Fóbal
Cuando pensar no es la mejor opción
“No necesito pensar en lo que hago, simplemente lo hago. Como si estuviera en trance”, fue su frase mientras colocaba el grip en su raqueta, el 6 de julio de 2008. “Cuando la coordinación es la correcta y el ritmo fluye, vienen las buenas sensaciones, te sientes más capacitado”.
En su autobiografía, «Rafa, mi historia», Rafael Nadal detalló con precisión puntillosa varios y grandiosos momentos de su vida personal y deportiva. Entre ellas, diferentes vivencias de aquella recordada final de Wimbledon contra Roger Federer.
Pero lo que ni él, auténtico fan del Real Madrid desde pequeño, ni el propio John Carlin (autor del libro) pensaron, fue que esas mismas líneas, esos mismos sentimientos, situaciones cotidianas llevadas al extremo de un deportista profesional, también podrían explicar esta actualidad tan particular del Fútbol Club Barcelona. Porque pensar, a veces, y sólo muy pocas veces, no es la mejor opción.
Porque pensar, a veces, y sólo muy pocas veces, no es la mejor opción.
Como un ser humano cualquiera, “normal” (para entender el concepto), que cuando vuelve a su casa no necesita pensar en el camino de vuelta porque su inconsciente ya lo conoce. O como el propio Rafa en aquella final de Copa Davis contra Estados Unidos en 2004: “Cuando salí a la pista, la adrenalina barrió todo el miedo y la multitud me arrastró con su entusiasmo a tal punto que jugué por puro instinto, casi sin detenerme a pensar”.
Y justamente así jugaba el equipo de Luis Enrique hasta hace poco menos de un mes. Sin pensar. Con una fluidez denotada en su juego, que muchas veces rozó la perfección.
Pero a partir de algunos resultados negativos y actuaciones poco convincentes, se apartó sin quererlo de ese juego tan fluido y comenzó a pensar cada uno de sus movimientos. ¿Por qué? Porque empezó a dudar. Y cuando uno duda, no está seguro, y si uno no está seguro, busca una solución. La busca, es decir, piensa. En cambio, cuando no hay lugar a la especulación, la respuesta sale del cuerpo casi impulsivamente.
«Podría pensarse que, después de golpear millones y millones de pelotas, me debo saber de memoria los golpes básicos y que dar un golpe certero, limpio y seguro, pero no es así. No sólo porque cada día te levantas con un ánimo diferente, sino porque cada golpe es distinto; cada uno es único», destacó el mallorquín en su propio libro.
Lo cierto es que Barcelona perdió confianza y espontaneidad. No tanto en el clásico con Real Madrid pero sí contra Real Sociedad, Atlético de Madrid (vuelta de Champions League) y Valencia. Más que nada ante el conjunto Che. Porque el error desmotiva y aumenta la necesidad de asegurar la siguiente acción. Y en el afán de asegurar es donde aparece una vez más la falta de fluidez. Si no, ¿cómo explicar el mano a mano que Lionel Messi entrega a las manos de Diego Alves o el remate desviado de Gerard Piqué a minutos del cierre? Presión por hacer lo correcto y miedo a fallar.
Porque el error desmotiva y aumenta la necesidad de asegurar la siguiente acción.
Cierto es que el conjunto Culé se recuperó, al menos desde el resultado, con una gran goleada frente al Deportivo La Coruña. Habrá que ver en los siguientes encuentros si persiste esta sensación, si Barcelona sigue «pensando». O si por el contrario, recupera algo de esa naturalidad que lo llevó a tener un 2015 prácticamente perfecto.
Porque pensar, a veces, y sólo muy pocas veces, no es la mejor opción.
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