Argentina
“Diego es la síntesis de mis cinco décadas viendo fútbol”
Alejandro Verón hace una pausa, como si contuviera la respiración para tomar impulso nuevamente y hablar de su gran idilio. Se le caen algunas lágrimas que fácilmente pueden advertirse a través de una charla por Meet, pasan unos segundos y se dispone a contestar. Es uno de los miembros fundadores de la iglesia maradoniana, el culto a Diego que tomó forma a fines del siglo pasado y que adquirió su actual e histórico nombre a inicios del actual. Por entonces, era un grupo de fanáticos que se juntaban para venerar al ‘10’, pero sin un nombre que los englobara.
Después de la emoción contenida, dice que “Maradona es la síntesis”, la razón de ser de sus más de cinco décadas viendo fútbol. El apellido que lo explica todo. “Cuando mi generación jugaba a la pelota, cada chico decía ‘Maradona, Maradona, Maradona’. Es lo que pasa hoy con los pibes que ven a Messi. ¿Quién no quiso ser como él?”, explicó. El espacio que formó junto a un gran número de fieles en Rosario, y que cada día adquiere más feligreses, cumplió ya dos décadas de vida. Lejos de que lo sucedido el pasado 25 de noviembre pueda representar un alto en sus actividades cotidianas, como grupo no ven la hora de que la pandemia diga adiós para reunirse nuevamente y cantar por el gran ídolo.
Fue a mediados de 1979 que comenzó la pasión de Alejandro por Diego. “Iba a la primaria y me levantaba a las 4 de la mañana para ver los partidos en el Mundial de Japón. Sinceramente, no me acuerdo cuando quedó afuera de la Copa del ‘78, aunque de lo que pasó un año después sí. Tenía que ir a la escuela mañana y tarde pero, así y todo, madrugaba. Después iba a la escuela igual, mi viejo no me dejaba faltar”, dijo mientras viaja en el tiempo. Fue el inicio, el puntapié inicial para lo que sucedería luego, el seguimiento de su carrera sin perderle pisada.
“Era complicado seguirlo en Napoli, ya que no teníamos los medios que hay ahora. Para ver los goles, tenías que poner Canal 9 los domingos al mediodía. Solo pasaban los partidos cuando por ahí jugaba contra la Juve o el Milan, pero los otros no se conseguían”, relató. Sin embargo, la llegada del astro a Newell’s modificó el panorama, allá por 1993. “Cubría la información del club para una radio de Rosario. Fueron tres meses únicos, hemos visto cosas que no se pueden creer. Por esos días revolucionó la ciudad. Primero fue la incredulidad, nadie creía que fuera verdad. Me acuerdo que esa noche no dormí, cuando decían que había firmado”, rememoró. “Recuerdo como si fuese hoy aquella práctica en la que se quedó gente afuera, no entraban todos”.
Una reunión de 1998 significó la génesis de la iglesia. Por entonces, el grupo no tenía un nombre definido. Alejandro estaba acompañado por Hernán Amez, Federico Cánepa y Héctor Campomar, y la idea principal no fue bautizar al grupo que se reunía para conmemorar las mejores obras del gran ídolo. La denominación llegó con el tiempo, así como las celebraciones de la Nochebuena maradoniana de cada 29 de octubre -un día antes del cumpleaños de Maradona- o la Pascua maradoniana, de cada 22 de junio (en conmemoración a la inolvidable gesta frente a Inglaterra en el Azteca).
Durante una de las comidas que se hicieron en las instalaciones de Central Córdoba, Verón tomó el micrófono. Se acercaba el partido despedida en la Bombonera y debían pensar cómo decir presente. “La entrada que queríamos sacar salía $50, que eran 50 dólares. Esa noche juntamos 2500 dólares, de las 150 personas que éramos hubo 50 que pusieron la guita en el momento. Fuimos hasta Buenos Aires, a la cancha de Ferro, y pensamos que nos iban a sacar cagando”, dijo en primera instancia de aquellos días de 2001. “Nos dejaron entrar y no solo trajimos las que queríamos, sino que compramos 100 entradas”.
Un gran número de la feligresía maradoniana perteneciente a la iglesia, que tomó tal nombre justo por esos días, viajó a la cancha de Boca para despedir al genio. Llegaron las oraciones reversionadas en honor al Diez, en las que se evocan sus jornadas históricas y muchas veces se reemplaza la palabra Amén por Diego. A su vez, comenzaron a hacerse las recreaciones de goles históricos y las reuniones. La canchita de fútbol 5 El Templo o el bar El Paso Sport, de calle Pellegrini, eran las sedes, aunque todo se hizo mucho más dinámico cuando viajaron a Buenos Aires y el espacio se hizo conocido. Igualmente, Alejandro destacó que nunca tuvieron problemas, por más de que las juntadas para celebrar al astro eran muy convocantes.
Diego siempre supo de la existencia de la iglesia, así como de la mesa chica, pero uno de los grandes preceptos que tuvo el grupo fue no invadir su espacio. “Nunca quisimos incomodarlo, eso nos jugó a favor. Sacamos menos beneficios de los que hubieran sacado otros en nuestro lugar. La idea era no molestarlo. Él lo agradecía y, cuando se quería comunicar, lo hacía. Eso nosotros lo valoramos enormemente. Nos mandó varios videos, cosas y saludos, que con el tiempo cada vez se valoran más”, expresó. Hoy en día, él conserva en su casa una gran colección de vasos, revistas El Gráfico, una camiseta de la Selección que usó el ‘10’ durante una gira por Europa, elementos que cuida como “material bíblico”.
