América
Argentina, el triunfo del colectivo
Una vez Lautaro Martínez convirtió su gol, de taco y entre las piernas de Wuilker Fariñez, Argentina encontró la respuesta a los méritos que hacía desde el comienzo. Jugó el mejor primer tiempo de la competencia, fue un equipo cohesionado que dominó a Venezuela, había complementación entre los dos delanteros y el equipo jugaba en campo rival. Todo ello, sin una gran injerencia de Lionel Messi, y a partir de un rendimiento excepcional del atacante de Inter. Pero ese nivel tuvo su contraste en la segunda mitad, el equipo volvió a perder el control. Y en esos contextos, da la sensación de que cualquier cosa puede pasar, sobre todo con dos modificaciones verdaderamente extrañas de Lionel Scaloni. Giovani Lo Celso aumentó la ventaja cuando el partido no lo hacía presagiar, y certificó el 2-0 y el pase a semifinales.
Lautaro se desmarca hacia una de las bandas, a la espalda de la defensa rival. Controla y la cede en profundidad a Sergio Agüero, cuya definición es repelida por Fariñez. Recibe entre líneas Lautaro, interpreta cada momento para girar o cuidar la pelota, protegiendo de espaldas. Es el primero en asfixiar a los adversarios en la salida desde abajo, muerde en cada sector y se muestra incansable. Su gol, con una repentización maravillosa, es un premio a su gran primer período. Las rupturas que realizó permitieron a Argentina desordenar al rival y hallar espacios, y su presión era clave para encerrar a la Vinotinto. En envíos largos, Martínez era indescifrable para la defensa.
La primera parte se amoldó a las formas que el entrenador pregonó desde su asunción, más allá de que no se trata de una identidad constituida. El conjunto salía a través de Leandro Paredes, que volvió a mostrar su gran presente, y a partir de Rodrigo De Paul y Marcos Acuña agilizaba los ataques. Priorizaba ser directo por sobre mantener la posesión, y allí capitalizaba recuperaciones altas. Pudo haber aumentado la diferencia, si bien no se trató de un dominio avasallante, pero la mejor noticia es que lo hizo colectivamente. Esta vez, los mejores tramos fueron de equipo, sin dependencias exclusivas. De hecho, la versión de Messi en el Maracaná fue terrenal: no estuvo especialmente fino, pero a ello le agregó pérdidas que no acostumbra tener. Su mejor acción, la única, fue un pase al espacio que Acuña creó, jugada que no pudo ser finalizada por los delanteros en el área chica.
Venezuela intentaba salir con balones largos a Salomón Rondón, buscando replicar aquel gol que el hombre de Newcastle convirtió en el amistoso de Madrid. Germán Pezzella y Nicolás Otamendi se mostraron muy acertados allí, aunque los de Rafael Dudamel acentuaron su posesión en campo argentino y Rondón tuvo mucha participación con sus apoyos. Los volantes interiores, tanto Yangel Herrera como Tomás Rincón, llegaban desde segunda línea al área y Darwin Machís desbordaba a Juan Foyth con asiduidad, pues el central devenido en lateral no impedía que recibiese y luego no podía frenarlo en velocidad. La albiceleste no sufrió en ese tramo, pero sí perdió la fuerza con que había comenzado. En esos momentos, tanto De Paul como Acuña evidenciaron lo positivo de sus ingresos, con las ayudas a los laterales, un factor que en los primeros días de la Copa era una deuda.
El nivel de Paredes en el complemento es el de alguien que muestra una gran adaptación al puesto, con el paso de los partidos. Conduce con elegancia, juega con simpleza y arriesga solo cuando ve un pase claro, como cuando facilitó la corrida de Ángel Di María al espacio. A su precisión y las casi nulas pérdidas de pelota, le sumó capacidad de ubicación en el repliegue. Cierto es que no tuvo mucha incidencia en la recuperación, no es su fuerte, pero la experiencia lo ha llevado a reconocer con mayor talento los espacios que cubrir. Argentina cedió la iniciativa y pasó momentos de zozobra durante el segundo período, no podía recuperar y se encomendaba a algún contragolpe. Allí Paredes puso paños fríos cuando tomó contacto con la bola.
Los cambios de Scaloni, sin soluciones en los dos primeros partidos de primera fase, correctos ante Qatar, frente a Venezuela fueron muy extraños. Lautaro, goleador del ciclo y de excepcional partido, incansable en su despliegue, fue reemplazado por Di María. El reloj recién había sobrepasado los 60 minutos de juego. Más tarde, Lo Celso, importante por su talento pero no tanto para ofrecer auxilios defensivos, ingresó en detrimento de Acuña, que estaba relevando con mucha soltura al lateral izquierdo.
Los de Rafael Dudamel se situaron muy arriba, Argentina no logró hilvanar buenos contraataques por malas decisiones en la frontal contraria, y sólo una gestión de balón sin calidad de los venezolanos hizo que el partido no se ponga cuesta arriba. Dudamel quitó a un central y modificó el esquema, de 4-3-3 a 4-2-3-1 (Junior Moreno, mediocentro, bajó a la zaga), cuando entró Yeferson Soteldo. A posteriori, quitó a Machís y añadió poder por dentro con Josef Martínez, pero no hubo caso. Otamendi y Pezzella eliminaron todo peligro dentro del área, y Franco Armani exhibió mucha seguridad.
Una gran recuperación de De Paul, que apretó arriba y luego condujo, produjo la acción del segundo gol, el definitivo. Agüero sacó un remate fuerte pero centrado, Fariñez no pudo controlar y dio un rebote hacia el costado, donde apareció Lo Celso. De esa manera, el combinado argentino puso fin al ímpetu adversario, que llegó al partido a sabiendas de que una victoria no era imposible, que esta vez su proyecto se hallaba en el momento justo para dar el gran zarpazo. Su real objetivo son las Eliminatorias, ya lo había dejado claro el cuerpo técnico, y se va de Brasil dejando buenas sensaciones de cara al futuro.
La próxima estación argentina será Brasil, el local. El estado anímico que producen los dos últimos triunfos genera otra realidad, hay momentos en que el dominio se acentúa, pero el equipo sigue sin controlar los 90 minutos que dura el juego. Existen tramos en donde entra en la nebulosa y la falta de una estructura se pone de manifiesto. La victoria sobre Venezuela, a fin de cuentas, es colectiva, fruto de un trabajo en equipo, en ausencia de su futbolista franquicia. La Copa América sigue esperando al mejor Messi.
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- AUTOR
- Nicolás Galliari
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