Por el mundo
De fútbol y subversión cultural
Cuatro de enero de 1995. El pasquín Il Messaggero Veneto de Udine titula: UN ARTISTA DESAPARECE: S.O.S. DESDE LONDRES A FRIULI, permitiéndose sospechar a través del siguiente enunciado: «Visto por última vez en Bertiolo. Recorría Europa en una bicicleta. ¿Se desvió hacia Bosnia?». El epígrafe asevera: «Artistas de Londres y de Bolonia se preguntan por los últimos movimientos de un artista inglés. Se trata de Harry Kipper, de 33 años de edad, 1.75 metros de altura, cabello rojo oscuro y magnéticos ojos verdes.»
La nota detallaba más precisiones sobre el aparente hecho y sobre el personaje: Harry Kipper era un intérprete extremo cuya explosión artística se había dado a finales de la década del ’70, de la mano de la irrupción del movimiento punk, cuya ola era surfeada irreverentemente por los Sex Pistols, y cuyo pico de creatividad se desmoronó a la par del cachivache de Sid Vicious, de fugaz pero vital existencia para la banda y para el género. Aunque su gran aporte se vio más reflejado en la estética de los Sex Pistols, expandiéndose el estilo y los caóticos modismos hacia buena parte del género. ¿El aporte musical? Bien, gracias. Luego de la rápida disolución de esta banda referente del punk, no se supo mucho más de Kipper. Hasta 1995, año en el que decide aparecer en escena a través de una desaparición.
En realidad, Kipper nunca desapareció. No desapareció porque jamás llegó a existir. Kipper fue la carnada para que los carroñeros muerdan el anzuelo ficticio. El blanco principal de esta farsa era el programa sensacionalista «Chi l’ha visto» (en criollo: «Quién lo ha visto»). Para que podamos darnos una idea, dicho programa era una especie de híbrido entre «Gente que busca Gente» y «El Equipo de Primera». Se emitía semanalmente en horario pico de la RAI y consistía, como indirectamente lo dice el nombre, en buscar gente perdida. Pero no solo trataba de dar con el paradero de familiares que se buscaban entre sí, como, por ejemplo, algún hombre que abandonaba a su esposa e hijos o algún adolescente que dejaba su hogar. Sino que también desataba la caza de algún loco que escapaba del manicomio, algún delincuente con pedido de captura, entre otros casos. Lo peor de todo es que este circo era fogoneado por el mismísimo público, que tenía participación activa a la hora de aportar datos para encontrar a estas personas y, no llamativamente, a la hora de juzgar al buscado de la semana.
Unos días antes de que la apócrifa noticia fuera publicada en los principales diarios regionales, la ANSA (una agencia nacional de prensa) recibió una serie de argucias, tan verosímiles como incomprobables: una única imagen de Harry Kipper (montada luego de amalgamar varios rostros rándom), testimonios de colegas que habrían alojado a Kipper durante su estadía en Bolonia (todos falsos colegas, que no eran más que anarquistas medianamente reconocidos), una cinta de audio con la supuesta voz de Kipper, más todos los detalles acerca de su último proyecto: recorrer Europa en bicicleta uniendo diferentes ciudades del Viejo Continente a fines de trazar una línea imaginaria que, vista desde el atalaya, exhibiría la palabra «ART» perfectamente deletreada. Llevaba casi tres años en este proyecto, habiendo trazado la «A» y la «R». Al momento de culminar con la «T» es que, saliendo de Trieste, habría tomado un desvío hacia Bosnia, desapareciendo misteriosamente.
El seis de enero, la producción de «Chi l’ha Visto» se puso en contacto con los proveedores de esta información. Se mostraban sumamente interesados en Kipper y querían una entrevista. Las partes pactaron encontrarse en Udine para llevarla a cabo. Fuertes rumores y dudas sobre la veracidad del hecho conminaron a la producción del programa a echarse atrás a último momento. Ya era tarde: los periódicos nacionales ya se hacían eco de la farsa con la que el programa anhelaba alimentarse y publicaban títulos como «Cíber-broma a Chi l’ha Visto», «Volvieron loca a Milella» (la maléfica conductora del programa), «Buscando a un Kipper inexistente».
El objetivo había logrado concretarse: la credibilidad de los medios de comunicación había sido puesta en jaque. ¿Qué tiene que ver este hecho cuasi subversivo con el fútbol? Ya vamos a llegar…
Porque eso no fue todo. Cada tanto, un nuevo atentado contra el antimoralismo de los monopolios se daba a conocer. A mediados del año 1995, en la previa a la exposición de arte en la Bienal de Venecia, el enigmático grupo empezó a hacer circular información sobre los cuadros de Lotta. Lotta no era un artista como lo era Kipper. Lotta era un simio. Un simio que había sido rescatado por el Frente de Liberación Animal de su cautiverio en un laboratorio farmacéutico en el que había sido sometido a crueles experimentos. Parece que todo ese estrés que padeció le despertó un lado sensible, ya que, durante su reinserción, el primate empezó a desarrollar habilidades para con la pintura. Se había convertido en un artista tan bueno, que llegaba para exponer en Venecia. Todo minuciosamente inventado y difundido. Varios medios levantaron la información y la curiosidad hizo que mucha gente se acercara a la muestra para ver qué era lo que pintaba el mono. Debieron haberse sentido un tanto confundidos al confirmar que jamás existió un mono con habilidades para pintar.