Más acá en el tiempo, cada homenaje que se le hizo a Diego en los estadios argentinos, en su cargo de entrenador de Gimnasia, representaron algo así como “la gira de los Rolling”. Una de las más emotivas fue la del 29/10 de 2019, cuando DAM volvió al Coloso de Newell’s un día antes de su cumpleaños 59. Los responsables de la iglesia tenían organizado un encuentro con él durante la mañana de aquel día, pero el entorno del ídolo disolvió aquel encuentro. “No voy a decir que quiero presa a esa gente. Hay una justicia divina y en algún momento la van a tener que pagar”, reflexionó.
Para el aniversario 60 de Maradona, el grupo confeccionó el mismo número de remeras específicas. Rápidamente se agotaron y encargaron la realización de 140 camisetas nuevas. Alejandro entregó la última el 25 de noviembre de 2020 a las 11 de la mañana, algo que reconoce como un mensaje. “En uno de los grupos de amigos con los que juego a la pelota, llegó un mensaje que decía ‘che, se murió el Diego’ y lo puteé de arriba a abajo. Me llamaron dos amigos llorando, mi señora me decía que lo estaban reanimando. Me quedé tranquilo, pero cuando llegué a casa me estaba esperando en la puerta. Diego era Highlander, diría el Goyco, a él no le podía pasar”, describió mientras vuelve a aquel fatídico día.
Esa misma tarde, con la angustia desbordante de la noticia confirmada, decidieron que tenían que viajar a Buenos Aires para despedirlo. “No se puede describir ese momento. Habíamos ido con Tomás, el hijo de Hernán Amez, y cantamos una canción que siempre cantábamos nosotros de la iglesia maradoniana. Dalma la escuchó y vino hasta donde estábamos nosotros. Nos abrazó y nos pusimos a llorar los cinco, nos dijo ‘mi viejo los amaba a ustedes’. Nos pidió que no terminemos con esto”, dijo y nuevamente hace una pausa para tragar saliva y reponerse. “Ya nos lo había pedido Diego, ahora lo pidió la hija, ¿cómo no vamos a seguir?”.
En paralelo, Verón señaló que ellos nunca fueron fundamentalistas de Diego y que reconocen sus errores, pero el idilio que sienten para con él siempre fue una fuerza profundamente superior. “Tenía un montón de defectos, él mismo dijo ‘yo no soy ejemplo de nada’ y nos cagaba a pedos a nosotros: ‘déjense de hinchar las bolas, yo no soy Dios’”. El entrevistado se encargó de traspasar el legado a sus hijos y obtuvo una respuesta, entre las tantas charlas sobre Diego que tuvieron en este tiempo, que lo desestabilizó: “El más grande tiene 15 años. Me contó que no sabía que se lo amaba tanto. Unos días después se acercó y me dijo ‘nunca me enteré de que yo también lo quería’.
A la espera de poder renovar las muestras de cariño al ‘10’ y que la iglesia tome impulso nuevamente, Alejandro fue hace poco tiempo a un recital de la banda rosarina Cielo Razzo. “Pablo Pino, el cantante, paró el recital y dijo ‘hay un chabón allá atrás que tiene una remera del Diego’. Era yo, y Pablo contaba que, cuando hacían el show de luces, el haz principal paraba en la cara de Diego. Lo único que ellos veían desde arriba del escenario era la cara de Maradona. Y la gente empezó a cantar ‘olé, olé, olé, Diegó, Diegó”, manifestó. “Hasta el baterista me dijo al día siguiente que la única cara que veían desde el escenario era la de mi remera”.
Siendo uno de los primeros referentes, él, como miembro fundador, se enorgullece de la continuidad del culto que aún profesan. Una de las jornadas que más recuerda es aquella en la que fueron invitados a La Noche del 10. Hoy, llevan un registro de todos los fieles que hay alrededor del mundo, y la página de Facebook tiene 160.000 fans. Pero Alejandro deja un recado. “Hay mucha gente que se dio cuenta que era maradoniana el 25 de noviembre pasado. Así y todo, son bienvenidos al tren. ¿Sabes lo que era decir que uno era maradoniano allá por el 2002 o 2003? Diego estaba en Cuba, tirado. Nosotros se lo dijimos a él, si estuvimos en las buenas, cómo no íbamos a estar en las malas”.
Antes de finalizar la charla, vuelve a los días de 1993, cuando como estudiante de periodismo pudo observar la rutina de Diego en Newell’s. “Verlo todos los días fue increíble. Ahora aparecen imágenes o fotos en las redes y me veo más pendejo. Pienso que alguna vez fuimos jóvenes y flacos”, dijo entre carcajadas. Además, como periodista que cubrió la información de la Selección Argentina durante 12 años, pudo ver de cerca al Diego entrenador con la ropa albiceleste. Momentos que tiene próximos, como si hubiesen sucedido ayer. En el fútbol de hoy, dijo que no ve a ningún jugador que tenga el “fuego sagrado que tenía este marciano”. Y procura volver cuando se pueda a la iglesia, para seguir gritando sus goles y venerar al hombre que lo hizo feliz.
- AUTOR
- Nicolás Galliari
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