América
Club Atlético Piraña: volver a empezar
Cuenta la leyenda que el Ave Fénix resurgió desde las cenizas. El símbolo universal que da significancia al renacer, a la inmortalidad y al volver a ser, es uno de los ejemplos claros que podemos tomar para cualquier caso de quien quiere volver a su estadío óptimo. Personas, empresas e instituciones del fútbol –materia que aquí nos compete- son aristas de una mitología que cabe perfectamente en este eslabón de la vida.
La piraña, en un principal pensamiento, no presentará muchas similitudes con el animal cuyo significado nos adentra en la historia en cuestión. Con elementos naturales disímiles, acontece una contraposición entre el agua y el fuego como fundamento de supervivencia entre uno y otro, que lleva a remarcar características antagónicas en el pensamiento colectivo.
Sin embargo, el ave y el pez carnívoro podrán presentar algún resquicio de igualdad si elevamos la importancia de ambos al terreno de la redonda. En uno de los ejes de debate, de charla con amigos, cuando toca divagar sobre la actualidad a los tumbos de diversos equipos grandes, son varios los que buscaremos apoyatura en la leyenda esbozada, creyendo que en algún momento el fuego va a reavivarse y la historia irá encontrando el rumbo que marcaron las décadas pasadas.
En todo este universo encuadramos a otro gigante, quizá sin tanto renombre, pero enorme al fin, cuando las definiciones de barrio, potrero, familia, humildad y ascenso confluyen para definir a la perfección a una institución que intenta regresar a las entrañas desde donde provino. El Club Atlético Piraña, ícono de los mares de las divisionales de menor categoría en Argentina, evidencia un proceso de reconstrucción para catapultar nuevamente sus sueños de gloria.
Corría el año 1942 cuando un grupo de vecinos oriundos del corazón de Parque de los Patricios, con Alcides Solé a la cabeza –futuro primer presidente de la entidad- decidieron reunirse con un objetivo en común: la fundación de un nuevo club de fútbol, que conviviera con el Club Atlético Huracán, ya existente en aquel barrio de Capital Federal.
El 12 de septiembre marcaría una fecha especial en el almanaque de los vecinos lindantes –por ejemplo- al Estadio Tomás Adolfo Ducó. Piraña pasaría de ser un sueño a convertirse en realidad. La determinación del nombre se le atribuye a Jaime Sarlanga, amigo del mandamás de la institución en los ’40, cuyo apodo se transformó en la denominación del “Tricolor”, debido a la admiración que Solé mantenía por el ex goleador de instituciones como Ferrocarril Oeste y Boca Juniors, quien tuvo la posibilidad de cristalizar en sus ojos los primeros pasos de su tocayo amor, hasta que dejó este mundo en 1966.
Un tiempo debieron esperar futbolistas, socios e hinchas para ver materializada la participación del equipo en un torneo oficial. En 1961 –casi 20 años después de consumada su fundación- consiguieron la afiliación en la Asociación del Fútbol Argentino, que valió para comenzar su travesía por aguas difíciles de navegar, con el claro objetivo de llegar a puertos o, en este caso, categorías de mayor envergadura.
La Primera D, último eslabón del globo de la redonda en Argentina, acobijaría los navegares del club y, en ese año, permitió disputar su primer partido por los puntos, frente a otra entidad recién adosada a las filas profesionales. El debut oficial del elenco de indumentaria principal color blanca con una raya roja y otra azul, fue ante Arsenal de Sarandí, con empate en uno, que significó uno de los hitos más importantes de la joven historia de los patricienses.
Muchos años debieron pasar los pirañenses, flotando y nadando por un mar en donde solo se respiran dificultades y realidades dispares a las vivenciadas por aquellos pertenecientes a la primera división. Pero, de ninguna manera, fueron todas pálidas para el cardumen. Entrando al año 1965, un joven de 18 años presenciaba una de las pruebas de jugadores, al ir a acompañar a uno de sus amigos a la misma. Pobre él, flaco, enclenque y con frustradas pruebas en Los Andes y Racing Club, depositó sus anhelos en Elía 678, al ser consultado sobre sus ganas de probar suerte en el picado. Héctor Casimiro Yazalde la descoció, asombró a todos los espectadores y firmó su primer contrato junto a Delfín Edmundo Benítez, sobrino del goleador Delfín Machetero Benítez Cáceres, que militó en las filas de La Academia y el Xeneize.
