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Cruyff, el motor de la Naranja Mecánica
El Brasil del ’70 generó un antes y un después en el fútbol. Clodoaldo, Jairzinho, Gerson, Tostao, Rivelino y Pelé, en su última actuación mundialista, desplegaron en México una exhibición pocas veces vista, un once que contaba con cinco ’10’ para llevar a la verdeamarelha a lo más alto. Tanto potencial en ataque asustaba a propios y ajenos. Para alegría del mundo, cuatro años más tarde volvería a aparecer otro elenco que eclipsó el mundo futbolístico: «La Naranja Mecánica».
Está claro que tanto Zagallo como Rinus Michels conformaron equipos que quedaron para la historia. Así como Pelé fue la bandera brasileña en suelo azteca, Johan Cryuff lo fue para Holanda. El volante de Barcelona llegó al Mundial de Alemania en la cúspide de su nivel, con decenas de laureles y un sistema engranado a la perfección por la escuela del Ajax. Claro, el mediocampista era pichón del entrenador, quien lo tenía bajo su ala en el conjunto «culé» y antes en el combinado de Ámsterdam multicampeón de los ’60 y comienzo de los ’70.
Alemania ’74 fue el regreso del seleccionado tulipán a un certamen mundialista luego de seis ediciones ausentes, algo insolito para un país que se había acostumbrado a tener equipos competitivos a nivel continental. Incluso, el dominio del Ajax -tricampeón europeo, campeón de la Supercopa e Intercontinental- era un condimento que alimentaba la ilusión del pueblo neerlandés. Así también la presencia de Cryuff, considerado el mejor futbolísta del momento. Pero cerca estuvo el astro de bajarse del evento. El problema surgió entre el futbolista y la federación, cuando ésta firmó un convenio con ADIDAS. Johan era la imagen de PUMA, la competencia de las tres tiras, y quería «su parte» por vestir una marca que no lo patrocinaba. «Querían que lleváramos su camiseta, y yo pedí mi parte. Me la negaron diciendo que la camiseta era suya, y yo les dije que la cabeza era mía”, fueron algunas de las declaraciones tiempo después. Por suerte, se llegó a buen puerto para que ambas partes queden contentas. ¿Cuál fue la misma? La camiseta del volante ofensivo llevaba solo dos tiras.
Volviendo a lo futbolístico, la aventura de la oranje comenzó con triunfo ante Uruguay con un doblete de Johannes Rep. La segunda fecha fue empate contra Suecia 0-0, pero más allá del resultado quedó grabada en la retina de todos los asistentes una gambeta que realizó «el holandés volador» a Jan Olsson: amagó con tirar un centro y con un taco se sacó la marca de encima. A partir de esa demostración en Dortmund, esa maniobra quedó patentada por él. La fase de grupos terminó con una goleada sobre Bulgaria por 4-1.
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Durante la segunda parte se vería el esplendor de Cryuff. Un doblete y una actuación estelar contra Argentina en aquella primera fecha. Alguna vez Enrique Wolff, zaguero del equipo argentino en la Copa, les contó a los colegas de El Gráfico, haciendo memoria de ese encuentro, que “nunca vi nada igual. No hay cómo frenarlos. Atacan con siete y defienden con los 11. Te matan marcando y cuando la tienen, se desmarcan todos. Siempre nos superaron numéricamente, en toda la cancha”. Es más, el cuarto gol holandés fue una muestra de las declaraciones de Quique: Johan recibió la pelota dentro del área, se posicionó como lateral izquierdo trasladando la pelota y cambió para Neeskens, en el otro costado. «Johan II» se la devolvió al ’14’, quien desparramó a un par de argentinos y metió un centro perfecto para que Rep sentencié el 4-0 final. Una muestra en toda su amplitud del «Fútbol Total». Luego vino Alemania Democrática, y cerró su pasaje a la final con el 2-0 a Brasil, el campeón reinante que llegó a dicho duelo invicto y con un solo gol en contra. El Flaco marcó el segundo tanto que puso fin al sueño brasileño de repetir el título.
El Estadio Olímpico de Münich era el escenario de una final inolvidable. Alemania Federal frente a Holanda, dos selecciones con ideas muy diferentes. Una donde prevalecía lo físico y la potencia de sus figuras, como Franz Beckenbauer, Paul Breitner, Sepp Maier o Gerd Müller, por sobre lo técnico. Del otro lado, los dirigidos por Michels, que tenía como premisa el juego colectivo, con una preparación física aplicada a una idea futbolística.
El duelo comenzó con un gol tempranero de Neeskens, que cambió el penal que le cometieron a Cryuff. Dos minutos y «La Naranja» se ponía en ventaja con el anhelo de usurpar la casa del local. Pero para desgracia de los holandeses, y recurriendo a la histórica frase de Gary Lineker «el fútbol es un deporte que juegan once contra once y siempre gana Alemania», Breitner de penal y el Bombardero Müller daban vuelta el marcador, un resultado que sería el final. John Taylor pitó el final y los comandados por Helmut Schoen le daban el trofeo a «una parte» del país.
Aquella exhibición en tierra germana le dio un mote a Holanda, de allí en más sería «La Naranja Mecánica», haciendo pie en la perfección de sus movimientos. Un once que tenía dos conductores como Cruyff y Willem Van Hanegem, pero donde el mediocampista del Barcelona era quien tenía voz de mando. Hacía y deshacía a su manera.
Una sola participación mundial y un segundo puesto no fueron impedimento para decir, y expresar sin balbucear, que Johan Cruyff fue uno de los mejores jugadores de todos los tiempos. Ese galardón como el futbolista más destacado de la Copa del Mundo sólo fue una caricia para quien se ganó los laureles como uno de los grandes mortales.
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- AUTOR
- Claudio González
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