América
De la belleza a la ruina en tres décadas
Para intentar entender la actual crisis del fútbol brasileño nos debemos remontar al Mundial México 86′. Un día antes de los dos goles históricos de Diego Armando Maradona frente a los ingleses, la Verde-amarela dejaría en el camino un ciclo, un modo de juego. Aquel que lo había llevado a ganar tres copas del mundo y que nunca debió abandonar: el «Jogo bonito».
El 21 de junio de 1986, por los cuartos de final, Brasil quedó eliminado a manos de Francia. A pesar de comenzar ganando ese encuentro gracias al gol de Careca, el equipo dirigido por Tele Santana sucumbió ante el campeón de Europa, que contaba con el ingenio de Jean Tigana, Alain Giresse y el mismísimo Michel Platini. Fue el histórico jugador de la Juventus quien igualó el marcador y llevo el partido a los penales, donde su selección se impuso por 4-3.
Santana había sido el único entrenador en dirigir a Brasil en un mundial luego de quedar afuera en la edición anterior. La temprana eliminación en la segunda fase de España 1982 frente a Italia no le negó volver a encargarse de una generación de estrellas, luego de su paso por el Al-Ahli de Arabia Saudita. Pero esos genios ya no brillaban como antes. Toninho Cerezo no integró la lista por problemas físicos. Zico y Falcao fueron relegados al banco. Renato Gaucho no participó de la cita mundialista por cuestiones disciplinarias y esto motivó a la negativa del lateral Leandro. La mezcla fue letal y la despedida de Santana no se hizo esperar. El Scratch había perdido al último enamorado del Jogo bonito e iniciaba un camino más pragmático, muy discutido en sus primeras manifestaciones con el arribo de Sebastiao Lazaroni a la conducción del seleccionado.
Para colmo, Italia 1990 fue otro de esos golpes inesperados. Con Lazaroni en el banco, los sueños de la canarinha -que venía de ser campeona de América un año antes- se esfumaron en los octavos de final con el recordado gol de Claudio Paul Caniggia. La idea de juego ya había cambiado. La premisa dejo de ser el buen trato del balón para transformarse meramente en el resultado final. El éxito, a pesar de las consecuencias, pasó a ser el único objetivo. Y la derrota ante Argentina no modificó el rumbo.
Brasil no dejó de tener y crear grandes individualidades que lo llevarían prontamente a la gloria en Estados Unidos 1994. Con el pragmatismo tatuado a flor de piel, Carlos Alberto Parreira se coronaria gracias a jugadores del calibre de Dunga, Leonardo, Romario y Bebeto, entre otros. Ese mismo pensamiento de ganar como sea y dejar todo a las genialidades que pudieran inventar los ‘craques’ de turno, lo transformó en subcampeón del mundo en 1998, ya con Mario Zagallo a la cabeza.
Cuatro años más tarde, en Corea-Japon 2002 y con Luiz Felipe Scolari como entenador, llegaría un nuevo campeonato. Ronaldo en su máximo esplendor, acompañado por Ronaldinho y Rivaldo en ataque, sumado a los desbordes implacables de Roberto Carlos y Cafú le darían el título a la Seleção, tras imponerse por 2-0 frente a la Alemania de Rudi Voller. Este no fue solo el último zarpazo a nivel selecciones, el comienzo del fin había llegado. Un ciclo de grandes campañas en cuanto a resultados, que duró menos de una década, bastó para que los brasileños adopten un modelo y no se despeguen de él.
Pese a ser campeón de la Copa América 2004 y 2007 -con Adriano y Robinho respectivamente, en un nivel superlativo- las decepciones no tardarían en llegar. Parreira en Alemania 2006 y Dunga en Sudafrica 2010 fracasaron y se volvieron derrotados en los Cuartos de Final. En 2014 había llegado el turno de organizar una nueva Copa del Mundo y sacarse la espina del maracanazo era el anhelo de todos. Ya sin una gran cantidad de figuras, Neymar pudo hacer flotar el barco conducido por Scolari hasta las semifinales, donde se hundió nuevamente. El vergonzoso e histórico 7-1 de Alemania será una herida imborrable. Conducido una vez más por Dunga, Brasil dejó escapar la Copa América 2015 en los Cuartos de Final, cuando cayó por penales 4-3 frente a Paraguay.
El colapso definitivo se dio recién hace una semana, luego de perder contra Perú por 1-0 y quedar eliminado en la fase de grupos de la Copa América Centenario. Sin Neymar parece todo cuesta arriba, no hay figuras que sobresalgan -Kaká, en 2007, fue el último en ganar un Balón de Oro- ni mucho menos juego colectivo. Es todo producto de un largo camino que recorrió de la manera equivocada y que solo le sirvió para disfrazarse de campeón detrás de los arrestos individuales. Brasil ha perdido las bases y hace 30 años que no demuestra un fútbol vistoso. El desencanto con la pelota está a la vista de todos. No hay amor, no hay alegría, no hay Jogo bonito.
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