Copas europeas
De Luis Aragonés a Diego Simeone
En el Atlético de Madrid hay un antes y un después desde la llegada de Diego Pablo Simeone a la institución. No obstante, como este artículo abordará la historia del Atleti en la Copa de Europa y posteriormente en la Champions League, es imposible no hacer referencia a un hombre histórico de la casa: Luis Aragonés. Don Luis o «el Sabio de Hortaleza» –de esta forma se conocía al español–, fallecido en 2014, fue (y todavía lo es) el máximo goleador de la historia y el que más títulos ganó como director técnico en el equipo rojiblanco. Además, formó parte como jugador del único plantel del club que había llegado a una final de la máxima competición europea de equipos hasta la llegada del Cholo.
Atlético se llevó la derrota en un partido desempate de aquella definición decisiva en que participó Aragonés. Fue en la temporada 1973-1974 frente al Bayern Münich. El primer encuentro terminó con igualdad 1-1 luego del tiempo extra, y se jugó, dos días después, la repetición, en la que sufrió una caída por 4-0. Sin embargo, a la temporada siguiente, ya con Aragonés como entrenador luego de su retiro como futbolista a los 36 años, el colchonero fue el equipo representante de Europa en la Copa Intercontinental. El conjunto de Baviera se negó a disputar la final ante Independiente, el rival de esa edición, por “incompatibilidad de fechas”. El resultado de ese enfrentamiento, entre el conjunto español y el argentino, fue favorable al equipo rojiblanco; perdió la ida por 1-0, pero ganó la vuelta 2-0 y festejó la única Intercontinental de su historia de la mano del Sabio como técnico.
Luego de ir un tiempo atrás, para escribir sobre la historia del Atlético de Madrid y la figura excepcional de Don Luis, es el turno de referirse a la figura de Simeone y la transformación que logró en el equipo de la capital. El Cholo agarró un plantel que estaba cerca del descenso, más que de pelear por títulos o por puestos de clasificación a competencias europeas. Lo que ocurrió desde su llegada, ya seis años después, es de público conocimiento. El entrenador argentino no solo potenció el rendimiento de varios de sus futbolistas sino que convirtió, al Atleti, en uno de los mejores equipos del mundo.
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El mérito de llegar a dos finales de Champions League es enorme, incluso al haber perdido ambas frente a su máximo rival, el Real Madrid. Ahora bien, el camino que se recorrió, hasta dichos partidos decisivos, fueron distintos. Tanto en la primera, disputada en Lisboa en 2014, como en la segunda en Milán, en 2016, varios líderes en cuanto a nombres propios se repitieron, con pocos –pero trascendentales– cambios. Por ejemplo, Diego Godín, Filipe Luis y Gabi estuvieron en ambas. No obstante, el intercambio entre Diego Costa y Antoine Griezmann en el ataque significó, además, un intento por modificar de cierta forma el estilo del equipo.
El Atlético de Simeone que llegó a su primera final basaba su juego, principalmente, en la excelencia en cuanto a organización se refiere. La intensidad en defensa, ya sea desde el pressing o el repliegue, y la cobertura de espacios eran las principales virtudes del equipo. Mientras que en ataque, todo se centraba en dos futbolistas. Por un lado, con Diego Costa y su habilidad para desmarcarse, tirar diagonales y, de esta forma, llegar rápido a campo contrario. Por otro, con Arda Turan y su capacidad de guardar la pelota, jugar a ritmo lento y ser la figura pensativa del plantel.
Asimismo, en esa Champions League tuvo momentos en los cuales ejerció un gran dominio a su rival. Por ejemplo, la primera media hora, en la vuelta de los cuartos de final frente al Barcelona, fue grandiosa. Aunque la mejor actuación del equipo ocurrió en Stamford Bridge, en el segundo partido de las semifinales contra el Chelsea, dirigido por José Mourinho. A ese encuentro se lo recuerda como uno de los grandes de la era Simeone.
¿Y la final? Lo cierto es que los Colchoneros estuvieron a segundos de ganar la primera UCL de su historia, pero apareció Sergio Ramos y el famoso cabezazo. El Atleti llegó muy diezmado a Lisboa, con algunos jugadores lesionados –Arda– o al límite –Costa–, e incluso el nacionalizado español debió ser sustituido a los pocos minutos de haber comenzado el partido. Sin dos de sus grandes referentes, resistió hasta el final, y ya luego en el tiempo extra no pudo contra el talento del Real Madrid y terminó siendo goleado por 4-1.
En el recorrido del segundo subcampeonato, ya no era un equipo tan sólido defensivamente, pero había mejorado su calidad en el manejo de la pelota y en la creación de jugadas ofensivas. ¿Las razones? Que sus dos mejores jugadores pasaron a ser Griezmann y Koke, dos futbolistas con características más acomodadas para dominar partidos desde la posesión que de otra manera. Entonces el equipo avanzaba, fundamentalmente, mediante las combinaciones que generaba con el triángulo Filipe-Koke-Griezmann.
Los dirigidos por el DT argentino llegaron mejor a la final que el Madrid. Habían demostrado más que su rival en las rondas previas. Eliminaron en cuartos de final al Barcelona, siendo superiores en ambos partidos, y al Bayern en semifinales, aunque sufriendo más de lo que le hubiese gustado al Cholo en el encuentro de vuelta. En tanto, los de Zinedine Zidane arribaron con más complicaciones de lo normal, al necesitar de un enorme Cristiano Ronaldo para ir avanzando rondas.
Y aunque la final en cuanto al desarrollo fue distinta, comparada a la primera que habían disputado dos años atrás, porque el Atleti obtuvo más minutos de dominio y de protagonismo, una vez más se la llevó el Madrid. Más allá de que la calidad individual de su rival era superior en aquella instancia, el contexto se presentó como ideal para dar el “batacazo”. Los rojiblancos necesitaban creérsela, pero fallaron en el intento –Griezmann erró un penal– y la jerarquía de su rival los superó, a pesar de que terminaron derrotados en la tanda desde los 12 pasos.
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Las dos finales perdidas ocuparán un espacio entre los recuerdos tristes para los hinchas, pero seguro que no olvidarán lo que se consiguió desde que Simeone se convirtió en el entrenador. De pensar más en cómo escapar del descenso y de sufrir una crisis de identidad grave, a transformarse en uno de los mejores equipos del mundo y preocuparse, en el buen sentido de la palabra, en armar planteles competitivos para intentar pelear por todo lo que se juega.
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