Con ellos dos en el plantel, crecían las expectativas de llegar a la Primera C, y que esa meta se convierta en el impulso para ir subiendo posiciones en los diversos escalones del fóbal. En el torneo pertinente a aquel año ’65, Piraña perdió un solo encuentro, ante Tristán Suárez, en toda la fase clasificatoria; marcó 64 goles en 20 encuentros y obtuvo el boleto a la fase final por el tan ansiado pase a la gloria. El trinomio que llegó al cierre lo conformó junto al Club Mitre de Avellaneda, con Pedro Iso como presidente, y Centro Español. Piraña y Mitre lograron resultados positivos ante Español, lo que llevó a un desempate entre ambos elencos. El cotejo disputado en el turno nocturno, en cancha de Atlanta, tuvo como juez a Oscar Chávez, actor clave en la película, expulsando a los diez minutos a Chirola Yazalde y consumando el 3-2 a favor de los avellanedenses, que se llevaban el galardón a sus vitrinas.
El reparto –amén de resultado y goles- no quedó únicamente en la cancha del Bohemio. Avellaneda, con sendos clubes, sería acreedor de los dos jugadores con más potencial en aquel plantel. El mencionado Iso, directivo del Mitre, le ofreció contrato a Delfín, mientras que Julio Grondona, encargado del fútbol en Independiente, contrató a Yazalde a cambio de 1.800.000 pesos, dinero que llevó a la construcción de la pileta de la entidad y a la explosión de la carrera del goleador, que militó en el Rojo hasta 1967 y luego viajó a Portugal para unirse al Sporting de Lisboa. Allí, se convirtió en Botín de Oro, distinción que comparte con Lionel Messi.
Lejos del país luso, y enmarcado en las corrientes de los barrios porteños, Piraña continuó con su baño de realidad en la D hasta 1978, año en que por fin llegó a aguas prometidas. En claro honor a su nombre, devoró a cuanto cardumen se le atravesara en los verdes mares de una cancha, con Marino Colágero en la dirección técnica. Pese a la protesta de Sacachispas de infracción al reglamento referido a la edad de los jugadores –solo podría haber cuatro mayores de 25 años- y con la sanción que cayó sobre 14 de los 15 equipos que disputaron la fase final, a excepción de la institución protagonista en esta historia, debió disputar el partido decisivo ante Justo José de Urquiza. Con un Antonio Cano Toledo intratable, autor material de un póker para consumar un cuatro a uno a favor, subieron las escaleras que depositarían las ilusiones en un balompié de mayor jerarquía, por primera vez en todo su periplo.
“Después de la tormenta siempre viene la calma”, sostienen algunos optimistas a quienes podríamos modificar el refrán, debido a las adversidades que sufrió Piraña pese a su ascenso. Dos victorias en 38 juegos, ante Cambaceres y Excursionistas, y 115 goles en contra, fueron suficientes argumentos para que regrese a su lugar de origen, donde un año después se desafiliaría de los torneos organizados por la casa madre del deporte argento.
A mediados de la década del ’80, con motivos económicos como principal desencadenante, tomaron la drástica decisión de no participar más de manera profesional, sumergidos en la decadencia y dentro de un torbellino que llevó a la clausura de su sede durante ocho años, usurpación de las instalaciones y el completo abandono.
Un nuevo mileno tuvo que llegar para que la tormenta se disipara. A fines del 2013, un grupo de ex futbolistas, vecinos y simpatizantes decidieron poner en marcha el plan retorno para devolver la vitalidad perteneciente. No fue hasta octubre del 2014 que el juzgado devolvió los terrenos de la sede social y predio a la nueva comisión directiva encabezada por Oscar Bianco, luego de estar en manos de la Fundación Fraternidad del Sur.
“Ya tenemos fútbol infantil, femenino, boxeo, kick boxing, artes marciales, salsa y bachata. Después queremos sumar teatro y poner un club de jubilados, gimnasia y yoga”, sostuvo el secretario general Norberto Ingegnieri, en entrevista con Clarín, valorizando la velocidad del nado para llegar pronto a buen puerto, aunque con la cautela que todo viaje necesita.
“El sueño de todos es volver a estar afiliados, pero la realidad es que hoy no se puede. A medida que vaya pasando el tiempo lo podemos considerar”, enfatiza Bianco, que deposita su cuota de esperanza en una institución de la que su padre fue socio fundador, pensando quizá en que cambie la leyenda y el día de mañana hablemos del resurgir de Piraña, ocupando el legado que dejó el fénix.
- AUTOR
- Julián Barral
Comentarios