América
Barrera emocional
Habló Jorge Sampaoli previamente a la última doble jornada de Eliminatorias sobre la necesidad de encontrar sociedades e interacciones en el juego para hallar un funcionamiento colectivo. Puede tratarse de la razón de ser del equipo el día de mañana, pero en un límite temporal como la apremiante situación que atraviesa Argentina, el bloqueo mental aumenta en porciones considerables. Como en un círculo vicioso, la Selección se convierte en su propio rival, es el primer escollo a superar. Repite errores de antaño y no logra atravesar la barrera emocional.
El escaso ritmo de juego se relaciona con la incapacidad de aprovechar y sacar frutos dentro del período en que las conexiones aparecen. Sucedió en los primeros compases ante Venezuela y en el inicio del complemento ante Perú, que de ninguna manera se vio intimidado por el estadio de la cita. En cualquier caso, el cambio de escenario fue una decisión contextual de una dirigencia poco estructurada que hace años no brinda soluciones y un plan sustentable a los futbolistas.
Lucas Biglia y Ever Banega conformaron un doble pivote que no dio agilidad en el juego y de ninguna manera potenció a Lionel Messi. Si el entrenador casildense se refirió en la previa a que el ‘10’ debe jugar cerca del área rival para recibir entre líneas y desde allí lastimar, es menester un equipo que suba el balón a campo contrario con fluidez. Messi no encontró espacios y acumuló pérdidas en la primera mitad, ahogado por el trivote que confeccionó Ricardo Gareca por dentro y que rara vez le permitió girar para tener el arco de frente. Solo Javier Mascherano, mediante sus conducciones, logró crear superioridad numérica para que los avances comiencen a prosperar. Luego, la ineficacia y la poca sangre fría negaron la apertura del marcador durante el complemento en jugadas construidas por el crack del Barcelona.
Los 16 goles que marcó el conjunto albiceleste son un valor inconfundible para explicar la falta de profundidad. Sólo Bolivia convirtió menos, y la cifra sería exactamente idéntica si al combinado del Altiplano le convalidaran los goles del partido que le significó una sanción por mala inclusión de un futbolista. Un solo tanto en los últimos cuatro encuentros, del venezolano Rolf Feltscher en propio arco, pone de manifiesto las dificultades colectivas de un conjunto que se altera y no puede con sus fantasmas cuando la búsqueda no brinda los dividendos esperados.
Contar con un poderío ofensivo envidiable no se ha traducido en un mayor poder goleador por esa pesada mochila que acarrea sinsabores. Ni los de Europa ni el goleador intratable del fútbol local, el problema no es en exclusividad del número 9 que alinee el entrenador. Es difícil establecer un punto de inflexión en que la organización del fútbol argentino haya dicho adiós al sentido común, pero los resultados están a la vista.
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- AUTOR
- Nicolás Galliari
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