América
Cuando la lógica corresponde
Retornó Lionel Scaloni a su plan original. Tras adoptar otra idea en el debut, optó por volver a las bases. Pero las costuras se dejaron ver muy pronto en el seleccionado, la idea se resquebrajó y mostró grietas ante la adversidad primaria. Sin funcionamiento ni estructura que sostenga, el empate 1-1 ante Paraguay dejó ver que no hay lineamientos asentados, como tampoco un rumbo claro en torno al juego. Argentina quedó contra las cuerdas demasiado temprano, y esa quizá sea la demostración más cabal de que es menester un plan que tome al equipo nacional como prioridad, y no como un rejunte de decisiones tomadas cuando la urgencia apremia.
Las modificaciones realizadas por el entrenador, a posteriori del debut, estuvieron destinadas a recuperar los primeros compases, aquellos que el equipo mostró cuando Scaloni era aún interino. Roberto Pereyra ingresó al sector derecho y Giovani Lo Celso ocupó carriles interiores, para dar más fluidez a las acciones y hallar mayores sociedades con Lionel Messi. El objetivo era ser directo, que las combinaciones fluyan con velocidad y asfixiar al rival arriba, tras la pérdida de la pelota. Aunque una idea no asentada, volátil entre un juego y otro, deja de manifiesto que no hay un patrón general. Los primeros minutos del encuentro en el estadio Mineirao dejaron ver a un equipo decidido y con algunas buenas maneras, pero todo se rompió a la primera de cambio.
Cuando no hay una idea asentada, cualquier adversidad derrumba la ambición. Dentro del primer cuarto de hora, las conexiones entre Lo Celso y Messi eran continuas, Martínez apoyaba la circulación con su juego de espaldas, y Argentina se lanzaba a la recuperación como una manada hambrienta en campo rival. Pero, con el correr de los minutos, fue perdiendo precisión, y en transición defensiva se transformó en un conjunto demasiado largo si no podía robar la pelota cerca de donde se la habían robado. El gol paraguayo, a su vez, volvió a evidenciar que no es posible jugar sin un mediocentro de corte, que realice coberturas y barra toda la línea central, cuando la idea es la que pregonó el cuerpo técnico en Belo Horizonte. Leandro Paredes había otorgado una salida clara al equipo, sin embargo nunca se sintió cómodo cuando la albiceleste perdió el control.
Miguel Almirón tuvo su noche de gracia, cada conducción suya llevó peligro al arco de Franco Armani, y en una de ellas posibilitó el gol. Llevó el balón atado a su pie zurdo, desbordó a la espalda de Miltón Casco mientras observaba a Pereyra por el espejo retrovisor, y lanzó un centro bajo que encontró la llegada desde atrás del mediocampista Richard Sánchez. El remate bajo a un palo se hizo incontrolable para el arquero. Los de Eduardo Berizzo habían empezado a sentirse cómodos, replegaban en 4-5-1 sin dejar espacio al rival y salían en largo hacia Federico Santander. Al del Bologna lo acompañaba, con diagonales de derecha al centro, Derlis González. En uno de esos envíos largos, Armani, quien intentó adelantarse a la acción y cortar cerca de mitad del campo, controló mal y se llevó puesto a Derlis. Usualmente, las acciones que comienzan con un mal control son seguidas por una falta.
Si Argentina había sido un equipo espeso, plano, limitado con la pelota en sus pies durante el partido de presentación, esta vez no sería la excepción. Su búsqueda de los minutos iniciales se derrumbó a medida que pasó el tiempo y, en desventaja, se vio obligado a construir ante la defensa guaraní. En paralelo, no podía permitirse una inexactitud en el pase, dado que ello lo llevaría nuevamente a correr hacia atrás y al desorden. Así como en gestión de la pelota no pudo desequilibrar al bloque adversario, le era imposible recuperar una mínima cuota de la precisión en velocidad. Las excesivas modificaciones hicieron ver que el DT traicionó su idea madre en el debut, pero tampoco supo cómo hacerla funcionar en el segundo partido oficial de su ciclo.
El ingreso de Agüero trajo consigo la principal variante. Los movimientos de ruptura de Lautaro eran estériles si no estaban acompañados por un delantero que fijase a los centrales. Argentina comenzó a jugar con dos interiores y tres delanteros, ya que Rodrigo De Paul dejó el carril izquierdo y tuvo un rol más centrado por la derecha. Se trató del primer cambio en el esquema del colectivo, aunque no iba a ser el último. El equipo encerró a Paraguay, casi imposibilitado de salir (Nicolás Otamendi cortaba de raíz cualquier pase largo), y presionaba en tres cuartos de campo. Messi comandó los ataques, por dentro y en ambos costados, y la presencia del atacante del Manchester City intimidaba dentro del área. Un envío de Lo Celso encontró al Kun, quien produjo cerca del arco de Roberto Fernández la primera sociedad con Martínez. Pese a que la jugada se diluyó tras que la definición pegase en el travesaño, el VAR entró en escena y una mano paraguaya dictaminó el penal. El zurdazo de Messi igualó las acciones.
Existió un dominio mantenido, interrumpido por una falta infantil de Otamendi sobre González dentro del área, una vez el hombre paraguayo pudo romper nuevamente a la defensa argentina de afuera hacia dentro. Esta vez, Armani adivinó la punta y dejó con vida a la Selección, en lo que fue con totalidad una redención personal. Aunque ese control tuvo su fin con un cambio que frenó el ímpetu. Ángel Di María entró al campo, en detrimento de Lautaro, y Argentina volvió a repetir pérdidas. Una escena más dentro del film que ya lleva grabándose más de un año. El hombre del PSG tuvo minutos para el olvido, con fallas en los controles y sin acciones productivas, tanto por una banda como por la otra. De Paul había vuelto a ser carrilero, y luego abandonó su lugar para el ingreso de Matías Suárez. Scaloni modificó varias veces el parado, intentando encontrar soluciones, pero sin funcionamiento no existen patrones identitarios.
Con un punto obtenido de seis, Argentina fue disminuyendo el margen de error por sus propias fallas, e intenciones sin convicción en una idea. Deberá enfrentar en la última fecha del grupo a Qatar, un equipo que pese a sus limitaciones mostró tener idea de juego. Mientras tanto, en la nebulosa, la escuadra nacional juega sin rumbo ni estructura, e intenta por unas formas a las que le hacen falta demasiadas horas de trabajo. Tal vez, estos resultados no son más que los esperados. La lógica en el fútbol a veces corresponde.
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- AUTOR
- Nicolás Galliari
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