América
Boston River: Histórico presente, vagabundezco pasado
El 25 de julio del corriente año, los periódicos, radios y medios digitales pasaron a llenarse la boca de la sorpresiva victoria de Boston River ante Banfield, por uno a cero, en el marco de la Copa Sudamericana. Un hito para el cuadro uruguayo, si tomamos como parámetro que es su segunda participación en torneos internacionales. Pero, ¿qué representa esta entidad? ¿Qué historia tiene? ¿Quiénes lo componen? Nos permitimos desentramar una histórica madeja oriental, con tintes argentos.
Voy a ser sincero. Para mí, por lo menos, al mencionarme las palabras «Boston River», y vivir de este lado del «charco» que divide tierras uruguayas con argentinas, me fue imposible no asociar al elenco de casaca verdirroja con River Plate, uno de los cuadros gigantes en nuestro fútbol y a nivel continental. Pues bien, no estaba tan errado en mi hipótesis previa antes de adentrarme y recapitular las escenas que marcaron a este pequeño club «yorugua».
El 20 de febrero de 1939, la montevideana localidad de Bolívar se vestía de gala para dar paso, como en tantísimas ciudades alrededor del globo, a una nueva institución que perduraría en los años. El motivo fue simple, pero al mismo tiempo complejo y ambicioso. Un grupo de jóvenes se veían con el impedimento de poder competir con la escuadra de su ciudad natal y, ante semejante barbarie, decidieron fundar su equipo, uno en el que sí fueran aceptados y que les permitiese despuntar el vicio del balompié.
Fue así como, en la intersercción de las calles Juan Cruz Varela y Juan José Quesada, en donde vivía un vecino como cualquier otro, de apellido Pérez, pero que disponía de una bombilla de luz en su pórtico dado que trabajaba en U.T.E, toda una maravilla para la época y principal motivo de reunión en esa esquina, tuvo su génesis este sueño al que llamaron Don Antonio López Suárez, predecesor rótulo de la entidad sobre la cual tiene su cimiento esta crónica.
El nombre del elenco mutó, tal como todos podíamos presuponer. Boston, nombre de una hisótica sastrería del barrio, fue el elegido para la «refundación», pero faltaba algo para que esté completo. En ese contexto, en honor a la pasión que tenía por el Millonario su primer presidente, Juan Deri, le pusieron «River» en la parte final, dando como resultado el hasta hoy perduradero Boston River.
Sus inicios, futbolísticamente hablando, fueron en el marco de los torneos regionales y categorías menores. En 1954 lograron obtener la afiliación a la «Asociación Uruguaya de Fútbol» para disputar el torneo «Extra B». Dos años más tarde lograrían su primer título, coronándose en el «Extra A», para pasar a disputar los «Torneos Intermedia», una especie de «Primera C» que albergaba a conjuntos profesionales.
La época negra llegó inciando la década del ochenta. En aquel tiempo, y por complicaciones de diversa índole, el club sufrió la desafiliación y volvió a las ligas amateur, sin saber si, en algún momento, regresaría al profesionalismo.
En el amanecer del nuevo milenio, y tras 18 largos años de espera para sus simpatizantes, la escuadra de la capital regresó a la competencia de alto rendimiento y fue ubicada en la categoría «C», certamen que conquistó en el año 2006, y los aires de alcanzar por primera vez la división de élite empezaban a crecer.
Ya para 2009, el club de barrio cayó en las manos de las todavía discutidas «Sociedades Anónimas Deportivas», bajo la «presidencia», o mejor dicho el «accionar», de ex players con apellidos conocidos por estos lares, como fueron Carlos Navarro Montoya, Martín Cardetti -que además fue jugador-y Walter Silvani.
Los resultados comenzaron a aparecer de a poco, pero el verdadero salto, tanto cualitava como cuantitativamente, llegó cuando Edmundo Kabchi, empresario libanés pero nacionalizado venezolano, se convirtió en el principal accionista del club, con el noventa por ciento, a mediados del 2014.
“Me complace informarles que nuestro equipo filial en Uruguay, el Club Atlético Boston River, acaba de ascender a Primera División”, lanzó el pope en las redes sociales en el 2016, cuando la entidad de origen en la tierra del «chivito» llegó al máximo peldaño de este deporte, hito que será recordado todos los 30 de agosto. En el «Uruguayo Especial», un empate ante Defensor Sporting, con un tanto de Alejandro Apud, fue el puntapié de este equipo en la primera división.
Hay un dato no menor a destacar. Todo esto se logró con el aporte de más de la mitad del presupuesto mensual que poseía el club por parte de Kabchi, economía multiplicada notoriamente por las potencias de esos lares: Peñarol y Nacional. Para tomar dimensión, en aquel momento, los gastos calculados por mes eran de 60.000 dólares, mientras que el de el Carbonero llegaba a los 450.000, lo que muestra la notable disparidad que por allí, y en todo el globo, aparece entre los más fuertes y los más pequeños.
No es de resaltar que el presidente hable de «nuestro» y de «filial». El mandatario posee acciones en otras instituciones como el Deportivo Táchira, venezolano, y una ligazón con el Málaga de España. De hecho, el campo de entrenamientos, bautizado como «Complejo Deportivo Edmundo Kabchi – C.A. Boston River», tiene en una de sus canchas una imagen de cada escudo de los elencos de Montevideo y San Cristóbal, seguidos por la firma: «Hermanados por el fútbol».
Ante el nuevo escenario que propicia un «despilfarro» de dinero y un presente distante del que alguna vez supieron tener, es menester mencionar que, por más mínimas que sean, aún hay cosas que dejan pinceladas de potrero y el compromiso con el entorno.
Esto, no sólo por las palabras de su secretario general, Roberto Perdomo Protti, quien afirma que allí, «tratamos de bajar los costos lo máximo posible. Para eso fuimos a jugar a Flores donde la intendencia nos abrió las puertas y el cobro es igual que a los equipos del interior. Es todo a pulmón”, sino por convenios como el que establecieron con, por ejemplo, la carnicería del pueblo «Qué Locura», que provee alimentos para los jugadores en las concentraciones a cambio de propaganda en su camiseta.
Claro está. Hoy, Boston es un «cuadro de barrio con asistencia económica», tal como lo definen. Pero, a los petrodólares que suma el vicepresidente del Banco Caroní, se le conjugan cosas de esencia que definen a esta institución. Una entidad que, de a poco, busca meterse en el plano sudamericano, sentando bases en su competencia local, pero soñando en grande.
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- AUTOR
- Julián Barral
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