Copas
De Messi a Banega
Lionel Messi acostumbra a lo excepcional. Ha hecho que se pierda la capacidad de asombro por hacer con cotidianeidad obras magistrales. Lo había evidenciado firmando una actuación estelar ante Panamá, cuando ingresó y marcó un hat-trick en media hora. En aquella ocasión, había sido una especie de antídoto ante problemas recurrentes del seleccionado. Esta vez, ante Estados Unidos, dio el puntapié inicial de la goleada con una asistencia maravillosa, y marcó un gol de tiro libre que quedará archivado en la memoria colectiva históricamente. Fue clave para la victoria, no solo por sus goles, con la compañía de un brillante Ever Banega y el acierto goleador de Gonzalo Higuaín.
Inició el juego sobre la banda derecha, aunque prontamente la abandonó para moverse por el centro. Desde allí, hizo que ningún estadounidense tenga referencia para marcarlo, y pudo recibir casi siempre en libertad para asociarse. Apareció una y otra vez por carriles interiores, dejando en posiciones ventajosas a sus compañeros en más de una oportunidad y haciendo que la circulación de balón sea fluida. Argentina dejó de lado en Houston sus problemas en ataque organizado para encontrar un juego de fluidez que quizás haya decantado en el mejor partido del seleccionado desde que Gerardo Martino está en el cargo de entrenador.
Instalado arriba, Banega volvió a ser un socio ideal. Excelso como en sus anteriores partidos de la presente Copa América, Ever se mueve con una finura pocas veces expuesta con la camiseta albiceleste. Lógicamente, tiene que ver con su gran temporada en Sevilla, donde sobresalió como mediapunta. Sin Messi en las primeras jornadas en tierras norteamericanas, el futbolista ex Boca Juniors se movió cerca de la zona de tres cuartos. Ya con el 10 dentro de la cancha, pasó a ocupar el triángulo del mediocampo, dejando detalles de mucha calidad a un nivel que no había alcanzado antes jugando para su país. Incluso, con una precisión casi total en sus pases.
Asimismo, además de la soltura argentina para jugar con el balón y ser directo cuando era necesario, el equipo fue capaz de desarrollar con mucho acierto la presión tras pérdida. Fueron muchos los robos en campo rival, pocos segundos después de perder la pelota y generando superioridad numérica alrededor del poseedor. Era una incógnita saber si el conjunto, con Messi y Banega en el campo, podría aumentar su calidad para subir el balón y dar velocidad a sus ataques. La lesión de Ángel Di María, un elemento importantísimo en partidos que le permiten correr a Argentina, había dañado el escenario de transiciones vertiginosas en el que la Selección suele crear mucho peligro. Aún sin ser algo continuo, el combinado jugó mejor partido en mucho tiempo tomando la iniciativa. Desordenó a Estados Unidos, aprovechó cada una de sus fallas en salida y acabó por desmoralizarlo, al punto tal de que los dirigidos por Jurgen Klinsmann no patearon una sola vez al arco de Sergio Romero en los 90 minutos. Y en este último factor, incidió una muy buena labor de Nicolás Otamendi y Ramiro Funes Mori, vitales en duelos individuales.
Siendo Messi la razón del juego y Banega su principal conector, Argentina gestó su mejor partido. Llega a una nueva final, la tercera en tres años consecutivos, todavía sin el resultado esperado. Haber arribado a todos los encuentros de las tres últimas grandes competencias es, más allá de matices, idas y vueltas, un aspecto sumamente destacable.
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- AUTOR
- Nicolás Galliari
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