluca, donde se realizó la reunión de dueños de equipos de fútbol. Es martes 3 de diciembre de 2019 y ya casi están todos listos para empezar con el temario. Generalmente, a estas reuniones se llega con todo más o menos cocinado y hoy también, salvo que hay alguien que no está enterado.
Allí, cada seis meses se juntan el presidente de la federación, Yon de Luisa, el presidente de la Liga, y todos los dueños de los equipos para evaluar los resultados de la liga pasada y definir los pasos a seguir en la siguiente: cambios de reglamentación, ascensos, descensos, cuestiones económicas, selección nacional, límite de extranjeros y poco más que generalmente se definen en favor de la conveniencia de ellos mismos y nada más. Afuera, en la calle, hay una infrecuente cantidad de medios de prensa para contar lo que sucede adentro, o más bien, lo que va a suceder dentro de un rato. Como una crónica de un fin anunciado, todo el mundo sabe lo que va pasar en esa reunión y todos esperan el momento con tensión.
A la hora señalada, una camioneta se acercó a la sede de la FMF. Se frenó ante las rejas del estacionamiento esperando que desde adentro el portero de turno apriete el botón para que se abra la puerta, pero ese día no se abre ni se abrirá. En cambio, apareció un señor bien trajeado que esperó que Fidel Kuri, dueño de los Tiburones Rojos de Veracruz, baje la ventanilla del lado del acompañante del pomposo vehículo para espetarle balbuceante estas palabras: “Soy apoderado de la Federación Mexicana de Fútbol y le notifico que la presidencia ejecutiva de la Liga MX, con fundamento en lo dispuesto por el artículo 8 del reglamento interno de la Liga MX que, a la letra dice ‘solo tendrán derecho a asistir a las asambleas los clubes que se encuentren en pleno ejercicio de sus derechos a través de su respectivo dueño, representante titular y/o representante suplente’, no le permitirá el acceso a la presente asamblea”.
En otras palabras, la guerra fría que hace años venía sosteniendo Fidel Kuri con el resto de los dueños e incluso con Enrique Bonilla, presidente de la Liga MX, se terminó de calentar y todo estalló por los aires. Lo que le querían decir a Kuri con ese documento es que su equipo ya no pertenecía a la Liga MX, ni a ninguna otra liga. Que el famoso Veracruz, aquel que había sido fundador del fútbol profesional mexicano, que había sido campeón del mismo en 1946 y en 1950 y que había ganado dos Copas de México en 1948, todo esto mucho antes que Kuri aparezca en el radar de los Tiburones, y en 2016 ya con él como dueño, había desaparecido. Fidel Kuri esperó sentado en su camioneta. Esperó, esperó y esperó por una notificación por escrito que nunca llegó. Un rato antes y con todos protagonistas sentados en una larga mesa, se le entregó a cada dueño una carpeta con los puntos de porqué el Veracruz debía dejar de existir y se lo puso a votación.
Incumplimientos financieros. El equipo tenía una deuda en parte heredada de la gestión anterior a Kuri por cerca de ocho millones de dólares, además de deudas con la Federación, TV Azteca y otros clubes afiliados. También debía plata por distintos arbitrajes ya hasta con la FIFA, que le costaron la quita de puntos y la imposibilidad de comprar, prestar y vender jugadores.
Ni jugadores ni empleados cobraban su sueldo, algunos desde hacía cinco meses. Incluso, cuando ya todo estaba desmadrado y las esperanzas de saldar la deuda se desvanecían, los mismos jugadores apelaron a un recurso que por primera vez se utilizó en México. En un partido frente a Tigres en noviembre de ese año, cuando el árbitro pitó el inicio del encuentro, se arrodillaron en modo de protesta. Los jugadores visitantes aprovecharon el momento y sin mostrar ninguna solidaridad con sus compañeros anotaron tres goles. La situación ya era caótica. Un año antes, al finalizar el Clausura 2019, Veracruz debió descender deportivamente, pero una cláusula en el reglamento de la Liga MX permitió que un club en esta circunstancia, tras el pago de 120 millones de pesos mexicanos (algo más de seis millones de dólares) podría mantener su puesto en Primera División; un monto que Kuri pagó a través de un préstamo que le solicitó al Grupo Orlegi (propietario de TV Azteca y de equipos como Santos Laguna, Atlas o Tampico Madero) y que a la postre sería la última palada en la tumba del Veracruz.
