Historias
“Algunos pajaritos no se pueden encerrar”
A los nostálgicos, si nos preguntan por esos futbolistas que nos sacaban una sonrisa, seguramente respondamos con varios apellidos que desplegaron su magia durante los ‘90 y mediados del 2000. Huguito Morales, Nelson Agoglia, “Chaparrito” en Ferro, Jorge Cervera o “Matute” Morales son algunos de los que llenaban de fútbol los ojos a este humilde redactor. Pero también nos endulzabamos con una generación uruguaya que estaba a la altura de cualquier semillero mundial. Pablo Bengoechea, un Ruben Paz un poco más grande, el Enzo escribiendo su historia en River, Pablo Garcia y esa pegada que nos hizo sufrir en Malasia, los primero pasos de Alvaro Recoba y hasta Fabián O’Neill. Pero este último, a diferencia de los mencionados anteriormente, nos dejó el mal sabor de boca qué hubiese pasado si tomaba en serio su rol como deportista profesional. Una derecha de poesía que se apagó más rápido de lo pensado.
Fabián Alberto nació el 14 de octubre de 1973, en Paso de los Toros, Uruguay. Así como Salto puede sacar pecho de ser “la tierra” de Luis Suarez y Edinson Cavani, Paso de los Toros no se queda atrás y tiene al “Mago” y Mario Benedetti como sus “hijos pródigos”. Un maleducado de la pelota y un genio de la pluma. Sus primeras gambetas fueron en el club Defensor de dicha ciudad, donde demostró que tenía el talento para convertirse en uno de los mejores jugadores uruguayos de la época. Pero antes, tuvo que pasar por varios obstáculos durante su vida. Criado por su abuela, con quien vivió desde los ocho meses y que, como afirmó en decenas de entrevistas, “le enseñó a ser gente”. Con apenas nueve años, empezó a trabajar en un prostíbulo. Un panorama complejo para un niño que encontraba en la pelota y la conga su refugio: “Hacía que lloraba para que mi abuela me diera cinco pesos y me iba a jugar a la conga con mis amigos mayores. Como ahora, que ando con gente que tiene más de 60 años”.
Defensor de Paso de los Toros le quedaba chico y ahí apareció Nacional, donde encontró en Roberto Flores y Hector Salvá como sus grandes formadores. Este último, según el “Mago”, fue quien le dio herramientas para mejorar su técnica: “Me ayudó a mejorar la pegada porque trabajaba mucho con pelota de goma, íbamos al frontón de Nacional y estábamos horas entrenando, pegándole de izquierda y derecha”. Llegó para jugar en la quinta división y al año siguiente ya sabía lo que era ser campeón en el “Bolso”, donde se coronó con la cuarta, aventajando al segundo por más de diez puntos. Más allá de los laureles, y los rumores de subir al plantel de Primera División, O’Neill no se sentía cómodo en Montevideo y siempre anhelaba volver a Paso de los Toros. Alguna vez, durante una entrevista, confesó que “a los técnicos siempre les mentía. Mi abuela murió hace varios años, pero la mataba para volverme a mi ciudad. Se moría cada tres meses, creo al final la maté con todas esas mentiras”.
Debutó el 8 de abril de 1992, ante Cerro Porteño, por la Copa Libertadores. El Estadio “La Olla” fue el primer escenario que vio al volante ofensivo de 1,86 mts desplegar sus primeros destellos. Aquella tarde ingresó a los 30’ST por el costarricense Javier Wanchope (el hermano de “la Cobra”) y el duelo terminó igualado en uno. Nunca dudó que aquella versión fue el mejor O’Neill y que en gran parte fue por el plantel que le tocó en sus inicios futbolísticos. “Todo ese plantel era buenísimo. Quique Saravia fue quien me puso Chiquilín, porque andaba siempre entre los más veteranos y a mí siempre me mandaban a hacer el mate. Estaban el Hugo [De León], Felipe Revelez, unos monstruos, toda esa banda, el Yubert [Lemos]; cuando los conocí muchos venían de ser campeones de América y el Mundo. Ésos fueron mis momentos más felices en una cancha, con toda esa barra que me respaldaba, yo era peón y ellos los patrones. Si el Hugo me decía ‘andá y hacé lo que quieras’, yo iba y hacía lo que quería, gambeteaba para un lado y para otro”.
