América
Berizzo, un apasionado de ideales bielsistas
Era una oportunidad que Eduardo Berizzo no podía permitirse despreciar. Había colgado los botines poco tiempo atrás y, pese a que es un apasionado por el fútbol, aún no tenía claro si en el futuro iba a seguir ligado a él. La idea que Marcelo Bielsa le acercó, de que sea parte de su cuerpo técnico, fue imposible de resistir. El Toto se adentró en un mundo nuevo, pudo observar de cerca la metodología del hombre que lo había marcado desde muy joven, y empezó a trazar su camino. Él, que recién terminaba su carrera dentro del campo de juego, comenzaba a idealizar su filosofía del otro lado de línea de cal, propulsado por su mentor desde el Newell’s de principios de los noventa.
“Fue una gran oportunidad para mí poder trabajar a la par que un entrenador como Bielsa. Significó un gran aprendizaje. Lo conocía por haber sido futbolista a sus órdenes, pero no conocía sus ideas por dentro. El laboratorio de sus ideas. Después de tres años, puedo decir que fui un afortunado de haber vivido ese período de tiempo. Conmigo ha sido una especie de guía, educándome sobre cómo empezar a dirigir. Me ha enseñado un montón. La enseñanza de que nada está aprendido y que todo está por descubrirse”, dijo alguna vez el nacido en Cruz Alta, provincia de Córdoba. Habían conseguido devolver a Chile a un Mundial tras 12 años, además de modernizar una estructura. Vivió desde dentro el cambio de mentalidad trasandina.
Bielsa le dio mucho lugar en su cuerpo técnico a su nuevo ayudante. Berizzo fue una esponja desde muy chico, alguien que incorpora conceptos con una rapidez inusitada. El Loco observó sus cualidades cuando lo captó a los 14 años, y luego le dio un rol central en el equipo leproso campeón. “Era el primer mundo, me hice jugador de verdad. Cuando estábamos en la tercera, comíamos con el plantel de primera, y en el micro de regreso ya veíamos el partido que habíamos jugado un rato antes”, señaló Eduardo en el gran libro “Marcelo Bielsa, el último romántico”, de Román Iucht. El Toto era un entrenador fronteras adentro del campo de juego, con un entendimiento perfecto del juego que le permitía anticiparse a las jugadas y maquillaba sus condiciones técnicas, que de cualquier modo no eran nada desdeñables. Luego de realizar una gran carrera en Argentina, México y Europa, siguió unido al fútbol y puso fin, desde un principio, a esas dudas que lo aquejaban tras el retiro.
Tuvo lugar en cuestiones y ejercicios colectivos en la selección chilena, pero también ayudó a los futbolistas a mejorar aspectos individuales, como el control y el pase. Lideró la organización de los sparrings y tuvo mucha relación con los entrenadores del ámbito local. Pronto sería uno de ellos. Mamó la filosofía de un DT que siempre comprendió su ambición por aprender. Berizzo pronto comenzó sus funciones como entrenador en soledad, a su impulso irrefrenable por ser conductor ya le había añadido una pasantía de primer mundo. El ámbito chileno le dio la primera oportunidad, pues O’Higgins le otorgó carta blanca para que hiciera y deshiciera a placer. Formuló una secretaría técnica e impulsó el desarrollo del centro de entrenamiento, y el equipo fue una amenaza para los clubes grandes. Tanto, que llegó a conquistar dos títulos.
Tras revolucionar Chile y dar continuidad a su trabajo en el ámbito argentino, salió hacia el Viejo Continente y lideró equipos vistosos y alegres, como Celta y Sevilla. Cerca estuvo de arribar a tres finales, dos de Copa del Rey y una de Europa League, pero las semifinales fueron un obstáculo que no pudo superar en esa trilogía. Discípulo y heredero más fiel de Marcelo Alberto, busca que sus equipos dominen a través de la pelota, sean ofensivos y desarrollen una presión muy adelantada, pero Berizzo se mostró más flexible que el rosarino. No duda en adaptarse a los jugadores con los que cuenta, sin que ello signifique cambiar sus ideales como entrenador.
Atraviesa en la Copa América de Brasil el primer gran desafío de su etapa como conductor de Paraguay, selección en la que asumió en el último febrero. Es muy temprano para darle una identidad al conjunto, por lo que intentó no generar un gran revuelo ni llenar de información a los jugadores demasiado temprano. Tras la intempestiva salida del colombiano Juan Carlos Osorio, intenta competir sin locuras y administra con lo seguro. Mientras tanto, alterna entre centrocampistas combativos, a los que históricamente está acostumbrado el fútbol guaraní, y otros de mejor pie y pase, como pueden ser los casos de Miguel Almirón o Rodrigo Rojas.
Con una voluntad de hierro y una fuerza de superación a prueba de balas, Berizzo superó un cáncer de próstata cuando dirigía en España. A partir de esa pasión, y su espíritu de lucha, se maneja en la vida como en la cancha. Es un entrenador que nunca deja de aprender, ni abandona su intención primaria por cada día ser mejor. “Un entrenador deprimido no existe. Un líder deprimido no existe. Un líder temeroso no existe”, expresa Toto. Su carrera como entrenador, a fin de cuentas, no ha hecho más que comenzar.
Relacionado
- AUTOR
- Nicolás Galliari
Comentarios