Argentina
Cristian Colusso: Cuando el guión de la película se altera
Hay momentos que persisten en la memoria, como si sólo hiciese falta rebobinar una película para volver a vivirlos, así sea un ápice de aquella sensación. En el caso de Cristian Colusso, ese instante se puede resumir en un tiempo y espacio, mediados de la década del ‘90 y la cancha de Boca. Era una de las apariciones fulgurantes de Rosario Central, la figura incipiente del equipo, con apenas 17 años. Le hizo un caño a Néstor Fabbri sobre la raya del lateral y exhibió su calidad para el prime-time del fútbol argentino. Era su momento, pero aquel día aún no había terminado.
El colectivo de vuelta estaba a punto de partir cuando le dijeron a «Chiri», tal su apodo desde joven, que había alguien debajo que lo quería saludar. Era Diego Armando Maradona, que había visto en primera plana sus virtudes desde el palco. El pibe no salía de su asombro, recibió las felicitaciones del ‘10’ y siguió su camino, el que presagiaba un rápido despegue. Sus grandes actuaciones con el Canalla se repitieron tanto de local como de visitante, de hecho hubo otro gran partido en el estadio de San Lorenzo. Todo marchaba sobre ruedas, sin embargo las vicisitudes del fútbol profesional no permitieron que aquellos días tuvieran la continuidad deseada.
Si su debut con Pedro Marchetta había sido bueno, Colusso encontró su mejor versión luego de que Ángel Tulio Zof, prócer rosarino, asumiera en el banco de Central. La noche de mayor algarabía ocurrió en 1995, cuando el equipo remontó como local la final de la Copa Conmebol, ante Atlético Mineiro. Del 0-4 en Brasil, al 4-0 en Arroyito, con nombres de la talla de Roberto Bonano, Eduardo Coudet y Rubén Da Silva. El chico que recién se iniciaba falló su penal en la tanda que decidió el ganador, sin embargo su equipo se impuso y su remate fue una anécdota.
De la mano, llegaron las citaciones a los seleccionados menores. Estuvo convocado a la Sub 17 y al Sub 20, con el que viajó y mostró sus dotes en el Hernando Siles de La Paz. José Pekerman había asumido recientemente el mando del fútbol juvenil y tenía en sus planes al rosarino para llevarlo al Mundial de Qatar. Por una negativa del club, Chiri se quedó en Argentina y no acompañó al equipo que se consagró campeón en tierras árabes. Aquello no hizo mella en su andar, su rendimiento no bajó y siguió cautivando a la gente que llegaba al Gigante. Tanto, que llegó la transferencia a Europa antes de cumplir los 20 años.
Fue precisamente en ese momento en que la carrera de Colusso se trastocó. El guión que estaba escrito se alteró. Sevilla pensó en él y desembolsó dinero para tenerlo cuanto antes en sus filas, pero una división entre las cifras reales de la transferencia puso todo en stop. El jugador ya se entrenaba en la ciudad andaluza cuando le dijeron que, hasta que no se estableciera blanco sobre negro en las finanzas, no iba a tener lugar. Según se supo en ese momento, un grupo empresario lo había comprado en 500.000 dólares y vendido a España por 1,7 millones de la misma moneda. La investigación sobre el dinero restante lo alejó del equipo.
“La gente de Sevilla se enojó mucho conmigo, y yo no tuve nada que ver. Fueron mi representante de ese momento, dirigentes de acá y de allá. Hubo problemas políticos. Descartaron la posibilidad del Cristian Colusso jugador. Hubo un ensañamiento, no dejaron que me desarrolle”, explicó en el libro “Rosario, cuna de cracks”. Entrenó en soledad, por su cuenta, pero tuvo pocas oportunidades de hacer valer su talento, o de exhibir en primera persona porqué lo habían contratado. Mientras, recibía palazos en la prensa, que lo trataba como una promesa de mentira.
