Once años se le comenzaban a volver un lastre a Jorge Vergara, dueño de Chivas y de una de las franquicias de productos naturales más grande de Latinoamérica. Once años se cumplirían en este Clausura 2017 de que Adolfo Bofo Bautista, Oswaldo Sánchez, Ramón Morales, Omar Bravo y compañía supieron poner la onceava estrella en el escudo de los rojiblancos.

La grandeza de una institución centenaria no estaba en dudas, pero sí comenzaba a generar cierto cosquilleo entre sus simpatizantes ante las promesas incumplidas de Vergara. Aquello de hacer de Chivas el mejor equipo de México parecía utópico, pues el rebaño merodeó en los últimos tiempos más la zona de descenso que la de aquellos que pelean semestralmente por alcanzar el título liguero.

Con la llegada de Matías Almeyda al timón rojiblanco, se empezó a gestar una sinergia positiva que permitiría al Rebaño volver a alcanzar la cima. Pero no fue sencillo amalgamar la plantilla que hoy presume el campeón de México.

Almeyda llevó a las Chivas a un título que se negó por 11 años

«Hay que reforzarse» era una exigencia que el hincha tenía semestre tras semestre, pero no es una labor sencilla si únicamente juegas con mexicanos. Se sabe que si algún jugador interesa en Chivas, su valor se multiplica, primero porque conocen que en Guadalajara hay dinero y segundo porque las alternativas para reforzarse al club se le ven reducidas inevitablemente.

Así, con la necesidad de potenciar el plantel Almeyda trajo un arquero de garantías, que tras un gran semestre con Puebla pasó al chiverío. Y aunque es propiedad de Pachuca, ya dejó una marca imborrable en la institución. Arribaron en su momento y tras una fuerte inversión dos centrales con los que no contaba Chivas en inferiores y que al paso de los torneos se hicieron invaluables. Oswaldo Alanís y Jair Pereira vinieron de Santos y Cruz Azul respectivamente, donde dejaron tenues recuerdos.

La inversión importante vino de mitad para adelante. José Juan Vásquez e Isaac Brizuela primero y Orbelín Pineda, Rodolfo Pizarro y Alan Pulido después significaron un fuerte desembolso económico para Chivas. Con el diario del lunes podría decirse que fueron grandes inversiones, pero la verdad es que fueron negociaciones bastante complejas, pues no les faltaban «novias» a ninguno de ellos y competir económicamente contra los equipos regios (Tigres, Monterrey) y/o los clásicos ricos capitalinos de siempre (América, Cruz Azul) no resulta nada sencillo.

Dice César Luis Menotti que a los jóvenes hay que darles la oportunidad pero que hay que cobijarlos, no darles una responsabilidad para la que no están preparados, porque pasa que aún siendo jugadores del primer equipo, están en una etapa de su formación. Y fue precisamente lo que hizo Almeyda hasta alcanzar una amalgama perfecta entre cantera y cartera. Los propios y los que fueron llegando.

Así aparecieron Javier López y Ángel Zaldivar, el primero poseedor de un talento descomunal al que el Pelado ha ido llevando de a poco. Lo de Zaldivar es para destacar, porque pese a todas las incorporaciones en ofensiva Almeyda siempre puso al Chelo como titular, sin exigirle que fuese el definidor, el goleador. Le dio un rol más complementario y el juvenil destacó.

Hay que mencionar a los que se consolidaron bajo la gestión del entrenador argentino, gente de casa que no había alcanzado un estatus de figura por una u otra razón, tal es el caso de Jesús Chapo Sánchez, que mutó de un eléctrico pero irregular extremo a un cumplidor lateral. Todo mérito del DT. Carlos Fierro y Miguel Ángel Ponce son otros ejemplos.

Pereira, Salcido y Alanis, baluartes del campeón

Mención aparte para Carlos Salcido, internacional mexicano que parecía aportar más desde fuera del campo, pero que con 37 años alcanzó a cumplir esa cuenta pendiente que tenía: ser campeón con Chivas,  y lo hizo portando el gafete en la final y anulando a un Guido Pizarro en gran momento.

Así Matías supo potenciar su plantel a través del conocimiento del mismo, alcanzando el titulo apenas en su tercer torneo en México, una muestra de que la cantera puede (y debe) coexistir con la cartera.

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