América
Desde la entraña del perro azteca
Relatan las lenguas ancestrales que el hombre azteca nunca dejaba de existir, que únicamente debía hacer un tránsito entre el mundo terrenal y el Mictlán (el lugar de los muertos). Sin embargo no estaba obligado a realizar ese trance inhóspito en soledad, ya sea de la tierra al Mictlán o viceversa; a su lado estaría un can bastante particular: un xoloizcuintle (raza endémica mexicana). Los aztecas tenían la costumbre de enterrar a las personas con su perro para que los acompañase y guiase en su camino al más allá, él nunca los dejaría solos.
Curiosamente la historia del equipo tijuanense encuentra en éste relato antiguo un paralelismo. Nunca tuvo Tijuana un equipo en Primera División hasta que los Xolos asomaron allá por 2006 en el inframundo de la Liga de Ascenso (algo así como un Nacional B) e hicieron el camino inverso al de los antiguos aztecas en poco tiempo: vinieron del Mictlán que representaba la Liga de Ascenso a la anhelada Tierra, a la Primera División; con el xoloizcuintle como insignia tocaron el cielo y campeonaron.
Al mismo tiempo que el novel Tijuana se consolidaba, en otras latitudes un joven aparecía en la Primera de River Plate. Guido Rodríguez debutaba en el elenco de la banda roja y lo hacía en una de las posiciones más emblemáticas y cargadas de un peso histórico en el equipo de Núñez: el 5. Al recibir por herencia el legado de Reinaldo Mostaza Merlo, Américo Tolo Gallego y Leonardo Astrada, le pasó factura y la vorágine terminó enviándolo a su particular Mictlán: uno verde y amarillo desde el cual estaba obligado a resurgir.
Llegó solo a su Mictlán -Defensa Y Justicia-, pero no iba a permanecer así, porque entonces apareció su xoloizcuintle para ayudarlo a volver. El término xoloitzcuintle se origina del náhuatl: xólotl, extraño, deforme, esclavo, bufón, y de la palabra itzcuintli, perro.
En la mitología mexica, Xólotl era el dios de la transformación y ese Dios parece acompañar la trayectoria del argentino. Guido llegó a México en silencio y con ese mutismo comenzó su labor, poco a poco fue ganando reflectores jugando en la entraña del Xoloizcuintle, del perro azteca. Desde esa mitad del cuerpo del cánido, Rodríguez fue ganando recursos, su campo de acción se extendió y su labor defensiva parecía multiplicarse. Hoy es considerado uno de los mejores medios de contención de la liga mexicana y su fútbol parece no tener techo. Xólotl había hecho su trabajo.
A los 23 años le llega la convocatoria a la albiceleste y aquel que salió por la puerta de atrás del Monumental, sueña con volver a lo grande, como seleccionado nacional. Sus días en Tijuana parecen contados, equipos de mayor envergadura tocan a su puerta, sin embargo Guido ya no le teme al infierno porque no está solo, vaya a donde vaya un xoloizcuintle, animal sagrado, guardián y aliado trascendental, lo acompañará.
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- AUTOR
- Abda Barroso
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