Copas europeas
Cup Winners’ Cup: Desde el Este
El insomnio de un amor, con su futuro de ilusión, revivió a un joven muerto civilmente
La decimocuarta edición de la Cup Winners’ Cup juntó a dos campeones defensores: el Milan, triunfador en 1973 al imponerse en la final al Leeds United, y el Rangers, ganador en 1972 e imposibilitado de defender la corona en el certamen siguiente -obtenido por el Rossonero– luego de los incidentes protagonizados por sus hinchas en la final en Barcelona.
Los italianos, que estaban más in the mood (?), se las arreglaron para llegar nuevamente a la final, mientras que los escoceses fueron eliminados en segunda ronda por el Borussia Mönchengladbach, que era uno de los mejores equipos del continente en los ’70s, aún pese a haber vendido a su estrella, Günter Netzer, al Real Madrid. Contaban con verdaderos referentes, como Berti Vogts, Uli Stielike (otro que se marcharía a La Casa Blanca años más tarde), Jupp Heynckes (quien terminó consagrándose como el goleador del torneo con 8 goles), Herbert Wimmer y a un par de daneses que andaban muy bien: Henning Jensen (otro que pasó por el Real Madrid y, también, por el Ajax) y Allan Simonsen (otro que se fue para España, pero en este caso para jugar en el Barcelona; además, fue parte del plantel danés que sorprendió a todos en el Mundial de México 86).
El Gladbach, de hecho, fue eliminado en semifinales por el Milan, que se impuso por un global de 3-1 para llegar nuevamente a la instancia decisiva. Hay que decir que el Rossonero, en ese momento, era conducido por un joven Giovanni Trapattoni, que agarró al equipo a modo de interinato a mitad de temporada: Cesare Maldini, reemplazante de Nereo Rocco, no llegó a completar su primera temporada como entrenador milanista (sí, el padre de Paolo, que dirigió a Italia en una copa del mundo más de veinte años después, donde no se animó a juntar a Baggio con Del Piero doing a Pekerman). La base de jugadores era más o menos la misma: Karl-Heinz Schnellinger, Aldo Maldera, Romeo Benetti, Gianni Rivera, Luciano Chiarugi, entre otros. Una particularidad: en el plantel estaban Alberto Bigon y Ottavio Bianchi, que fueron los DTs que llevaron al Napoli de Diego Maradona a sus únicos y respectivos Scudettos.
Antes de despachar a los alemanes, el Milan fue eliminando al Dínamo Zagreb (4-1), al Rapid Viena de Hans Krankl (2-0) y al PAOK griego (5-2). No podemos omitir a otros grandes equipos que también participaron del torneo, como el Sunderland -que aún contaba con Johnny Dignity en sus filas (?)-, el Torpedo Moscú, el Athletic Bilbao, el Legia Varsovia de Kazimierz Deyna, el Malmö FF -que tenía a varios jugadores, entre ellos el mítico Bo Larsson, que llevarían al club sueco a la final de la Copa de Europa cinco años más tarde, cayendo ante el Nottingham Forest de Brian Clough-, el Cardiff City -que volvía a la competición, luego de la breve intromisión del Wrexham-, el Anderlecht de Rob Rensenbrink -holandés que hizo carrera en Bélgica, que fue pieza importante de la Naranja Mecánica y que es el máximo goleador histórico de la Cup Winners’ Cup, con 25 pepas- y Paul van Himst -uno de los más grandes jugadores belgas de la historia y poseedor de un gran apellido- y el Olympique Lyon, con Fleury Di Nallo -«El Pequeño Príncipe de Gerland»-, Bernard Lacombe -segundo máximo anotador histórico de la Ligue 1, detrás de nuestro Delio Onnis; autor del gol más rápido del Mundial Argentina 1978, marcando a los 30 segundos ante Italia; también jugó en España ’82 y fue campeón de la Euro dos años más tarde en suelo francés- y Raymond Domenech, entre otros reconocidos players.
El otro gran equipo del certamen era, por supuesto, el finalista restante: el Magdeburg de Alemania del Este, que era dirigido por Heinz Krügel, quien tomó las riendas del equipo en 1966, año en el que se encontró descendido a la segunda división de la extinta Oberliga. Lo cierto es que Krügel lo devolvió a primera en su primera campaña y, en diez años al mando del equipo, logró tres títulos de liga y dos copas de liga, entre otros títulos de no menor calaña -guiño-.
El plantel estaba enriquecido con buena parte de la base del seleccionado alemán del este: Jürgen Pommerenke, Martin Hoffmann y Jürgen Sparwasser, entre otros. Linda historia la de este último: fue un delantero cuya carrera se desarrolló íntegramente en el Magdeburg, culminando la misma prematuramente debido a un accidente en pancha una lesión en la cadera, que lo obligó al retiro definitivo a los 31 años de edad. Semanas después de la final ante el Milan, Sparwasser anotaría el gol con el que Alemania Oriental derrotaba a Alemania Federal en el cruce mundialista de aquel año. Hay que decir que en 1988, apesadumbrado por ese gol (?), aprovechó la disputa de un torneo de veteranos y se fugó al otro lado del muro.
