América
Delfín, el proyecto que emerge desde el Pacífico
No es de extrañar que si algún día esta alegre ciudad de Manta en la costa del océano Pacífico tuviera un club que trascendiera a su frontera y se hiciera fuerte tanto en el litoral como también allá en las altas cumbres de los Andes, llevaría un nombre relacionado con el mar. Es que la gran mayoría de los mantenses viven con algo que tiene que ver con esa prepotente masa de agua que mece los barcos en su puerto, que no solo es uno de los principales del Ecuador sino que es el principal puerto pesquero del país, y el lugar donde se descarga la mayor cantidad de atún en el mundo. El turismo, por su lado, tracciona la otra mitad de su actividad productiva y juntos, océano y visitantes, son principales protagonistas de la impronta de esta metrópoli.
En su mar además, hay ballenas, manta rayas gigantes responsables de que muchos viajeros se adentren en sus profundidades tratando de acercarse lo más posible a la bestia. La comida viene del mar. El clima está condicionado por el mar, la economía misma es el mar y por eso al club que nació a fines de la década del 80 no le quedó otra que llevar nombre de mar. Delfín Sporting Club le pusieron, y así, salió a ganarse el corazón de los mantenses.
Antes, en la ciudad hubo otros intentos incipientes de clubes que no llegaron a reverberar en el espíritu de los habitantes de una ciudad casi virgen de emociones deportivas, hasta que el Cetáceo, tan poco original como simpático apodo que lleva el club, comenzara a salir de la profundidad del barrio 9 de octubre.
La historia cuenta que en el año 1961 ya había clubes en la región del Manabí, y equipos como River Plate o Estibadores Navales fueron los primeros en llegar desde esta provincia a jugar en el campeonato nacional de 1963. Juventud Italiana, América de Manta o Manta Sport lo hicieron años más tarde, pero ninguno había logrado lo que Delfín en la década de los ’90.
Con el gen del club 9 de octubre de Manta, con el cuál compartieron nombre en 1988, Delfín se funda definitivamente el 1 de marzo de 1989 cuando se queda con la franquicia de su antecesor, y al año siguiente asciende a la primera división ecuatoriana. Pero el devenir de la historia que hasta el momento fluiría fría como la corriente de Humboldt que acaricia sus arenas, con descensos y ascensos continuos desde 1995, tendría un hito difícil de olvidar y que marcaría su destino en lo más profundo del miedo.
El sábado 16 de abril del 2016 ya era de noche a las 18:58 en Manta. La gente abarrotaba los mercados y se preparaba para asaltar las playas el domingo siguiente. Todo empezó con un pequeño movimiento que pocos segundos después se convirtió en un violento cimbronazo de 7.8 grados en la escala de Richter que sacudió a toda la ciudad. Fueron pocos segundos, menos de un minuto, suficientes para que la destrucción arrasara a gran parte de la provincia de Manabí y se ensañara especialmente con Manta.
El estadio Jocay, que había sido utilizado por todos los equipos mantenses desde su fundación en enero de 1962 y que ahora era el hogar de Delfín, y de Manta Fútbol Club en la Serie B, quedó en ruinas. Tanto, que la tribuna sur quedó inutilizable. Aun así, y a duras penas, se convirtió en el centro de acopio de la ayuda que llegaba del resto del país y del extranjero. Por él pasaron todos los sectores que organizaron la ayuda social en ese momento de desconcierto y congoja.
El golpe no fue solo moral, a la catástrofe humanitaria, que costó más de 600 vidas y decenas de miles de refugiados, le siguieron las pérdidas económicas y Delfín, como no podía ser de otra manera, se vio tan perjudicado como el resto.
Con mucho esfuerzo, Delfín había logrado ascender nuevamente a la serie A hacía unos cuantos meses, luego de 14 años de ostracismo en las divisiones menores, y ahora los jugadores ya no querían quedarse en Manta. El club perdía la localía por tiempo indeterminado y el futuro era incierto como nunca.
Pero el Cetáceo había logrado con los años algo que ningún otro club de la zona había podido, hacerse carne en el sentimiento de su gente, y a partir de ahí fue que los hinchas no lo dejaron morir. Y el Delfín no los dejó solos. Unidos, amalgamados como una misma cosa, club y afición se hicieron fuertes a partir de la tragedia y aún con muchos inconvenientes empezaron a torcerle el brazo al dolor.
En 2017, apenas un año después del terremoto, Delfín dio el primer gran salto. Con un presupuesto cinco veces menor al de los grandes clubes del país, ejerció como motor de una sociedad que se encolumnó detrás del sueño de ser campeón. Sorpresivamente, el fin de la temporada lo encontró como finalista del campeonato de primera división de Ecuador y, aunque el título quedó en manos de Emelec, el club del Manabí se clasificó para jugar por primera vez en su historia la Copa Libertadores en 2018.