Un préstamo al León de México actuó como escaparate, pero el año de inactividad había pasado factura. Las lesiones imposibilitaron que en México lo adoptaran como propio y regresó a Sevilla, donde sí pudo demostrar algo de su magia en el equipo B. Pensó que era su momento, por fin tendría la posibilidad de desafiarse a sí mismo y con sus pares, así sea en un entrenamiento. Aunque la situación se fue haciendo desgastante, dado que recién había cumplido dos décadas de vida y tenía un contrato profesional, pero seguía entrenando con chicos. En ese momento, optó por rescindir el vínculo de común acuerdo y empezar de cero. Y lo hizo volviendo al lugar donde fue feliz.
El equipo de Edgardo Bauza lo acogió como el primer día. Regresó a Central y era suplente en un equipo que quedó subcampeón y contaba con grandes figuras, como Juan Antonio Pizzi o Ezequiel González, no obstante él se sentía más cerca de casa. Esas sensaciones le permitieron acondicionar su estado de forma y estar cerca del momento de mayor plenitud en años. Cuando parecía que todo estaba dado para tener su segunda oportunidad, empezó un raid por diferentes clubes del mundo que lo alejó de esa chance. Jugó en Ecuador y Venezuela, y hasta tuvo un paso promisorio por el Oldham inglés, de donde se tuvo que ir porque el nuevo DT le dijo que no aceptaba jugadores extranjeros.
Las dos experiencias más insólitas, de cualquier manera, estaban a punto de llegar. Regresó a Argentina y jugó en el Ascenso, al firmar con Almirante Brown. El desafío en La Fragata era correcto, parecía que no tendría grandes presiones, pero una amenaza de la barra brava lo obligó a decir basta de manera temprana. Hizo las valijas y viajó a Argelia para sentir el fútbol africano. “Me había llamado un paracaidista para jugar allá, uno que quería entrar en la comunidad europea, y me fui. Era muy buena plata en euros”, relató en el mismo libro. “Hubo problemas de dinero nuevamente y un hombre me puso un arma arriba de la mesa. Pasé hambre, me acuerdo que comí pan de una bolsa en la que había cucarachas. Fueron dos meses y medio muy largos”, profundizó sobre aquellos días interminables.
Sin prisas, Colusso hizo un análisis de todo lo que le había tocado atravesar en el pasado cercano y decidió ponerle punto final a su carrera en 2008, no sin antes jugar un tiempo en una liga menor santafesina. “Me empecé a bajonear con el tema del fútbol. Siempre que estás mal, tomas malas decisiones, y fui a lugares que no eran buenos, a lugares muy bajos. Cada vez era peor”, recordó, como si hiciera un viaje en una línea imaginaria de tiempo. Lo hizo sin replantearse nada dado que, a fin de cuentas, su sueño principal de jugar con la camiseta de Central se había cumplido. “A lo mejor, en ese momento tenía debilidades y no esa fuerza necesaria para estar en la élite”.
Los días que siguieron tuvieron otro color por largos años. Cristian se alejó del fútbol, una vía de escape que le permitió juntar energías y dedicarse a otros proyectos. Retornó a su primera pasión, esa que, de todos modos, nunca había abandonado. Se dedicó al entrenamiento de juveniles y chicos en diferentes academias o las juveniles canallas, y siguió yendo al Gigante de Arroyito para ver a su equipo. Era otro ambiente, más distendido y relacionado al calor familiar de la tribuna. “Llegar a Central fue un logro. Me recuerdan con mucho cariño, creo que por mi forma de jugar, que por ahí era atractiva”, rememoró.
Una vez fuera del fútbol, tomó conocimiento de muchas cosas que circulaban en torno a su figura. Una de ellas, que el propio Diego había hecho averiguaciones para comprar su pase, posteriormente al saludo de aquel día a la salida de la Bombonera. “Hasta Carlos Menem me quiso comprar. Son todas cosas que supe ya retirado”, expresó. Chiri había dado a conocer su zurda en el fútbol argentino y estaba preparado para desenvolverse en tierras españolas. Aquella experiencia fallida trastocó todos los planes.
- AUTOR
- Nicolás Galliari
Comentarios