El digestivo incendio es su Dios
El sendero hacia la final de los teutones de oriente fue el siguiente: 2-0 al NAC Breda en primera ronda, 3-2 al Baník Ostrava en segunda fase, 1-0 al Beroe Stara Zagora de Bulgaria en cuartos de final y 3-2 al Sporting de Lisboa, que seguía contando con la cuota goleadora de Héctor Chirola Yazalde (3-2).
La final se jugó el 8 de mayo en el Feyenoord Stadion, en Rotterdam, ante una escueta muchedumbre de 6.461 personas. Los Eastern Germans (?) fueron superiores a los italianos. Venía parejo el primer tiempo, hasta el minuto 42, en el que un joven Enrico Lanzi la mete involuntariamente contra su propio arco. Lanzi, de la cantera Rossonera, tenía muy pocos partidos en primera. Aquella desgracia en la final marcaría su destino: al poco tiempo partió al Varese y luego anduvo pululando por Perugia, Monza, Campobasso y Paganese. Los alemanes quedaron agazapados para la contra. El Milan tuvo algunas chances pero no pudo empatar y fue Wolfgang Seguin quien fusiló a Pierluigi Pizzaballa a 15 minutos del final, para liquidar la final, valga la redundancia, si es que la hay (?). En el tramo final, los comunistas (?) estuvieron cerca de estirar la brecha en el marcador.
Los teutones, que estaban en su mejor momento histórico, se consagraban como el primer y único equipo del este alemán en triunfar en una competencia internacional (foto principal). Lamentablemente, empezaron a diluirse lentamente hacia finales de los ’70s, con la salida del arquitecto, Krügel, despedido por indicación de algunos muñecos del Partido Socialista, que lo consideraban políticamente poco confiable (!). Como todo equipo alemán del lado este del muro, luego de la reunificación alemana, se cayó a pedazos. Hoy están en la tercera categoría del fútbol teutón. El Milan, por su parte, mandaría a Trapattoni a trabajar nuevamente a las divisiones juveniles. Al año volvía a agarrar al primer equipo en nuevo interinato, volviendo a durar poco. Esta vez no fue desechado por los dirigentes, sino que él, que había sido jugador milanista, defendiendo los colores rossoneros en más de 300 oportunidades, decidió ir a dirigir a la Juventus, donde permanecería diez años, ganando seis Scudettos, dos Coppa Italia, una Copa de Europa, una Copa de Ganadores de Copa, una Copa UEFA y la recordada Intercontinental ante Argentinos Juniors.
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El socialismo (?) volvería a pisar fuerte en la edición siguiente, la número 15, de la Cup Winners’ Cup. El Ferencvaros húngaro y el Dínamo de Kiev soviético fueron los únicos sobrevivientes del certamen. Pero antes de ir con ellos, es mejor hablar de otros participantes. De menor a mayor: el Jiul Petrosani de Rumania, equipo que tiene cien años de vida, cuyo único logro fue la copa de liga que lo clasificó a este torneo y que hoy está en la cuarta categoría del fútbol rumano. El Bologna, cuya figura era Giuseppe Savoldi, quien tenía de compañero a Roberto Vieri, padre de Christian, quien tuvo una interesante carrera que incluye pasos por Fiorentina, Sampdoria, Juventus, Roma, entre otros; ambos eran dirigidos por Bruno Pesaola, argentino que, como jugador se formó en River, aunque debutó profesionalmente en Dock Sud, y que terminó desarrollando casi toda su carrera en Italia: Roma, Novara, Napoli -donde es ídolo- y Genoa; de hecho, se naturalizó italiano (llegó a jugar un partido para el seleccionado azzurro) y dirigió, además del Bologna (con el que ganó una Coppa Italia, la segunda del club Rossoblú, siendo este el último título de los boloñeses), al Napoli (con el que también obtuvo una Coppa Italia, primer título en la historia del conjunto napolitano) y a la Fiorentina, con la que obtuvo un Scudetto, el segundo y último de los violáceos.
También la jugó el Mónaco francés, que tenía a tres argentinos en sus filas: Delio Onnis: nacido en Italia, naturalizado argentino, formado en Almagro, iniciado en Gimnasia de La Plata y que jugó en el Stade de Reims, en el club monaguesco, en el Tours y en el Toulon, siendo al día de hoy el máximo anotador en la historia del fútbol francés, con 299 goles; José Omar Pastoriza: el recordado Pato, que fuera de la Argentina disputó cuatro temporadas en el Mónaco hasta su retiro en 1976. El tercero en discordia es Aníbal Tarabini: delantero argentino surgido en Estudiantes de La Plata, consolidado en Temperley y consagrado en Independiente, con pasos por Boca, el fútbol mexicano y el Principado, donde se retiró; fue parte del plantel argentino que disputó el Mundial de 1966 en Inglaterra y ayudante de campo del mencionado Pastoriza; falleció a los 55 años en un accidente automovilístico.