Entre los años 1996 y 1997, empezaron a difundir rumores de que en la ciudad de Viterbo acontecían actos diabólicos, como sacrificios y misas negras. A medida que los rumores se expandían y se mostraban factibles, algunos medios comenzaban a mostrar cierto interés en la historieta. Al cabo de un tiempo, ya estaban exhibiendo videos de supuestos rituales por los noticieros. A todo esto, la histeria y la paranoia dominaban la atmósfera de la ciudad. Este movimiento cultural subversivo terminó adjudicándose esta producción de contrainformación homeopática (como ellos mismos denominaban), para la tranquilidad de la señora que te mete un zapping en loop entre el Rial y el TN viterbenses (?).
Este simpático cenáculo condensó en 1994, en la Universidad de Bolonia, siendo sus fundadores un minúsculo grupo de estudiantes de la misma, todos simpatizantes del anarquismo, de la Escuela de Frankfurt, del marxismo, entre otras corrientes filosóficas. El objetivo que aglutinaba a todas estas ideologías era inequívoco: la radio, el cine, la televisión, toda forma de prensa eran maquinarias ideológicas que pregonaban una cultura dominante, de sumisión, moldeando a gusto una forma de pensar y de obrar en una sociedad abúlica que ya estaba entregada por mandato universal.
Inspirados en el Ludismo, buscaban representar a la masa oprimida y anónima, encarnando en una figura de culto, con imagen y nombre rentados a fines de darle forma, aspecto, vida al movimiento, hacerlo tangible aún en el más acérrimo de los anonimatos. El Ludismo, decíamos, fue un movimiento surgido en Inglaterra en el siglo XIX que se oponía al capitalismo naciente. Este grupo de artesanos rebeldes era liderado por el General Ludd, un personaje incógnito, que coordinaba, entre otras cosas, operaciones que tenían como objetivo la destrucción de las máquinas que llegaban para reemplazarlos y quitarles sus puestos de trabajo. Así como el Ludismo se escudaba en el General Ludd, esta agrupación tomaba vida propia al portar un nombre, tener una identidad. Ellos se hacían llamar Luther Blissett.
Pero Luther Blissett no era un nombre inventado de la nada, como sí lo fue el de Harry Kipper. Luther Blissett, más allá de ser empleado alegóricamente por este grupo de ácratas, fue real. El personaje en cuestión fue (y aquí es cuando, finalmente, llegamos a lo que nos compete) un célebre futbolista.
Luther Blissett nació el primero de febrero en Falmotuh, Jamaica. Su familia se trasladó a Inglaterra cuando pequeño. Allí desarrolla gusto por el fútbol, en desmedro del gusto por el Reggae y el faso que viene en el ADN de todo buen jamaiquino (?). Se enrola en las filas del Watford, club que se encontraba en la cuarta división del fútbol inglés. Debutó en la temporada 1975/76. Para la siguiente, todo pareció indicar que nuestro amigo iba a tener que empezar a dedicarle más tiempo a esos CDs de Los Pericos que habían quedado perdidos en alguna caja (?). En la temporada 1976/77 jugó cuatro partidos en el año, sin marcar goles (Blissett era delantero). Pero todo cambió con la llegada a la cúpula directiva de (atención) Elton John. Con el astro del rock a la cabeza del club y con Graham Taylor timoneando al equipo, el club logró el ascenso a la Third Division, con participación activa de Blissett. Los Hornets dominaron la tercera categoría y alcanzaron el segundo ascenso consecutivo para acceder a la segunda división, categoría en la que permanecieron durante tres temporadas, hasta lograr la promoción a la primera división, la vieja y querida Football League. El Watford se iba a dar el gusto de debutar en la élite del fútbol inglés. Blissett aportó 40 goles en esos tres años para ayudar a los de Taylor en su imparable escalada.
En su temporada estreno en la Football League, le disputaron el título liguero al Liverpool de Bob Paisley hasta el final, culminando en el segundo escalafón del podio y clasificando, por ende, a la Copa UEFA. Blissett se consagraba como el goleador de la primera división con 27 goles en 41 partidos. Dicha campaña estelar lo llevó a debutar con el seleccionado inglés en un partido ante Luxemburgo, en el que marcó tres goles (los únicos que convertiría para el combinado nacional).
