América
Argentina, entre sus vacilaciones y virtudes
El gol de Lautaro Martínez, en los albores del partido, fue un bálsamo para la Selección Argentina. Había comenzado el juego con la idea de dominar en campo rival y encontró el gol a partir de sacar el provecho máximo a una mala salida de Qatar. Lo que siguió no escapó del contexto general en que el equipo se venía desenvolviendo durante la Copa América, si bien esta vez se vieron algunos matices que pueden resultar alentadores. Cerca del final, Sergio Agüero estableció la diferencia de 2-0, meritoria a fin de cuentas, para acceder a cuartos de final como segundo de grupo. Durante la segunda mitad, se alinearon algunos muy buenos rendimientos individuales, y el conjunto creció.
La identidad puede sostener a un equipo en los momentos de tensión, cuando pierde el control. Y Argentina ha tenido, durante los tres juegos que disputó en Brasil hasta el momento, tramos en los que navegó sin ideas. Pudo subsistir durante un período del primer tiempo en el que no dominó, y conservó la ventaja que había logrado. El partido llevaba una tensión máxima, no tanto por el poder del rival, que de todas maneras supo exhibir el respeto por un estilo, sino porque cualquier posibilidad estaba latente. La continuidad o el retorno. Así como había acontecido en la noche de Quito o de San Petersburgo, cuando pudo superar a Ecuador y a Nigeria, el partido ante los asiáticos tenía un mismo fondo. La obligación de ganar para seguir, o el camino de esperar resultados.
Volvió a cambiar Lionel Scaloni, experimentando partido a partido. Esta vez decidió juntar dos centro delanteros, con Lionel Messi por detrás de ellos y dos interiores a los lados del mediocentro, Leandro Paredes. El combinado albiceleste salió a asfixiar a su rival, a ocupar con determinación el campo adversario, pero pronto las formas de Qatar lo hicieron replegar y perder el dominio. El equipo que conduce el español Félix Sánchez echó en falta la jerarquía para competir, pero dejó buenas sensaciones en la Copa, a través de su filosofía por progresar a través del pase y la constante movilidad para hallar jugadores en posiciones intermedias.
Nicolás Tagliafico dudaba entre ir por el extremo o uno de los volantes que atacaban su zona, y volvió a notarse que Giovani Lo Celso no es un jugador que pueda aportar ayudas sobre banda. Del otro lado, el despliegue de Rodrigo De Paul ayudó a equilibrar el sector de Renzo Saravia. Argentina perdió el balón y puso de manifiesto su enorme dificultad para recuperarlo, de hecho solo lograba hacerlo cerca de su propia área y no lograba frenar de raíz los avances enemigos. Sin un ‘5’ que sienta la labor de barrer el mediocampo, volver a hacerse de la pelota costó sobremanera.
Sin embargo, es mediante Paredes, el volante central que eligió el DT, que el equipo creció. El futbolista del PSG fue uno de los mejores en la moderada cosecha argentina durante la fase de grupos. Aportó soluciones con su salida por bajo, dio continuidad con soltura y simpleza a las jugadas y permitió que el equipo vuelva a construir juego. Rompió líneas con su capacidad de pase, con envíos firmes que favorecieron al receptor para el posterior control. Así, el colectivo comenzó a salir y encontró espacios entre los tres zagueros y los volantes de Qatar, cuyas líneas no se movían acompasadas. De esa manera, existió otra circulación y tanto Agüero como Martínez dispusieron en algunas oportunidades de tiempo y espacio en el área.
Una versión de mayor fluidez se vio en la segunda mitad, más allá de que en el comienzo del complemento no había dinámica y el equipo parecía hacerse muy plano nuevamente. Así como sucedió en partidos anteriores, y en un espiral que data de hace bastante tiempo, Argentina se hacía muy espesa con el balón, mientras la amenaza de una debacle siempre estuvo presente. En ese contexto, cuesta arriesgar y el sentido del movimiento de la pelota es lineal, con pocas rupturas. Pero De Paul creció, a su ordenado repliegue sumó el inicio de las jugadas, su desequilibrio para agitar el ataque y hacer que Argentina comience a tener posesiones largas cerca del arquero Saad Al Sheeb. Sin una gran ingerencia de Messi, hubo mayores desbordes hasta concluir sin eficacia en el área chica, mientras el ingreso de Marcos Acuña por Lo Celso ayudó a estabilizar la banda izquierda.
El ingreso de Paulo Dybala dio los dividendos que muchas otras veces no aparecieron. En el Arena Do Gremio, el de Juventus dio un paso adelante y, con su gambeta y soltura, ayudó a desencadenar los ataques. En uno de ellos, giró y soltó justo la pelota para Agüero, que inició una carrera en potencia tan característica de sus mejores días, y soltó un gran remate al segundo palo para aumentar la diferencia en el marcador. Esta vez, los ingresos de Acuña y Dybala dieron sustento al equipo, corrigieron falencias y le dieron mayor control al seleccionado, en detrimento de un rival que solo pudo atacar a través de alguna imprecisión del elenco sudamericano.
¿Pudo Argentina romper la dinámica negativa? Por lo pronto, se sitúa en cuartos de final y tendrá cinco días para evaluar su siguiente encuentro, ante la Venezuela de Rafael Dudamel. Cumplió con la expectativa de acceder de ronda, aunque lo hizo sin convicción en una idea y alternando momentos de dominio y otros de adversidad. Puede ser este un punto de partida. El equipo continúa careciendo de una estructura que lo arrope, pero halló el crecimiento de algunas individualidades de las que puede comenzar a sostenerse.
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- AUTOR
- Nicolás Galliari
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