América
De titular a nada: Daniel Passarella en México 1986
2 de Junio de 1986. Corea Del Sur. Partido 1.
“Ya pasaron 30 años boludo”, bien podría decirle un cincuentón a su amigo de toda la vida. El problema es que seguramente no recordará esta fecha como para comunicarlo en voz alta, mientras ríen e intentan rememorar sus andanzas en los años ’80.
Tal vez puedan acordarse del 22 de junio o por qué no del 29. Pero seguro seguro no les pasará con el segundo día del sexto mes del año. Aunque levanten la vista, cierren apenas el ojo derecho, frunzan los músculos del pómulo y hagan fuerza para recordar… No lo lograrán.
“Hasta antes del ’86, Maradona era un crack, un excelente jugador pero no era todavía el Padre de la Patria”, dijo alguna vez Ezequiel Fernández Moores.
Hace tres décadas comenzaba la Copa del Mundo de México 1986. El torneo más emblemático de la historia del Seleccionado de Fútbol de nuestro país. El campeonato que transformó a un gran jugador en una de las leyendas más grandes del planeta. “Hasta antes del ’86, Maradona era un crack, un excelente jugador pero no era todavía el Padre de la Patria”, dijo alguna vez Ezequiel Fernández Moores. Pero ese es otro cuento, sepan disculpar.
La historia que aquí nos convoca es una de las que vivió el equipo de Carlos Bilardo en la previa del debut mundialista frente a Corea del Sur. No, no es la de la Virgen de Tilcara. Tampoco las sesiones de acupuntura del médico coreano, Ha Jin Woo, para ayudar a la recuperación de los jugadores asiáticos. Esta es la historia de Daniel Alberto Passarella, el hombre que no disputó ni un minuto del torneo, incluso cuando había sido confirmado por el entrenador como titular para el encuentro inicial.
“Yo ya sé que vos no me querés. Voy a citar una conferencia de prensa para decir que tengo problemas familiares y me vuelvo para Italia… Yo no vengo para ser suplente”. Así de frontal arrancó la relación Passarella-Bilardo, cuando apenas habían pasado un puñado de entrenamientos bajo la dirección del nuevo técnico. Pero el central, que había sido capitán, figura y pieza fundamental del plantel de César Luis Menotti, arrancaba avasallante (como siempre) este nuevo ciclo mundialista.
“No, no podés hacer eso” avisó el DT. “Sí, puedo”, retrucó el defensor. Bilardo terminó prometiénole un lugar en los próximos entrenamientos y cumplió. El Kaiser hilvanó buenas actuaciones, se ganó su lugar como titular y hasta participó del gol ante Perú (2-2), que le permitió a Argentina disputar el Mundial de México, nada más y nada menos. Tras ese gol, el Monumental se erigió con un “Passarella, Passarella” que quedaría en el recuerdo.
Hasta el propio Raúl Alfonsín se preguntaba: “¿Cuándo van a echar a Bilardo?”.
Pero eso no cambiaría los planes que originalmente tenía Bilardo con su seleccionado. La idea de un equipo liderado dentro y fuera del campo por Diego Maradona permanecía en su cabeza. Pero claro, el equipo argentino no transitaba momentos felices. Una angustiosa clasificación y constantes ataques de parte de la prensa y el público, nada conformes con esa actualidad. Hasta el propio Raúl Alfonsín, Presidente en dicha época, se preguntaba: “¿Cuándo van a echar a Bilardo?”.
“La única verdad es que estaba queriendo ganarse al grupo sembrando cizaña desde que había perdido el liderazgo. Y la verdad es que lo tenía atragantado”, destacó Maradona en su libro “Yo soy el Diego de la gente”. Las dos figuras (quizá) más emblemáticas de Argentina en ese campeonato no se dirigían la palabra. De hecho en la producción de El Gráfico, donde ambos posaron con típicos gorros mexicanos, llegaron y se fueron sin hablarse. Sólo acataron los pedidos de los fotógrafos.
