América
Burocratización tricolor, final del sueño. Antecedentes de la ignominia
El fútbol mexicano es, por antonomasia, un mundo aparte en cuanto a formalidad y estructura. Equipos presa del capricho de Gobiernos Estatales y empresarios emergentes o en decadencia, el interés por encima de la tradición, de la identidad y del sentido de pertenencia. Ejemplos abundan desde tiempos remotos, franquicias que van y vienen a conveniencia. Hechos que en otras latitudes parecerían inverosímiles, en el país azteca son moneda corriente.
Por citar un par de ejemplos mencionaremos al Necaxa y Jaguares. El primero remonta su existencia a la época bohemia del fútbol, cuando aún no se profesionalizaba y se jugaba por pleno amor a la camiseta; el equipo tuvo su génesis en la Compañía Luz y Fuerza del Centro, del ramo de la electricidad, por lo que desde el principio fueron bautizados como los Electricistas. Rápidamente alcanzaron campeonatos y una enconada rivalidad con el Atlante (otro equipo clásico de la época). Por su solidaridad sobre el verde césped, se los conoció como los once hermanos. El equipo estaba plenamente asentado en la Primera Fuerza (Primera División por ese entonces) cuando llegó el profesionalismo al fútbol mexicano. Entonces, era el equipo más importante del país, sin embargo los dueños de la compañía decidieron que «el espíritu deportivo del Necaxa no concordaba con la comercialización del balompié» y el equipo desapareció.
Años más tarde, el Sindicato de Electricistas resucitó al gigante en Segunda División y, tras pasar penurias, alcanzaron el máximo circuito una vez más. Sin embargo, en 1971 el equipo es vendido a un grupo de empresarios españoles que deciden que el Necaxa ya no será Necaxa y ahora se llamará Atlético Español. Así los aficionados del equipo rojiblanco se quedaron de un día para otro sin equipo. Tuvieron que esperar once años para que los directivos decidieran retomar el nombre y los colores.
El Necaxa, ahora con el mote de Rayos, regresaba al Estadio Azteca en la capital del país, a su casa y con su gente que nunca le olvidó. La historia no termina ahí, ya que en la exitosa década de los noventa el equipo enamoró nuevamente a la tribuna con un atractivo fútbol encabezado por el ecuatoriano Alex Aguinaga, el eléctrico chileno Ivo Basay, Sergio Ratón Zárate, Alberto García Aspe y Ricardo Pelaez. Lograron tres campeonatos de Liga, fue campeón de Copa, de CONCACAF y Campeón de Campeones (algo así como una Supercopa). Y llegó a un meritorio y recordado tercer lugar en el primer Mundial de Clubes, enfrentando a equipos de la envergadura del Real Madrid y el Manchester United.
Tras esa gloriosa época en la que fue denominado el «Equipo de la Década», pasó a ser propiedad de Televisa y fue lo peor que le pudo haber pasado. La televisora lo utilizó como un club satélite del América, si un jugador no rendía en los Azulcremas pasaba al hermano menor para relanzar su carrera. El equipo fue perdiendo identidad y brillo, la gente se alejó de las tribunas tras muchos torneos de mediocridad. Hasta que la directiva decidió buscar un nuevo hogar para el club y lo mudó a Aguascalientes en 2003. El equipo no se arraigaba en la región y el descenso lo alcanzó. Ascendió y volvió a descender en un año y Televisa decidió venderlo. Fue lo mejor que le pudo pasar. Un nuevo ascenso el año pasado los tiene hoy con un paso estable en Primera División, aunque lejos del lustre que supo tener alguna vez. Si esto aconteció con un equipo con historia y de prosapia ¿qué le queda a otros equipos? Veamos el ejemplo de Jaguares de Chiapas.
Actualmente, hay un equipo en el under mexicano llamado Jaguares de Chiapas, juega en Segunda División pero no es el original equipo chiapaneco. La escuadra del sur mexicano nació en 2002, llegó a Chiapas de rebote ya que en ese año ¡habían dos Tiburones Rojos de Veracruz! En Primera el Irapuato se había trasladado al puerto para pasar a llamarse Veracruz, sin embargo ya existía otro Veracruz en la Liga de Ascenso (entonces Primera A. En Argentina, Nacional B), ambos equipos del Grupo Pegaso (empresa de Telefonía que tuvo su máximo esplendor en los 90’s). ¿Qué podía salir mal? Pues que el Veracruz de abajo ascendió, lo que significaba que en Primera División habría dos Tiburones Rojos de Veracruz. Es por ello que a Pablo Salazar Mendiguchía, entonces Gobernador de Chiapas, se le ocurrió que era buena idea llevar fútbol de Primera a una entidad en la que nunca antes había habido, cabe resaltar que Mendiguchía era el primer gobernador de la historia que no era del PRI (Partido de la Revolución Mexicana, extrema derecha) en Chiapas. Alcanzó la gobernatura por el PRD (Partido de la Revolución Democrática, centro izquierda). Fútbol = Popularidad = Votos para su partido. Fórmula infalible y comprobada en el país.
