Historias
Cómo Bush aplastó al fútbol iraquí
En algún rincón de YouTube todavía deambulan videos pertenecientes a la etapa primitiva del sitio, detenidos en un tiempo dónde la banda ancha aún no era moneda corriente, lo filmado de forma casera era siempre de baja resolución y el contenido de aquella fase lejana de la plataforma de videos se encontraba influenciado por la coyuntura global de aquel entonces. Sin el (aún más) gigantesco tráfico que tiene hoy el sitio de videos, eventos como la Copa del Mundo de Alemania, la elección de Barack Obama o los discursos de Hugo Chávez son cuenta corriente de aquel YouTube de hace casi dos décadas. Un mundo que ya no existe.
El 8 de septiembre del 2006 el usuario buckeyedave7 compartió el único video que hasta hoy figura en su canal. Para ese entonces YT tenía poco más de un año de vida y aún faltaban un puñado de semanas para ser adquirido por Google. En el material, de 58 segundos, se ve a un soldado uniformado de pies a cabeza haciendo unos pases de pelota con un conjunto de chicos. De vez en cuando tanto el soldado como uno de los jóvenes hacen un par de jueguitos para dinamizar el intercambio. No hay diálogo y por la calidad del video no se pueden verse bien los rostros ni escuchar el ruido de la pelota tocando las zapatillas (o las botas) de los involucrados. Hay predominantemente un ruido de fondo que parece ser de una turbina.
El título del vídeo “soccer with iraqi kids” (fútbol con niños iraquíes) nos da un contexto de lo que vemos, más teniendo en cuenta el año de subida. Y la descripción del mismo, nos ayuda entender de dónde proviene y quién es el user detrás: “me playing soccer with some iraqi kids” (yo jugando al fútbol con unos niños iraquíes).
En las primeras crónicas que llegaban de Medio Oriente a partir de la invasión de los Estados Unidos a Iraq, quedaba en claro como el fútbol era una pasión a flor de piel entre la comunidad sobre la cual el país del Norte desplegaba sus tropas. Y como todo país que vive con intensidad a la pelota, se trata de una pasión irracional: en efecto, los misiles, las explosiones y las muertes no detuvieron -pero si casi aplastaron- al fútbol local: “El escape de Iraq es el fútbol, pero el fútbol no puede escapar a la guerra” titulaba The New York Times en un artículo de 2007, donde detalla cómo la práctica del deporte en cuestión se había visto afectada por la guerra, ejemplificando ello con estadios vacíos por temor a ataques, clubes relocalizados por habitar zonas devastadas y el mantenimiento de los estadios y los campos de práctica completamente desarticulado, llevando a un largo ocaso a la práctica profesional doméstica.
Al calor de los atentados del 11 de septiembre, la administración de los Estados Unidos, encabezada por George W. Bush y secundado por su todopoderoso vicepresidente Dick Cheney, diagramaron junto a su gabinete lo que sería la constitución de un “eje del mal” en donde yacían las amenazas contra el mundo libre, decantando esto en la denuncia contra Iraq respecto a la presencia de armas de destrucción masiva en su territorio. La invasión implicó, entre pilas y pilas de muertos, el derrocamiento del líder local Saddam Hussein, presidente desde 1979. Ninguno de los perpetradores de los ataques en suelo estadounidense eran de procedencia iraquí, sumado a que esas supuestas armas de destrucción masivas que denunció el mandamás republicano jamás fueron encontradas.
La ola de violencia en la cual se hundió la nación de Medio Oriente durante la guerra repercutió directamente en la práctica del fútbol profesional. Existen casos que se hunden en lo perturbador y enigmático, como la proliferación de secuestros a manos de grupos extremistas: en dichas condiciones pereció el futbolista integrante de la selección Ghanim Ghudayer, una de las víctimas de estas prácticas más conocidas a nivel nacional. El temor se empezó a apoderar del campo de juego, y los hinchas vieron como el hecho de ir a la cancha pasaba a ser una actividad extraviada en tiempos mejores. Los reportes periodísticos de aquel tiempo describen el sopesar de los seguidores de diversos equipos oscilando entre la tristeza por el escenario terrible que les tocaba afrontar a diario y la melancolía por no saber cuándo -si es que alguna vez- iban a volver a ver a su equipo de fútbol.
