Fóbal
Cuando la lleva quien no debe
Incluso después de varios días se sigue hablando y escribiendo en los medios acerca de la Selección Argentina. Mayormente pestes. «Iconos» del periodismo actual, «las voces escuchadas por el pueblo» o tan solo payasos detrás de un escritorio, un micrófono o una computadora recurren a la misma estrategia de siempre: destrozar nombres, pisotear carreras, menospreciar esfuerzos, y como siempre, asegurar que tienen la solución a los problemas de un equipo de fútbol. Obviamente sin ningún tipo de análisis acerca del encuentro, el rendimiento futbolístico de los deportistas o al menos del plan de juego e intenciones del entrenador. Como si la sustitución de uno, dos o tres nombres fueran la respuesta a las múltiples preguntas que generaron los bajos rendimiento de Argentina contra Perú, Paraguay, Venezuela o incluso en los choques ante Brasil y Ecuador durante la era Gerardo Martino.
Ni Fernando Belluschi, ni Iván Marcone, ni Marcos Acuña. Ni siquiera Nicolás Tagliafico. Tampoco Gerónimo Rulli, Carlos Tevez o Román Martínez. Jamás un apellido puede ser la solución a todos los males, excepto que se llame Lionel Messi. ¿Una ayuda quizá? Puede ser. ¿Diferentes opciones? Sí, acepto. ¿Cambios a partir de bajos rendimientos? Por supuesto. ¿Muerte a piedrazos en la Plaza de Mayo por haber errado un gol, dos, tres o un penal? Un poco mucho.
Lo que sucedió en estas Eliminatorias tiene mucho que ver con la realidad, con esa verdad que quedó oculta durante muchos años a partir de la presencia de Messi. Era algo que se suponía pero que nunca pudo ponerse realmente de manifiesto. El equipo quedó al desnudo en los siete partidos que no contó con la presencia de su líder. Fue evidente la incapacidad de esos futbolistas a los que se le piden respuestas adentro de una cancha, aún sin indicaciones específicas del entrenador. Y para peor, Argentina recae una y otra vez en un detalle negativo, más aun cuando se ausenta el crack rosarino: obligar a Javier Mascherano a trasladar el balón hasta la zona de gestación.
Argentina recae una y otra vez en un detalle negativo: obligar a Javier Mascherano a trasladar el balón hasta la zona de gestación.
Con Paraguay no fue la primera vez. Esta tendencia comenzó en el proceso de Martino. Copa América Centenario. 10 de junio contra Panamá. Parece joda pero no. Nicolás Otamendi puso el 1-0 a los 6 minutos y Argentina jugó mal, muy mal. Soporífero. Poquísimo control de balón y del partido en ese primer tiempo. Escasas asociaciones y excesivos intentos de pases filtrados por parte de Éver Banega y del propio Mascherano. En 53 minutos, hasta que ingresó Messi, apenas dos disparos al arco (uno del actual jugador de Inter, flojo y al medio) y una jugada en la que Gonzalo Higuaín tardó en definir. TRES situaciones contra un equipo que, por ejemplo, nunca disputó un Mundial.
Los motivos probablemente hayan sido muchos. Pero entre ellos, esa especie de obligación indirecta a la que se vio forzado el defensor-mediocampista de Barcelona, a partir de la poquísima movilidad de los diferentes receptores. Roque Mesa, actual integrante del fantástico equipo de Quique Setién, la UD Las Palmas, declaró hace un mes en el diario El País que «si un compañero falla el pase, la culpa no es del pasador sino de los que no le ofrecieron salida». Esto es lo que le sucedió a Argentina contra Panamá aquella vez pero también frente a Paraguay hace unos días, tal vez de forma más marcada que en otros encuentros.
El pase nunca fue una de las principales facultades del nacido en San Lorenzo (Santa Fe), pese a una notable mejora con el correr de su carrera. Amén de esto, una cosa es Mascherano en salida de balón y otra muy diferente cuando está diez o quince metros por delante del círculo central, sin conexiones directas o accesibles y con la obligación de crear. Con espacios libres, el arquero como opción y dentro de un funcionamiento colectivo como el del conjunto catalán, el Jefecito se desenvuelve con naturalidad, pese a algún yerro en los últimos encuentros.
Cuando sale de su zona de confort, la cosa cambia. Cuando es él el encargado de buscar superioridades o espacios vacíos, entonces hay un problema. Primero por sus dificultades para avanzar en el terreno y segundo porque sí o sí tiene que haber problemas de interpretación por parte de sus compañeros para que esto suceda. Ni el entrenador, ni los volantes o delanteros con mayor vocación para esa función pueden/deben permitir esto. Cuestión de sentido común, nada más.
De hecho, en varios encuentros de Barcelona ante Atlético de Madrid, puntualmente en los cuartos de final de la Champions League 2014. Allí se pudo ver cómo el equipo de Diego Simeone dejó libres a los laterales rivales y bloqueó las principales vías de pase para obligar a Mascherano a salir con pelota dominada hasta la mitad del campo, con apenas opciones claras por las bandas, justamente donde los rojiblancos ejercen mejor presión. Los Colchoneros lo hicieron sistemáticamente. Molestaron, incomodaron y se redujeron a Barcelona a una expresión mínima. Casualidad o no, el técnico del elenco Culé era Martino.
Para que esto no suceda se deben tomar riesgos, ya sea con trabajo en la semana (como los equipos) o con apenas algunos entrenamientos (como en las selecciones). Contar con la valentía para no esconderse detrás de los rivales no se aprende en unas sesiones matutinas. Aparecer en escena e intentar resolver de la mejor manera (a pesar del murmullo) se puede perfeccionar pero primero debe existir alguna intención interna que lo origine. Intentar, ese es el verbo clave. Arriesgarse. Eso es ser «guapo», como decían los abuelos. Las patadas, las gastadas o querer ganarla de boquilla son boludeces que destacan los payasos.
En definitiva, a Argentina le costará jugar sin Messi. Y para ello Bauza tiene dos soluciones: rezar o trabajar en pos de una mejora. Por lo pronto deberá priorizar funcionamiento por sobre apellidos. Acumular nombres importantes no es sinónimo de buen fútbol. Cómo y dónde tienen que aparecer los futbolistas para encontrar soluciones. Saber qué hacer en cada sector del campo, dependiendo de las fortalezas propias, y sin importar si se es defensor, volante o delantero. Conocer las limitaciones, ahí está el chiste…
A Argentina le costará en serio encontrar respuestas sin el 10, al menos en el corto plazo. Pero más le costará si la tiene quien no debe, en zonas del campo poco propicias… «La heladera en la cocina y el inodoro en el baño».
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