En 1983 se fija el punto de inflexión: el Milan, que venía de un par de temporadas en la Serie B, categoría a la cual había descendido a causa de diversas irregularidades, las típicas de todo club italiano (?), pone un millón de libras y se lleva a Luther Blissett para el fútbol italiano. Fue tan desastrosa su campaña con el Rossonero que, al cabo de una temporada, el Watford lo estaba recomprando por una suma de 550.000 libras. Aún sigue flotando el mito de que los italianos estaban siguiendo a John Barnes, compañero de Blissett y figura en el Watford, y terminaron llevándose a nuestro querido amigo, si se quiere, por error. Dicha historia tendría el mismo grado de veracidad que la del mono pintor.
El inglés, que había llegado como una estrella, resultó ser un fiasco. La cofradía universitaria, inspirada en esta historia, decidió tomar el nombre del atacante nacido en Jamaica para darle entidad al movimiento. Y no con el objetivo de ridiculizar al futbolista, al cual respetaban, sino que tomaron su nombre a modo de carta de presentación, para, analogía mediante, resumir un movimiento y definir sus blancos.
De regreso en Vicarage Road, Blissett se despachó con 21 goles, pero el equipo quedó empantanado en la mitad de la tabla. Tres años más tarde, sin Graham Taylor (quien se había ido a dirigir al Aston Villa) y sin John Barnes (vendido al Liverpool), el Watford desciende a la Second Division. Blissett se quedó a pelearla, pero jugó poco y su producción (que venía mermando progresivamente) fue escasa. Terminó siendo transferido a otro club de la segunda división, el Bournemouth de Harry Redknapp. Con los Cherries, Blissett tuvo un gran primer año, anotando goles y contribuyendo a pelear por el ascenso a primera. En el segundo año, a pesar de los 18 goles del atacante, el Bournemouth desciende a la Third Division. Se quedó un año más, en el que se despachó con 19 anotaciones, pero el equipo no pudo retornar a segunda. El que sí subió una categoría fue Blissett, que inició una tercera etapa con el Watford, que seguía deambulando por la Second Division. Estuvo tan solo doce meses, en los que anotó 10 goles, cerrando definitivamente el ciclo con su querido club y desatando un extenso periplo por equipos como el West Bromwich Albion, el Bury, el Derry City irlandés, el Mansfield Town y el Southport, retirándose en el año 1995, luego de despuntar el vicio en las ligas amateur de Inglaterra.
Así se terminaba la carrera de Luther Blissett, que tuvo una especie de segundo retiro. No de la actividad futbolística, sino de la subversión cultural. En 1999, luego de instalar la historia del artista serbio Darko Maver en los medios (un supuesto artista que hacía esculturas con maniquíes simulando cadáveres mutilados y torturados, que murió en un bombardeo de la OTAN mientras estaba preso por conducta antisocial: todo inventado, todo levantado por los medios), Luther Blissett decide disolverse para continuar su legado en otro movimiento. Y lo hace mediante un suicidio simbólico (una especie de Seppuku), que retira a los fundadores del centro de la escena, dejando el mando del movimiento a disposición de intérpretes con nuevos bríos y que sepan imbuir y sostener los ideales en el tiempo, dando a entender, fundamentalmente, que cualquiera puede ser Luther Blissett.
Antes de pasar el mando, aquellos estudiantes de la Universidad de Bolonia publicaron una novela titulada «Q», que vendió más de 300.000 ejemplares en Italia y que fue traducida a ocho idiomas. La misma, elaborada y confeccionada de forma colectiva por los integrantes de la agrupación, buscaba hacer un profundo revisionismo histórico haciendo base en los tiempos de la Reforma Luterana, allá por el siglo XVI, y contando sobre el surgimiento de diversos movimientos radicales que se insubordinaron ante la tiranía clerical reinante en aquellas épocas.
Hoy por hoy, el movimiento se ha reinventado al rebautizarse como Wu Ming (en mandarín: anónimo, sin nombre), que continúa en la línea de sus predecesores. Lo cierto es que aquellos entusiastas estudiantes universitarios, estimulados por un escepticismo amalgamado con cierta esperanza, lograron incomodar al titiritero y plantear algún tipo de emancipación en los títeres, estimulando el desarrollo de una autonomía intelectual en los mismos. Lo más lindo de todo es que, casi por accidente, lograron reivindicar (necesariamente) a un futbolista que fue ridiculizado por la prensa italiana. No podemos dejar de pasar por alto que el bueno de Luther Blissett, más allá de haber disputado 14 partidos con el seleccionado inglés y de haber jugado en uno de los equipos más grandes del Viejo Continente, es hombre récord del Watford: con 503 partidos, es el jugador que más veces defendió la camiseta de los Hornets, siendo también el máximo goleador histórico del club, con 186 goles. Es por eso que, lejos de hacer proselitismo (?), desde aquí aprovechamos a reivindicar, dentro de nuestro alcance, tanto al jugador como al movimiento. Nuestros respetos.
- AUTOR
- Fernando Marino
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