Para el momento de la reunión, además, el equipo jarocho (así es como se lo conoce) llegó a hacer la peor campaña de la historia del fútbol con unos números aterradores: 41 partidos sin ganar con penoso récord mundial incluido. Cero puntos en todo un torneo completado, en verdad había conseguido cuatro que la FIFA le quitó por impagos en fichajes. Además, el peor arranque en un torneo con 659 minutos sin poder hacer un gol. En el Clausura 2019, se habría consumado su descenso ya desde la fecha 11 del campeonato.
Incumplimientos al convenio del 15 de mayo de 2019. El mismo que acreditaba el pago para no descender y en el que supuestamente habrían acordado que la antigua deuda heredada por la empresa que en su momento compró la franquicia para que los Tiburones Rojos puedan jugar en la liga, correría por parte de la FMF. Este punto en particular sería poco tiempo después un punto fundamental para el contraataque de Fidel Kuri contra los miembros más importantes de la Liga, y a su vez empezó a destapar la cloaca de lo más putrefacto del fútbol mexicano.
Además de estos puntos fundamentales a Kuri, le fueron sumando varias cuestiones más. Algunas propias de un sistema vengativo con un personaje histórico y bastante estrambótico, como incumplimientos en el expediente de afiliación y, sobre todo, violación reiterada a los ordenamientos de la FMF y declaraciones y acciones del club. Es que desde que Fidel Kuri tomó las riendas del club, una sucesión de hechos en algunos casos bochornosos, en otros graciosos y en otros propios de una persona que ejerce su poder al estilo patrón de estancia o caudillo político, que en el fondo es lo que era, incomodaron y expusieron tanto a la Federación como a los demás dueños.
El prontuario de Kuri tiene como puntos salientes varios excesos. En 2013, la Procuraduría Federal del Consumidor clausuró la cancha porque al dueño se le ocurrió aumentar de forma exorbitante los precios para el partido frente al América y no los publicó, sino que la gente se enteraba cuando llegaba al estadio. El mismo amenazó con jugar a puertas cerradas. Finalmente se levantó la clausura. En 2016 y molesto por una expulsión al Keko Villalba (ex delantero de River), que jugó para el Veracruz, se acercó a Edgardo Codesal, el mismo árbitro de la famosa final de Argentina ante Alemania del Mundial ’90 que estaba en un palco del estadio y que era presidente de la Comisión de Árbitros del fútbol mexicano, y lo agredió no solo de forma verbal, sino que incluso hubo algún forcejeo transmitido por televisión. Por esto estuvo con prohibición de un año de ir a los estadios.
Más polémico aún fue cuando ese mismo año y en plena veda electoral, amenazó a todos los hinchas de Veracruz y en definitiva a toda la ciudad, con llevarse la franquicia a otro lugar si no era que el candidato del PRI, partido del que Fidel Kuri no solo formaba parte, sino que además era diputado en su estado, ganaba las elecciones gubernamentales de ese año. Por suerte para los hinchas, no fue más que una reacción desesperada y espasmódica. El candidato del PRI, Héctor Yunes, perdió, pero Veracruz siguió jugando en su estadio veracruzano, Luis Pirata Fuentes.