“Tenía un aspecto que llegó a preocuparme”.
“Yo lo ponía en el primer partido pero una hora y media antes no podía”.
La primera de esas frases la reprodujo Jorge Valdano y la segunda es de Carlos Bilardo. Y ambas tuvieron como sujeto tácito a Daniel Passarella. Diez días antes del inicio del torneo, el defensor cayó con un cuadro de enterocolitis, una enfermedad parasitaria.
“Todos comieron en lo de Eduardo Cremasco pero se embromó uno sólo”, relata Víctor Hugo Morales en uno de los capítulos de “1986, la historia detrás de la Copa”, el documental de aquel torneo, que tuvo gran repercusión en el último Bafici. Cremasco era un ex futbolista de Estudiantes de La Plata, compañero de Bilardo en su etapa como jugador, que tenía un restaurant en México llamado “Mi viejo”. Allí el seleccionado compartió una de las tantas cenas de ese viaje.
“La amebiasis se divide en tres. Yo tuve giardia, la más leve. Pero me la curan mal. Bah, en realidad no me curaron nada”, afirmó el Kaiser. Ni siquiera Raúl Madero, el médico del plantel en aquel Mundial, esperaba tamaña gravedad.
“Buenas muchachos, como prometí, dos días antes doy el equipo con el que vamos a jugar ante Corea del Sur: Pumpido; Clausen, Ruggeri, Passarella, Garré; Giusti, Batista, Burruchaga, Maradona; Valdano y Pasculli”, escupió el entrenador argentino el 31 de mayo de 1986, para felicidad de los periodistas que se habían hecho presentes en la sala de prensa.
“Tenemos que demostrar en la cancha la superioridad que tenemos sobre Corea”, comentó Passarella horas después. Quedaba claro que el central arrancaría como titular. O al menos eso nos vendían los protagonistas.
Pero nada de eso sucedió. José Luis Brown jugó ese y todos los demás encuentros del Mundial. ¿Y ahí termina todo? En realidad no. El ex jugador de River continuó internado y con la medicación pertinente, mientras Argentina avanzó de fase. Se recuperó, volvió a los entrenamientos pero antes de Inglaterra los problemas aparecieron nuevamente.
“¿Te volvió? Hacé el bolso y volvete, no jugás más el Mundial. Porque ahora cuando te vuelve no es una giardia, es una ameba o una salmonella y no la parás más por un mes”.
“Ahí llamé al Doctor Oliva, el medico en la época de Menotti -relata Passarella-, y le cuento que tuve una giardia, me medicaron, se me fue y ahora me volvió otra vez. Me pregunta ‘¿te dejaron de medicar?’. Sí porque tenían miedo que me debilitaran los fármacos, le digo”. Y Oliva lo paró en seco: “¿Te volvió? Hacé el bolso y volvete, no jugás más el Mundial. Porque ahora cuando te vuelve no es una giardia, es una ameba o una salmonella y no la parás más por un mes”.
Y allí nomás terminaron, o mejor dicho se destruyeron las aspiraciones de Daniel Alberto Passarella de jugar al menos unos minutos en México 1986. Sí, es cierto, técnicamente es el único jugador argentino en tener las dos medallas del mundo. Una como capitán, la otra como el gran olvidado del plantel. Tal vez adrede, tal vez de casualidad. Por una comida, quizá por agua infectada, quizá los terremotos que había sufrido el país por aquellos años tuvieron algo que ver, tal vez no. Ubaldo Fillol cuestionó hace unos años a Bilardo, asegurando que quiso sacarlo a Passarella del Mundial, pero el entrenador afirma aún hoy que contrató al mejor infectólogo de México para que lo tratase.
“¿Y vos qué pensás?”, le preguntó alguna vez el defensor a Fernando Signorini durante su estadía en el hospital, mientras Argentina jugaba y él se limitaba a recuperarse. “Si el del problema hubiera sido Maradona ya hubieran estado arriba de un avión buscando por todo el mundo un especialista y vos estás tirado acá”.
Clarito.
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