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Bélgica, las ambigüedades y su talento
La ambigüedad caracteriza el camino que traza Bélgica en la presente Copa del Mundo. Capaz de penalizar cualquier error ajeno a partir de su talento ofensivo y la capacidad de sus mejores armas, las pocas ayudas a Axel Witsel en el mediocampo estuvieron cerca de dejarla sin Mundial en el partido frente a Japón. El seleccionado asiático fue el que mayor provecho le sacó a las débiles transiciones defensivas belgas, con una profundidad que ningún otro rival de fase de grupos había tenido ante el combinado europeo (ya sea por deficiencias propias en el caso de Panamá o Túnez o a causa de la parsimonia con que atacó Inglaterra en el cierre de la zona).
El gol de Nacer Chadli, en el último instante del juego, maquilló la actuación y sentenció la remontada tras un partido repleto de vértigo, frenético. Sin duda alguna, el encuentro jugado a orillas del río Don está entre los mejores cinco de lo que se lleva jugado de Mundial. Al igual que en partidos anteriores, a Bélgica le costó recuperar el balón cerca de la zona de pérdida y su rival llegó con precisión a tres cuartos de campo. Sin embargo, en frente esta vez hubo un equipo que sí sacó ventajas de las deficiencias adversarias, con un ataque incisivo y la figura de Shinji Kagawa.
A los dirigidos por Roberto Martínez les costó hallar una salida durante la primera mitad al planteo nipón. La idea del entrenador español volvió a asentarse en el 3-4-2-1, con Kevin De Bruyne como encargado de sacar la pelota jugada mientras los carrileros ensanchan el campo. Pero tanto Kagawa como Yuya Osako fueron los primeros obstáculos para que el juego comenzara a fluir por dentro, tapando las líneas de pase al doble pivote belga. Toby Alderweireld, Vincent Kompany y Jan Vertonghen caían nuevamente en pases horizontales, mientras no había opciones por delante. Los balones largos a Romelu Lukaku empezaron a imponerse, aunque Bélgica halló otra vía para escapar y dominar el partido. Thomas Meunier y Yannick Ferreira Carrasco recibían en banda y enseguida encontraban el apoyo cercano del centro delantero por bajo; así, Eden Hazard y De Bruyne comenzaban a jugar de frente al campo contrario. Hubo también ocasiones en que el mediocampista del Manchester City salió de la presión japonesa y halló lugares libres para recibir.
De un momento a otro, Bélgica había logrado sortear la primera barrera dispuesta por Akira Nishino. Hazard conducía con mucha dinámica, Meunier ganaba terreno por la banda derecha y Lukaku se mostraba siempre amenazante en las inmediaciones del área, con desmarques que desorientaban a los centrales. Acumularon situaciones, les faltó acierto, pero incluso en ese contexto ya dejaban que se vean sus costuras ante pérdidas. Por la banda izquierda, Kagawa, Yuto Nagatomo y Takashi Inui se juntaban y daban un aviso de lo que concretarían luego, además de contar con las descargas simples de espaldas al arco de Osako y la velocidad de Genki Haraguchi explotando las espaldas de Ferreira Carrasco, un terreno fértil ante las pocas ayudas del ex volante de Atlético Madrid a Vertonghen.
Fue un lapso de inspiración en los primeros instantes del complemento lo que puso en ventaja a Japón con dos goles de diferencia, merced al desequilibrio y la pegada de Inui. Primero desarticuló a Bélgica con un giro que dejó sin chances a Meunier y con el que sacó el contraataque. En tres toques, los asiáticos abrieron el marcador, tras el pase del extremo a Gaku Shibasaki y la asistencia de éste al espacio para que Haraguchi defina al segunda palo, a posteriori que Vertonghen no pudiera interceptar el pase. Luego, el jugador del Betis sacó un remate perfecto al que Thibaut Courtois no llegó, y anotó un gol muy parecido al que Luka Modric convirtió ante Argentina.
La soledad de Witsel se hacía evidente. Nadie iba en su ayuda, no llegaba a las coberturas y había mucha distancia entre líneas, mientras Kagawa campaba a sus anchas. El mediapunta del Borussia Dortmund aportó pausa al juego y tomó siempre la decisión correcta, protegiendo el balón para que el tiempo pase o bien lanzando a las corridas de Haraguchi. Se imponía que Martínez tomase una decisión urgente para que la medular deje de ser zona de paso y, al unísono, De Bruyne aparezca en zonas más definitorias del campo. A Bélgica le costaba tanto una pérdida como su imposibilidad para trascender en el campo (Makoto Hasebe y Shibasaki cortaron una y otra vez), sin que KDB tenga apoyos cercanos.
El entrenador decidió el ingreso de Marouane Fellaini. Más allá de que el del Manchester United no sea un efectivo clave en la recuperación ni en proteger espacios en propio terreno, su entrada tuvo algo de lógica conforme a la superioridad japonesa. No obstante, su lugar en el campo no fue el eje central, sino que se ubicó cerca de Lukaku para ganar cualquier envío aéreo. Junto a él, también ingresó Nacer Chadli por Carrasco. Witsel seguía estando solo, pero Bélgica se asentó mejor en territorio japonés, con De Bruyne cerca de Hazard y Chadli desnivelando en cada intervención. La nueva disposición no impedía que los de Nishino se desplegaran, aunque la calidad de ataque europea se hacía más amenazante. De hecho, Lukaku tuvo dos opciones claras en el área chica, y un gran bloqueo de Maya Yoshida y su imprecisión en un cabezazo le negaron el gol. Incluso, Hazard estrelló un remate en el palo.
Terminó siendo el juego por las alturas, la razón del ingreso de Fellaini, lo que posibilitó la igualdad en sendas pelotas paradas. Vertonghen estableció el descuento con un cabezazo por encima del arquero, sacándole demasiado jugo a un despeje poco convencional de un zaguero adversario. Minutos luego, el volante de rulos, devenido en atacante como tantas otras veces, decretó el empate a dos. Mientras las ocasiones se sucedían y Japón veía que por lo menos tendría media hora más para cumplir su sueño de insertarse por primera vez en cuartos de final, llegó el gol de Chadli en un contraataque magistral. Sacó rápido Courtois, De Bruyne condujo a campo abierto y dos movimientos excepcionales de Lukaku abrieron el camino: primero se llevó la marca que posibilitó la recepción de Meunier, luego abrió las piernas y ‘asistió’ sin tocar la pelota a quien sentenció la eliminatoria.
Bélgica enfrentará a Brasil en la siguiente instancia y deberá encontrar una solución al filtro de su mitad de campo, algo que ya se había visto reflejado en los amistosos previos a Rusia 2018. Los de Tité tienen recursos tanto para asentarse con la posesión como para salir rápido de contraataque. Tal vez, el ingreso de Moussa Dembélé pueda aportar esa cuota de equilibrio, aunque el seleccionado del Viejo Continente cuenta con una capacidad en los últimos metros capaz de dañar cualquier entramado. Sin muchas de las grandes potencias, ésta selección que llegó ya sin el mote de revelación como en 2014, tiene en sus pies la chance de aumentar su candidatura.
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- AUTOR
- Nicolás Galliari
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