Su derrotero tiene además incontables peleas con periodistas, entrenadores, jugadores y violaciones a los distintos castigos que le fueron impuestos por el comité de disciplina de la Liga, como la vez que estando inhabilitado para ir a zona de vestuarios en Puebla, decidió bajar igual y se increpó con los camarógrafos allí apostados. Por todo esto, los dueños no dudaron en bajarle el pulgar, pero aún faltaba la confirmación de la desafiliación en la asamblea. En dicha asamblea, no sólo formaban parte los equipos de la Liga MX, sino también estaban representados los otros estamentos del fútbol azteca, cada uno con un porcentaje en poder de voto. Así, el ascenso, la Segunda División, la Tercera y el fútbol amateur tenían (y tienen) poder de decisión.
Finalmente, se ejecutaría de forma unánime la desafiliación de Kuri. El equipo quedaba así en manos del organismo para terminar de liquidar las deudas con los jugadores y empleados. Resulta extraño entender por qué el principal organismo del fútbol mexicano no actuó antes para evitar esta situación, sobre todo teniendo en cuenta que cada equipo, para poder jugar en la Liga, tiene que pagar un seguro de cinco millones de dólares por si uno de los clubes llega a la situación que llegó el Veracruz. La Federación usa ese dinero para pagar los impagos contraídos y el club le termina debiendo a la Federación.
Los popes de la Liga aseguran que para eso deben estar claros los números de los adeudos, para lo cual se abrió un período en el cual los jugadores debían corroborar la deuda, y para eso se les dio garantías a quienes denunciaran. Se les puso abogados y todas las condiciones necesarias para avanzar con la causa, pero nada de eso bastó. Ningún jugador del Veracruz se presentó ni presentó denuncia alguna; incluso y solo por el cariz mediático que había tomado la situación, el argentino Gabriel Peñalba aclaró en un tuit: “No tengo sueldo porque así lo arreglé con Fidel, por ende, ¡¡a mí no me deben nada y no tengo que meter ninguna controversia!! Saludos. Así o más clarito”. Lo que dio a entender fue que en realidad muchos de los acuerdos eran de palabra, o bien existía un doble contrato. Uno era el que se presentaba en la Liga y el otro, por un monto mucho mayor, era el arreglo real con los jugadores. Y los mismos preferían esperar cobrar el total del contrato en lugar de litigar por una suma quizás diez veces menor. Estos dobles contratos hicieron imposible que los protagonistas puedan demostrar lo que realmente se les adeudaba. Mucho más si se habla de los empleados, quienes prácticamente tenían todo el sueldo en negro y que, al haber sido desafiliados, ya no podían litigar en la liga, sino que debían ir a la justicia ordinaria con todas las de perder.
No tengo sueldo , porque asi lo arregle cuando llegue con fidel , por ende a mi no me deben nada y no tengo que meter ninguna controversia !! Saludos ( asi o mas clarito )
— gabriel peñalba (@gabypenalba28) October 15, 2019
El surrealismo que significó el fin de Veracruz fue el mismo que estuvo signado en toda su historia, antes del desembarco de Fidel Kuri en la ciudad portuaria. El equipo tuvo una serie de sucesos difíciles de explicar y mucho más de entender. En 1989, cansados ya de estar varias temporadas en Segunda División sin poder ascender, consiguieron su lugar en Primera al comprarle la plaza a Potros Neza, que había sido campeón y por ende ganado el ascenso deportivamente. De esta forma, daba comienzo a una práctica común en el fútbol mexicano y que los Tiburones Rojos usaron y abusaron.