Descrito anteriormente, la baja concurrencia, el cese en el mantenimiento y la crisis institucional que un escenario bélico impone decretó un largo impasse para la liga de fútbol iraquí. Las últimas escenas que ésta regaló antes de su suspensión son realmente asombrosas. Una crónica del diario El País narra lo que fue el último cotejo profesional hasta la caída del sistema político doméstico (y con él, la federación de fútbol local, regida bajo la órbita del gobierno derrocado, decretando el fin anticipado del torneo). Se enfrentaban el Al Zawra y el Samara. El local, uno de los animadores del torneo, necesitaba ganar para engrosar sus chances de campeonar en una liga a la cual aún le restaban once fechas. Aquel partido, disputado el 28 de marzo de 2003, se vio eclipsado por su principio y su final. En primera instancia, porque los jugadores salieron al campo de juego en un estadio con capacidad para 50 mil personas, que solo contaba con cinco mil almas presenciado el encuentro. El temor a ataques empezaba a hacer estragos en las parcialidades. Respecto a la conclusión del match, las líneas de la publicación citada explican bajo qué grado de tensión se jugaba: “En un momento del partido en el que el Al Zawra, tercero en el campeonato, dominaba por completo a su rival por dos goles a cero, su delantero centro Hossam Fawzi se acercó peligrosamente al área del Samara. De repente, la explosión de un misil o una bomba cerca del lugar hizo temblar el estadio. La defensa del Samara perdió la concentración durante un pequeño instante y Fawzi aprovechó para aumentar la ventaja en el marcador.”
La imagen que ilustra la nota exhibe a dos futbolistas disputando la pelota, de frente a una tribuna semivacía la cual, en su grada superior, tiene una foto de la silueta de Hussein. Sobre ellos se despliega una humareda que proviene de las afueras de la cancha. Hasta allí resistió la liga. Pocos días después el mandatario iraquí fue definitivamente desterrado del poder e implicó el desmoronamiento de la cúpula de la Asociación de Fútbol Iraqí, encabezada por Uday Hussein, hijo del presidente derrocado, acusado de persecuciones, torturas y matanzas contra aquellos que no alcanzaban las metas deportivas que éste imponía. Desde los 80’ ejercía un rol central en el fútbol del país. Murió a manos estadounidenses en julio del 2003, a casi cuatro meses exactos de la suspensión del torneo local correspondiente a la temporada 2003-2004, la cual fue declarada desierta.
En su consecutiva, la 2004-2005, existió un intento en vano de normalizar la práctica profesional, pero las carencias en seguridad sumado a las tensiones bélicas que no cesaban implicaron una nueva suspensión. Para ese entonces ya regía la administración gubernamental doméstica bajo el ala Paul Bremer, un diplomático de carrera estadounidense originario de Connecticut quien encabezaba la Coalición de Autoridad Provisional de Iraq. Perteneciente al área de las relaciones internacionales en los años de Ronald Reagan, su nombramiento respondió a un mandamiento exclusivo de la cartera de defensa estadounidense, encabezada por Donald Rumsfeld, pilar del gabinete de Bush.
En la temporada 05-06 se logró completar una temporada de la máxima liga a la par de un lento pero constante regreso a la práctica profesional. En simultáneo y en el medio de las tensiones, la Selección de Iraq completó papeles francamente increíbles si tenemos en cuenta el contexto de dónde partió: en 2004, disputó en Kuala Lumpur, Malasia, las clasificatorias para la Copa Asiática, quedando puntero de su grupo por delante de Bahrein, los locales y Myanmar. Una vez en el torneo, llegaron hasta los cuartos de final, dónde fueron superados en un 3-0 propiciado por los anfitriones, China.
Tres años luego, en la edición del 2007, el combinado iraquí hizo historia al lograr la conquista de la copa continental en la final ante Arabia Saudita, con una victoria por 1-0 en Indonesia, sede de la final. Contra todo pronóstico, y a solo cuatro años de la invasión de la principal potencia en su territorio, el combinado lograba un título inédito e instalaba una celebración nacional sin precedentes en el medio del terror.
En su territorio, los abrazos y festejos en las calles pausaban por un segundo el ruido de las bombas y el paso de las botas. Las mismas que se multiplicaban a lo largo de ese mismo año por orden de un Bush en decadencia sin poder justificar al mundo tamaña maniobra militar en nombre de armas de destrucción masiva que no aparecían por ningún rincón de Iraq. Al año siguiente, con la popularidad del mandatario por el piso, su Partido Republicano perdería las elecciones presidenciales.
- AUTOR
- Esteban Chiacchio
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