El Benfica fue otro de los contendientes pesados. Pero el más peneano (?) era el Real Madrid, sin ningún tipo de dudas. El conjunto Merengue tenía, para variar, un gran plantel, con tipos de calibre, como Vicente del Bosque, Santillana, el ya mencionado Günter Netzer, su compatriota Paul Breitner, José Antonio Camacho y Pirri, entre otros. Además, teníamos a otro argentino allí, figurando: hablamos de Roberto Juan Martínez. ¿Guién e’?, se preguntarán ustedes, imberbes (?). Martínez fue un delantero de llamativa carrera: surgió en Nueva Chicago, iba a jugar en Cerro de Montevideo e irregularidades en la transferencia derivaron en una suspensión de dos años, que fue reducida, terminando Martínez en Huracán de Las Heras, de la liga mendocina; al poco tiempo recala en Unión de Santa Fe, de ahí a Banfield y de ahí a Millonarios de Bogotá, donde duró nada, porque apareció el Espanyol con una oferta y se fue para Barcelona, nomás; le fue tan bien, que terminó pasando al Real Madrid, donde, a lo largo de seis años, desarrolló una más que respetable trayectoria, antes de regresar al club Periquito, donde se retiraría. Qué tul, eh.
Busco comprender, pero no me deja ver, por la burocracia de su historia
Así y todo, los españoles fueron eliminados en cuartos de final por el Estrella Roja de Yugoslavia, que se impuso en los penales. Recordemos que la Copa de Ganadores de Copa brilla por su ausencia en las vitrinas de La Casa Blanca. Aunque con trece Copas de Europa/Champions League en el haber, a quién joracas le importa (?).
El Real Madrid no pudo llegar a la final y sí pudo hacerlo el Ferencvaros, que ya no contaba con su gran figura, Florian Albert, que se había retirado al término de la temporada anterior, luego de quince años ininterrumpidos al servicio de los verdiblancos. Sin embargo, el equipo dirigido por Jeno Dalnoki contaba con varios jugadores importantes, que eran habituales del seleccionado húngaro de la época (algunos jugaron el Mundial de Argentina ’78, llegando a enfrentarse al equipo de César Luis Menotti en primera ronda). Llegaron a la final limpiando en el camino al Cardiff City (6-1), al Liverpool de Kevin Keegan (1-1, por gol de visitante), al Malmö FF (4-2) y al Red Star de Dragan Džajic (4-3).
En la final esperaba el Dínamo de Kiev, una máquina creada por el legendario Valeriy Lobanovskyi. Un equipo de robots, con formas poco atractivas, pero con resultados notables. El distinto del equipo soviético era, sin dudas, Oleh Blokhin. Aunque hay que decir que varios de sus compañeros en el Dínamo lo escoltaban también en la CCCP: el arquero Yegveniy Rudakov, Anatoliy Konkov (quien fuera presidente de la Federación de Fútbol de Ucrania), Volodymyr Troshkin, Vladimir Muntyan, Volodymyr Onyshchenko, Viktor Kolotov y Leonid Buryak, todos habituales titulares del seleccionado soviético.
Los ucranianos llegaron a la final eliminando al CSKA Sofia de Dimitar Penev (histórico defensor del CSKA y del seleccionado búlgaro, al cual dirigió llevándolo a un histórico cuarto puesto en el mundial de USA ’94), al Eintracht Frankfurt de Jürgen Grabowski y de Bernd Hölzenbein (ambos campeones mundiales un año antes en su país), al Bursaspor de Turquía y al PSV de Willy van de Kerkhof, Willy van der Kuijlen (goleador del certamen, con 8 porotos) y de Jan van Beveren.
El match decisivo se jugó el 14 de mayo en el St. Jakob Stadium de Basilea, en Suiza, ante 13.000 espectadores. Los de Lobanovskyi dominaron casi de punta a punta, yéndose al descanso dos goles arriba, gracias a un doblete de Onyshchenko. Oleh Blokhin, con una gran definición, fue el encargado de poner el moño, cerrando el marcador en 3-0. Los húngaros nunca pudieron volar tan alto como en aquella temporada 1974/75, mientras que los soviéticos se convertirían en fuertes contendientes en las siguientes ediciones del certamen.
Donde nadie ve, y pocos deben perder, el hilo de su conmoción idiota, hoy
- AUTOR
- Fernando Marino
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