En 2002, al igual que el famoso meme donde hay dos hombres araña acusándose el uno al otro de ser el impostor, hubo dos Veracruz. Uno, el de siempre, jugaba en Segunda División y acababa de perder la final contra el Atlético San Luis. Al mismo tiempo y con el deseo de tener por fin a un equipo de Primera División en la ciudad, el Grupo Pegaso se hizo con la franquicia del Irapuato y lo llevó al puerto. Así cumplió el deseo de los veracruzanos de por fin contar con un equipo en Primera. Lo que no se percataron es que, por haber perdido la final por el ascenso, el Veracruz original, por llamarlo de alguna manera ya que ese mismo Veracruz ya había comprado la franquicia de Potros Neza 13 años antes, tuvo la opción de ganar su derecho a jugar en Primera al disputar una promoción con León, equipo descendido ese año. Los Tiburones Rojos originales ganaron y así se dio el caso que dos equipos de la misma ciudad tuvieran que compartir el mismo nombre, el mismo estadio y el mismo escudo. Finalmente, el Grupo Pegaso no tuvo más remedio que trasladar a su franquicia de ciudad y, en un rápido movimiento y en acuerdo con el gobernador de Chiapas, sin estadio, sin jugadores y entre gallos y medianoches, se crearon los Jaguares de Chiapas en la ciudad de Tuxtla Gutiérrez.
No menos extravagante fue la última reconversión de los escualos. En 2013, el equipo de los Reboceros de La Piedad ganó la final por el ascenso a Primera. Allí, al borde del campo, los periodistas que cubrieron el partido le hicieron un reportaje a un emocionado dueño del equipo, quien exultante le aseguró a toda la afición de esa pequeña ciudad michoacana, que no se dejen llevar por los rumores ya que el equipo iba a jugar en la máxima categoría en su estadio a la siguiente temporada. Ese señor se llamaba, cómo no, Fidel Kuri, quien en cuestión de días anunció que se llevaba al equipo de La Piedad a la ciudad de Veracruz, donde pasarían a llamarse Tiburones Rojos de Veracruz. El tema es que, al adquirir la franquicia, el club veracruzano ya contaba con cuantiosas deudas que Kuri nunca fue capaz de afrontar, y ese fue el principio del fin.
Antes de todo este entuerto, Fidel Kuri Grajales, así su nombre completo, era un empresario exitoso. Junto con sus hermanos, es accionista y director de más de 20 empresas que comprenden un amplio abanico que va desde la construcción al entretenimiento, pasando por fábrica de muebles, transporte e inmobiliarias. Con una basta trayectoria política en el PRI, llegó a ser diputado tanto del congreso estadual como federal por varias legislaturas, y llegó a ser candidato para la Presidencia Municipal del Puerto de Veracruz. Con tanto dinero e influencias, emergió en el mundo del fútbol a través de un pequeño equipo de su ciudad natal, Los Albinegros de Orizaba, el cual compró en 2006 y al que arrastró a la desaparición junto con los Tiburones rojos.
Con Fidel Kuri fuera de carrera, los rumores de una nueva adquisición de la franquicia comenzaron a correr. Que el Sevilla quería hacer algo parecido de lo que en su momento hizo Atlético Madrid mediante un acuerdo con el Atlético San Luis, y por lo tanto se haría cargo de la deuda. Que un grupo empresario, cuyo nombre no salió a la luz, se iba a hacer cargo y que ya estaba cerrado el nombre de Ricardo Lavolpe para dirigir la resurrección escarlata. Que el gobierno se haría cargo de rescatar al equipo. Que el mismísimo Hugo Sánchez sacaría dinero de sus ahorros para ocuparse del caso. La cuestión es que nada de eso sucedió, y el viejo propietario no estaba dispuesto a entregarse tan fácilmente.
“Claro que he cometido errores, pero todo lo que pasa es contra Fidel Kuri. El fútbol mexicano ya estaba sucio, yo puse mi granito de arena. Hay gente que ensucia el fútbol”. Con esa frase, Fidel Kuri inició el contragolpe hacia la Federación y sus máximos exponentes, apenas se dio a conocer la desafiliación, y siguió con un raid mediático donde por un lado aceptaba en parte su responsabilidad, pero por el otro destapaba una olla putrefacta que pretendió llevarse puesto no solo a la Federación, a la Liga y a sus dueños sino también a los dos grandes medios de ese país, Televisa y TV Azteca.