Un año más tarde, en la Copa América de Ecuador, tuvo su estreno con el seleccionado. Para desgracia de él, solo fueron poco más de diez minutos, ante Estados Unidos, ya que sufrió una lesión que lo dejo afuera del certamen, donde los “charrúas” cayeron por penales ante Colombia, por los cuartos de final. Tres años en gran nivel le sirvieron para armar las valijas y partir rumbo al Viejo Continente. Francisco Casal, el empresario por excelencia del fútbol uruguayo, logró un acuerdo con Cagliari para que él y Dario Silva desembarquen en Cerdeña. En la isla itálica continuó con ese nivel ascendente que había mostrado en el “Tricolor” y fue crucial para que la temporada 1995/95 tenga al “I Rossoblu” lejos de los puestos de descenso, algo que no pudo al año siguiente. Reggiana, Hellas Verona y Perugia fueron quienes acompañaron a los de Cerdeña a la Serie B. Sin embargo, con un O’Neill en un nivel pornográfico, logró el ascenso rápidamente. El título fue para la Salernitana, quien tuvo en Marco Di Vaio como goleador del torneo, pero los comandados Gian Piero Ventura lograron el objetivo de subir a Serie A gracias al tercer puesto. Su nivel eclipsaba año tras año, algo que hizo que Juventus lo incorpore para la 2000/01.
Una gran posibilidad para demostrar que era uno de los mejores en su puesto. Sin embargo, fue un quiebre en su carrera. Su vida nocturna no iban de la mano con la profesionalidad que se pretende en una de las instituciones más importante. Esa montaña rusa de acontecimientos, sumado a una lesión justo en el momento que lo tenían como el reemplazante de Zinedine Zidane, hicieron que su ciclo en Turín solo sea de un año. Ni siquiera compartir plantel con Paolo Montero y Daniel Fonseca fueron suficientes para recuperar su mejor performance. Unos meses en Perugia y otros en Cagliari fueron el fin de su estadía en Italia. Retornó a Nacional, para el 2003, pero tampoco fue suficiente y decidió, con tan solo 29 años, retirarse. Tiempo después, explicó que tomó dicha decisión porque “tuve problemas con [Eduardo] Ache porque le dije ‘Juego por lo que vos quieras pero si viene uno y gana más, yo me voy’. Entonces vino el hermano de Dely Valdez y le pagaban más que a mí, así que me volví a la estancia”. Incluso, ya como ex jugador, Peñarol lo vino a buscar y él, por el amor que le demostraba la hinchada del “Decano”, desechó la oferta automáticamente.
Su adicción al alcohol fue el partido que perdió por goleada. Es más, nunca dudó en admitirlo, algo que queda plasmado en su enojo sobre una frase de “Hasta la última gota, la biografía del “Mago” que realizaron los periodistas Federico Castillo y Horacio Varoli. “Tengo 39 años y llevo 30 tomando. Es momento de parar’. ¿Momento de parar? Ahora ya está. Voy a tomar hasta la muerte”. Y así fue. El 25 de diciembre del 2022, y tras luchar varios años contra una cirrosis crónica, dijo basta y escribió su apellido por la eternidad. Un crack de medias bajas que la bebida lo llevó a un descenso vertiginoso con decisiones erróneas, y al que el mismísimo Zidane consideró: «El mejor jugador con el que he jugado durante toda su carrera». Pedazo de elogio. Tranquilamente, y haciendo una analogía metafórica, podemos pensar que “El Viejo” de La Vela Puerca puede ser una hermosa canción para recordar al “Mago” porque “algunos pajaritos no se pueden encerrar, se les va apenando el alma, de pronto ya no quieren cantar”
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- AUTOR
- Claudio González
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