Copas americanas
Centroamérica, por el buen camino
En una Copa América (algo) atípica, mientras seleccionados como Uruguay y Paraguay se despiden rápidamente con pocos argumentos futbolísticos rescatables, resulta interesante lo realizado por algunos equipos centroamericanos en el certamen que se disputa en los Estados Unidos. Es cierto que los resultados no han sido sorpresivos, pero sí lo fueron las propuestas de conjuntos como Jamaica y Haití en el torneo.
El nivel de los países del Caribe resulta esperanzador en este 2016, especialmente si, como parece, aún están viviendo un proceso de crecimiento del cual no se han cosechado todos los frutos. La actuación de Costa Rica en el último Mundial, llegando a cuartos de final con un estilo de juego tan claro como austero, fue la primera llamada de atención desde esas latitudes.
Hoy, Jamaica y Haití tienen una idea de juego que, si bien no encontró éxito en la Copa América, sí los llevó a ser protagonistas de la última Copa de Oro. El panorama en la CONCACAF parece estar cambiando y son estos dos seleccionados, junto a Costa Rica y Panamá, los que desafían el poderío de México y Estados Unidos.
Jamaica, que fue eliminada tras perder todos sus partidos, llegó incluso a sorprender a México durante buena parte del encuentro. A partir de dos líneas de cuatro jugadores y dos puntas (Donaldson y Barnes) de físico imponente, mantuvo controlado al conjunto azteca. El de Schäfer es un equipo que con presión, a veces en mitad de cancha y otras en la salida misma del rival, se propone generar situaciones de peligro que por propia impericia y por virtud ajena, no logró materializar en el resultado. Con la pelota en su poder, la misión para los jamaiquinos es clara: salida por los costados para aprovechar la velocidad de sus volantes externos (Garath McCleary y Jobi McAnuff) que buscan asociarse a los delanteros que participan con fluidez del armado de juego. Interesante planteo al cual le faltó el gol, aunque no por anemia de situaciones claras para convertir en sus tres juegos.
Haití fue el otro seleccionado que en su corto paso por la competición (con tres derrotas en fila) dejó buenas sensaciones desde lo futbolístico. Con una propuesta por momentos más ofensiva desde el dibujo táctico (un 4-4-2 para recuperar la pelota en el medio se tornaba en un esquema con tres jugadores de punta para atacar) que la de Jamaica, los “Granaderos” repiten características de los “Reggae Boyz”: predilección por la salida prolija, con pelota dominada, sociedades en ataque y en varios pasajes la presión sobre la defensa rival. Cuando recupera suma rápidamente gente en posición ofensiva, aunque en muchas ocasiones sacrifica precisión por velocidad.
El buen presente de la selección es muy importante para una nación que desde hace años vive una crisis económica, social, política y humanitaria. Para el pueblo haitiano ver a su equipo competir a este nivel le permite salir de la aguda situación que vive día a día y a la cual aún no parece encontrarle solución. Viven y respiran fútbol y para ellos esto es más que un deporte, es esperanza, es hacer a un lado al menos por un rato las penurias que lamentablemente les toca vivir.
A nivel físico, estos dos combinados parecen estar un par de escalones por encima de los sudamericanos. Pero ya no es sólo superioridad física. Juegan. Y por momentos los hacen muy bien. Jamaica lo demostró ante México y Haití frente a Perú en esta edición centenaria del certamen americano.
Las buenas intenciones chocan con las falencias a la hora de convertir lo que generan: en sus tres partidos Jamaica se fue sin festejar mientras que Haití apenas celebró una vez. Todo un síntoma de la falta de eficacia en ataque. Además, cuando se trata de salir jugando, cualquier indicio de imprecisión se paga caro. Cada falla ante rivales de jerarquía vale un gol, como bien entendió Haití.
Sin embargo, no dejan de ser interesantes las ideas que estos dos seleccionados centroamericanos, con sus errores y virtudes, intentan desplegar en el campo de juego. Y este crecimiento se ve evidenciado en la paridad que existe en la CONCACAF. De hecho, en la última Copa de Oro, Jamaica sorprendió al dejar en el camino a Estados Unidos y llegar a la final, en tanto que México debió ir al suplementario ante Panamá en semifinales. Los aztecas incluso tuvieron que ir al repechaje para clasificar al último Mundial de Brasil.
La brecha entre norteamericanos y aztecas con los demás países miembros empieza a ser saludablemente más corta y esto representa un beneficio mutuo. Los torneos ganan jerarquía y competitividad y, a su vez, posibilitan el crecimiento de estos conjuntos que parecen buscar, de una vez por todas, pegar el gran salto en el continente americano.
El tiempo dirá hasta dónde son capaces de llegar. Por lo pronto, es importante tener las ideas bien claras. Y mucho mejor cuando son tan saludables.
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- AUTOR
- Federico Leiva
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