Incluso, llegó a decir que Enrique Bonilla lo había advertido o “amenazado” para que no se meta con los poderosos porque iba a terminar en la televisión; o quizás la declaración más fuerte que dio en una entrevista fue en el programa Fútbol Picante en esos días: “A partir de este momento hago responsable tanto a la Federación como a Televisa de cualquier daño que pueda sufrir nuestra integridad, la de mi familia y de un servidor”. Estuvo a tono con declaraciones que habían tenido otros protagonistas que corrieron la misma suerte que Kuri, como el ex presidente de la Federación Mexicana de Fútbol, Emilio Maurer, quien había definido a la Liga y a sus miembros directamente como una mafia.
Claro que la estrategia no fue solo llevar el entuerto a los medios de comunicación, sino también por vía judicial, y las denuncias empezaron a caer por doquier a la FMF y a sus miembros. Entre otras cosas, Kuri, a través de su abogado Zwinglio Miguel Morice Camacho, pidió a Hacienda la declaración de impuestos, ingresos, egresos, impuestos sobre la renta, operaciones con terceros y una serie de documentos para demostrar que los manejos flojos de papeles no eran solo suyos.
Logró hacer declarar en calidad de imputados a Enrique Bonilla, a la Directora General de Regulación y Asuntos Deportivos de la FMF, Ana Esther Peniche Adame, y a Alejandro Irrarragorri, Presidente del Grupo Orlegi, propietario entre otros del Club Santos Laguna, por un litigio que mantenían ambos clubes por el jugador colombiano Fredy Hinestroza, quien fue vendido lesionado según la versión del Veracruz. Todos ellos fueron imputados por los delitos de fraude equiparado, usurpación de profesiones, uso indebido de documentos y posible asociación delictuosa. Esto y bastantes problemas más hicieron que Bonilla, y todo su séquito en la Liga, tuvieran que dejar el mando, siendo multados y sancionados con onerosas sumas de dinero y acusados de malos manejos en distintas áreas.
A mediados del 2021, la cosa se le complicó a Fidel Kuri. Parece ser que de los 120 millones de pesos mexicanos que la TV Azteca le había prestado para pagar la famosa cláusula que le permitiría hacer zafar al Veracruz de la Segunda División, no había devuelto ni uno. Entonces fue denunciado por el multimedio. El 19 de septiembre de ese mismo año, la Fiscalía General de Justicia del Estado de México informó que detuvo a Fidel Kuri por el presunto delito de fraude y fue trasladado a una cárcel, cerca de la ciudad de Toluca. Desde el encierro, siguió con sus disparos y denunció operaciones turbias, valijas con dinero que habría pagado Bonilla a algún directivo de la televisora y demás cuestiones.
El escabroso sistema de sociedades anónimas deportivas que existe en el fútbol mexicano sumó así una nueva víctima a su incontable lista de equipos que ya no existen. Y Veracruz no era un equipo cualquiera. Al menos en estas tierras. En el equipo jarocho jugaron en toda su historia un total de 59 jugadores argentinos con algunos nombres realmente ilustres como Vicente de la Mata, Daniel Willington, Edgardo Bauza, Omar Palma o Jorge Comas, y pasando por famosos más contemporáneos como Julio Furch, Alfredo Moreno, Diego Cocca o Pablo Lavallén.
Luego del proceso que culminó con la desafiliación del club y posterior encarcelamiento de su propietario, el estado de Veracruz pudo recuperar el usufructo del estadio Luis Pirata Fuente, el nombre de Tiburones Rojos de Veracruz, y el escudo, mientras espera que alguien decida hacer cumplir ley natural. Esa de que el pez más grande se come al más pequeño para así hacer desaparecer a otro club más chico que intente salir a la superficie, buscando reflotar la estirpe del poderoso escualo que hoy se encuentra boqueando fuera del agua.
- AUTOR
- Horacio Ojeda
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