Informes
Baggio y aquel fatídico penal
A Roberto Baggio aquel penal lo atormentó por mucho tiempo. Había sido el encargado de depositar a Italia en la final, convirtiendo goles en cada una de las rondas eliminatorias desde octavos de final en adelante. Conforme a las expectativas que se habían depositado sobre él, previamente a la Copa del Mundo de 1994, logró superar una primera ronda compleja en la que no pudo sacar a relucir su potencial. Frente a Brasil, ambos seleccionados buscaban el cuarto título en la máxima cita, y el penal fallado por la figura italiana en la tanda que definió el juego cumbre hizo que la Canarinha repitiera consagración tras 24 años.
En la inmensidad del estadio Rose Bowl de Pasadena, con casi 95.000 espectadores y un calor muy espeso, los equipos dirigidos por Carlos Parreira y Arrigo Sacchi no sacaron ventajas en el marcador. Se preocuparon mayormente por anular las virtudes ajenas y el partido acabó con pocas oportunidades de gol. Brasil era un equipo sin el brillo de antaño, pero había edificado su camino a la final basado en su solidez defensiva y la magia que aportaban en ofensiva los talentosos Romario y Bebeto. Ronaldo hacía sus primeras apariciones con el combinado, pero no disputaría minuto alguno en la Copa.
Sacchi, por su parte, ya había dejado atrás al Milan, el club donde construyó uno de los mejores equipos de la historia y al que volvería a finales de Siglo XX. Italia era un conjunto que no se apartaba de su tradición, no tenía demasiado brillo pero costaba sobremanera doblegarlo. Contaba con la firmeza de Paolo Maldini y el liderazgo de Roberto Donadoni, y disponía de la inspiración de Baggio, de quien se esperaba que diera un salto definitivo en tierras estadounidenses. Un año antes, el futbolista que había pasado de Fiorentina a Juventus durante 1990 en medio de la decepción de los tifosi viola, había conseguido ganar el Balón de Oro y el premio FIFA a mejor jugador del mundo. Su traspaso al conjunto de Turín se anotaba en el primer lugar entre los más caros de la historia, y su calidad ya lo transformaba en vital para la Vecchia Signora.
La hora señalada llegó el 17 de julio del ‘94. Baggio debía convertir ante el arquero Taffarel para que su equipo continuara con vida, pero el remate se elevó por encima del travesaño y Brasil, sin necesidad de ejecutar el quinto disparo, celebró. Tiempo después, el desequilibrante trequartista italiano expresó que la aciaga acción todavía lo perseguía. “Fue el momento más duro de mi carrera. Ojalá pudiese borrarlo, se me ha quedado grabado. Cuando mis compañeros fueron a cenar, me encerré en mi habitación. Elegí el aislamiento. Perder en el campo puede ser justo, aunque no lo merezcas, pero en los penales no. ¿Les parece concebible que cuatro años de trabajo puedan ser borrados por tres minutos de penaltis? A mi no”, expresó en una entrevista con la cadena brasileña O Globo, siguiendo con una catarsis que ya había comenzado en su autobiografía denominada “Una puerta al Cielo”: “Estaba lúcido. Sabía que Taffarel se tiraba hacia los costados, por eso decidí tirarlo al centro, a media altura, para que no pudiera despejarlo con los pies. Fue una decisión inteligente. El balón, no sé cómo, se elevó tres metros”.
Italia se había insertado entre los 16 mejores del Mundial tras finalizar como uno de los mejores terceros. Su periplo por la fase de grupos fue dificultoso y la brillantez de “Il Divino Codino” no se hacía presente en la escena. Sólo superó a Noruega en el segundo juego, una victoria añadida a la caída en el debut ante Irlanda y el empate que cerró la zona frente a México. Se avecinaba la Nigeria que debutó en la máxima cita en aquella ocasión y sólo había perdido con Argentina en el partido que se cerró con el fatídico dóping de Diego. Contaba con figuras como Peter Rufai, Sunday Oliseh, Finidi George, Jay Jay Okocha, Rashidi Yekini o Emmanuel Amunike. Fue este último quien puso en ventaja a las «Águilas Verdes» en el Foxboro Stadium, una diferencia que persistió hasta los compases finales del encuentro, cuando por fin Baggio se encumbró.
Artículo relacionado: Atlanta, Dubái, Ibadán
A partir de las fases de eliminación directa, el ‘10’ de la colita empezó a ser el fantasista. Sendas doppietas en cada partido lo depositaron en la final. Cuando faltaban escasos minutos para que se cerrara el partido ante los africanos, salvó a la Azzurra con un remate de primera con su pie derecho al segundo palo. Un disparo bajo depositó a su equipo en el tiempo extra, y fue allí donde enterró las ilusiones nigerianas al convertir de penal el 2-1. Baggio subía el peldaño que se le reclamaba, y desde ese momento sólo le quedaba crecer.
La España de Andoni Zubizarreta, Fernando Hierro, José Luis Caminero, Josep Guardiola y Luis Enrique fue el siguiente rival de Italia, y sucumbió ante el talento de Baggio y las atajadas de Gianluca Pagliuca. Con un remate desde afuera, Roberto anotó un golazo que abrió el marcador. Tras el empate y las embestidas españolas, fue la gran figura italiana quien volvió a convertir. Otro doblete, poniendo fin al suspenso y dando forma a un memorable acceso a semifinales. Era el factor diferencial, su calidad estaba haciendo de Italia un gran candidato al título. La sorprendente Bulgaria dirigida por Dimitar Penev y conducida por Hristo Stoichkov no pudo tampoco hacer frente a la categoría del hombre insignia italiano, que convirtió por duplicado una vez más e insertó a su selección en el partido definitivo tras 12 años.
Bien controlado por Mauro Silva, no pudo repetir la misma actuación. Su estado no era el óptimo en el estadio de California, debido a una molestia muscular que acarreaba del enfrentamiento con los búlgaros. A posteriori de la igualdad sin goles, tras los fallos en los remates de Franco Baresi y Daniele Massaro desde los doce pasos, el crack de Juventus disparó y la pelota se fue por arriba. Estaba convencido de que era su momento, la razón de ser de su trayectoria, pero pronto observó cómo Taffarel salió corriendo de su arco a encontrarse con sus compañeros. Era el tetracampeonato del Scratch.
La relación de Baggio con Sacchi no era la mejor llegado el 17/07/1994. Durante la primera parte de la Copa, la temprana expulsión de Pagliuca obligó al entrenador a retirar un jugador de campo, y fue Robertino el reemplazado. Esa tirantez se vio acentuada casi un lustro después, cuando el director técnico no le dio lugar en su retorno a Milan. El talentoso jugador había llegado a San Siro puesto que Marcello Lippi le quitó protagonismo en Juventus, haciendo que Alessandro Del Piero tomase la posta.
De Baggio aún queda la sensación de que el recuerdo que se tiene de su categoría es menor a lo que realmente enseñaron sus formas con la pelota. La Copa de 1994 pudo haber sido suya, llegó a ella como uno de los grandes cracks, tras haber disputado pocos minutos cuatro años antes durante la semifinal como local ante la Argentina de Maradona.
Su carácter filantrópico y solidario con diversas instituciones se mezcló con el fútbol mientras su carrera finalizaba. Se recluyó en una finca privada argentina y se aferró a sus creencias en el budismo tras decir adiós en 2004, mientras el penal de 1994 aún rondaba en su cabeza.
Relacionado
- AUTOR
- Nicolás Galliari
Comentarios