Así arrancó el periplo del equipo naranja por el fútbol mexicano. Mal no le fue, ya que pese a no haber alcanzado campeonato alguno, sí consiguió gran arraigo entre la afición y supo ganarse un lugar de estabilidad en el balompié azteca. Recordados son sus juegos en el Estadio Victor Manuel Reyna los sábados a las 5 de la tarde, bajo un calor infernal y ese ambiente de algarabía común de la Selva Lacandona en suelo chiapaneco. Incluso algunos jugadores destacados tuvieron pasos gloriosos por el equipo: Salvador Cabañas, Adolfo Bautista, Ismael Fuentes, Oribe Peralta, Jackson Martínez, Silvio Romero y Lucio Filomeno. El equipo de «La última frontera» incluso alcanzó a participar en una Copa Libertadores y lo hizo bien, alcanzando los cuartos de final en 2011. Sin embargo, lo que en la multipropiedad comienza, nunca puede terminar bien.
En el 2013 el equipo pasó a manos de Amado Yáñez, dueño de Oceanografía y famoso a posteriori por un fraude realizado a Banamex (Banco Nacional de México) y a Pemex (Petróleos Mexicanos) por 500 millones de dólares. Yáñez tomó la decisión de llevarse al equipo a Querétaro, para mantener a los Gallos Blancos en Primera, pues acababan de perder la categoría. La afición se manifestó en contra de esta medida y pidieron al gobernador Manuel Velasco Coello (PVEM: Partido Verde Ecologista de México, algo así como un partido satélite del PRI, si existe) que mantuviera al equipo en Chiapas. En una movida un tanto extraña, el equipo de San Luis pasó a Chiapas, es así como el Estado no se quedó sin equipo en Primera, aunque no fuera la misma franquicia. El «nuevo» Jaguares fue registrado como Chiapas Fútbol Club, lo que sí adoptaron fueron los colores y el escudo. Básicamente un cambio que en la práctica no se notó.
Ese equipo que vino de San Luis era propiedad de Carlos López Chargoy; su hermano Jesús, en ese entonces era dueño del Puebla, también en Primera División (¿Multipropiedad?) Ambos equipos eran conocidos en esa época por arrastrar problemas porcentuales y económicos, los dos adeudaban meses de salario a los jugadores y empleados de sus respectivos clubes. Éstos equipos eran conocidos por sumar cada temporada una cantidad importante de jugadores (la gran mayoría a préstamo) y la situación en uno y otro club era insostenible. Esta situación llevó a la Liga a tomar medidas (laxas) ante tanto endeudamiento e incumplimiento de pagos. Dieron como plazo el Draft de julio de 2017 para que Puebla y Jaguares presentaran números positivos y las deudas saldadas. Al final de cuentas, Puebla ingresó al Draft aunque era sabido que tenía adeudos.
En la última jornada del Clausura 2017, Jaguares venció al Atlas en el Jalisco, pero no le alcanzó para salvarse ya que un postrero gol de Raúl Ruidiaz salvó a su equipo Monarcas Morelia y condenó a los del sur al descenso. Jaguares no tomó parte del Draft para la temporada 2017-2018, fue desafiliado por impagos con la condición de que, si se pone al corriente en el transcurso de ésta temporada, podrá tomar parte de la Liga de Ascenso en la temporada 2018-2019, aunque todo indica que esa franquicia se perderá en los escritorios de la FMF. En Chiapas aún se preguntan quién pagará las deudas que les dejaron los López Chargoy. Mientras éstos siguen manteniendo su vida de lujos sin importarles nada. En agosto de este año, Carlos López Chargoy vendió a un endeudado Puebla (del cual previamente había perdido los derechos para utilizar el logotipo y el nombre) al borde del descenso.
Partidos políticos, gobiernos estatales, empresarios desinteresados, lavadores de dinero y un largo etcétera se entrelazan en la fauna balompédica azteca hasta hacer prácticamente imposible seguirle el rastro a tal o cuál equipo. Ejemplos abundan y, entre toda la maraña de podredumbre, queda abierta una pregunta que permanecerá así por el flagelo del capitalismo rapaz ¿Y los hinchas qué?
- AUTOR
- Abda Barroso
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