En poco más de un año desde su ascenso y el terremoto devastador de la ciudad de Manta, el 28 de febrero en un estadio Jocay a medias y ante poco más de 15 mil personas, Delfín empató 1-1 con Bolívar de La Paz en un grupo que lo juntó además con Colo Colo y Atlético Nacional de Medellín. Finalmente, terminaría último en el grupo B y muchos pensaron que ahí se terminaba un sueño irrepetible.
Para que todo esto ocurra, mucho antes, más precisamente en el 2012, el club que estaba en una situación de alarmante desidia en la tercera división, con jugadores que no pertenecían al club, una dirigencia inestable y pocas posibilidades de generar recursos, se puso en marcha con un ambicioso plan para empezar prácticamente desde cero y llegar a primera división.
Una estrategia integral que comprendía aspectos sociales como la necesidad de crear una masa societaria que ayude no solo con la inyección de dinero fresco a la consolidación del club, en una ciudad que había visto pasar varios experimentos sin que ninguno pueda sostenerse en el tiempo.
La implementación de dicho plan requería, primeramente, ordenar la cuestión organizativa del club a partir de sus dirigentes y ajustar todas las cuestiones operativas y de gerencias para, desde allí, cumplir exhaustivamente un paso a paso que incurriría en entrar en un círculo virtuoso que hiciera que al crecimiento de la cantidad de socios, le siguiera el mejoramiento de su situación financiera para poder continuar con un plan de captación de talentos primero en la zona del litoral Manabí para luego intentar crecer por la costa de otras provincias. El objetivo fue formar la base de su semillero.
Mejorar la infraestructura, desde cuestiones tan básicas como adquirir computadoras, hasta conseguir un centro de entrenamiento propio para su proyecto de divisiones inferiores y primer equipo, dedicarse a vender y expandir la imagen del club con nuevas camisetas y merchandising a discreción, fueron otros grandes puntos de lo que sería un mega proyecto marketinero con el fin de generar nuevos socios.
Evidentemente, se cumplió el cronograma a rajatabla no solo porque los resultados deportivos llegaron rápido, sino porque Delfín se constituyó en la referencia deportiva de la ciudad de Manta y la provincia de Manabí. Se construyó el complejo deportivo «Los Geranios», con tres canchas reglamentarias para su equipo de primera y categorías menores más edificios para concentración, departamento médico y todas las necesidades que un club de primera en el fútbol moderno requiera.
El año pasado, toda la meticulosidad en el cumplimiento del plan trazado vio sus frutos. Delfín llego a la final de la Copa de Ecuador pero perdió por gol de visitante en la serie de ida y vuelta frente a Liga Deportiva Universitaria.
Después de un torneo histórico, los mismos rivales, Liga de Quito y Delfín, se verían nuevamente en la final del campeonato ecuatoriano de primera división un par de semanas después del partido cumbre de copa. El ambiente futbolístico del Ecuador veía como favorito al equipo quiteño por experiencia, presupuesto y jerarquía de sus jugadores, y también por el efecto altura.
Sin embargo, Delfín pudo coronar todo el trabajo realizado en unos pocos años en el momento más sublime de su cortísima historia hasta ahora a través de la definición desde el punto del penal luego de dos partidos rasposos, y se clasificó por segunda vez a la Copa Libertadores.
En los últimas dos décadas, más precisamente desde la clasificación de Ecuador al Mundial del 2002, el fútbol tuvo un crecimiento exponencial en el país. A ese hecho histórico, se le sumó la consagración de la Liga de Quito en la Libertadores 2008, la Sudamericana del 2009 y las Recopa de 2009 y 2010. Un número envidiable para más de un equipo de un fútbol con más historia. Además, clasificó a su selección a los mundiales de 2006 y 2014.
A la primera avanzada de equipos ecuatorianos se le sumó la de equipos nuevos como Independiente del Valle, que con un proyecto copy/paste de Sociedades Anónimas Deportivas de países del primer mundo, se coló en la final de la Libertadores 2016 eliminando primero a River, campeón reinante en ese momento, y a Boca en la mismísima Bombonera; y cuando parecía que todo era obra de la casualidad, ganó la Copa Sudamericana en 2019 con un equipo totalmente distinto al del 2016 y casi completamente hecho en casa.
Ecuador pasó, en poco tiempo, de estar en la periferia del fútbol sudamericano a ser el único país en acercarse medianamente a discutir la supremacía de los gigantes Argentina y Brasil, dejando muy atrás a Uruguay y Chile por citar algún ejemplo, y Delfín Sporting Club quiere ser parte de esa evolución.
¿Quién puede arrebatarle tan ambicioso sueño a una comunidad y a un club que en un puñado de años logró lo que otros tardarían varios lustros? Mientras tanto, cada paso que queda atrás le da lugar al siguiente y la pujanza de su puerto y su turismo se replica en una institución que, ahora sí, nada en aguas calmas y abundantes.
- AUTOR
- Horacio Ojeda
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