América
DT revolucionario..
Hace 50 años moría Ernesto Che Guevara, aquel hombre que supo (¿sabe?) lanzar pensamientos «revolucionarios» en las personas que andan peregrinando por este mundo, pero hoy no hablaremos de su obra histórica. Bah, al menos intentaremos tocarla en menor medida porque se hace imposible hablar de él y no hablar de sus iniciativas. Ya muchos saben que era hincha de Rosario Central y que jugó al rugby, aunque hoy tocaremos algo menos conocido y que quizás marque un poco su forma de ser, porque como buen comandante este rosarino fue DT de fútbol. No leyeron mal muchachos, fue así, aunque la revolución de la táctica se la vamos a dejar a otros.
La aventura de Guevara en América tuvo varias etapas, donde, en primera medida, fue recorriendo gran parte del territorio de Sudamérica. Alberto Granado, su ahora famoso amigo, fue su compañero durante esta travesía que los fue llevando por el interior de Argentina, luego a Chile, Perú, Brasil y Colombia, sin embargo su idea nunca fue pisar tierras cafeteras pero la corriente del río Amazonas no les dio tregua. Los aventureros venían de brindar su ayuda en un leprosario en tierras brasileñas, donde los leprosos (¿coincidencia?) y el personal les construyeron una balsa a la que bautizaron Mambo-Tango. Allí llevaron ropa, piñas, anzuelos de pesca y dos pollos vivos. ¿La idea original? Llegar hasta Venezuela, pero tres días después de partir ya habían perdido todos sus anzuelos y sus pollos, lo cual los hizo abandonar sus ambiciones. Gracias a la ayuda de un navegante pudieron llegar a Leticia, Colombia, sitio de donde salía cada 15 días un avión rumbo a Bogotá.
Corría 1952 y por aquel entonces el fútbol colombiano estaba invadido por grandes jugadores argentinos como Alfredo Di Stéfano o Adolfo Pedernera, quienes junto con varios otros habían iniciado una huelga en Argentina y decidieron emigrar hacía nuevos destinos. Por está razón, los colombianos se veían impresionados frente al talento albiceleste con una redonda. Y ustedes dirán: ¿Qué carajo tiene que ver esto con Guevara y Granados? Tiene mucho que ver porque, ni lentos ni perezosos, los compañeros de andanzas encontraron una nueva oportunidad para hacer unos mangos. Vivían del mangueo desde que salieron de su tierra natal, algo fácil de ratificar cuando nos enteramos que obtuvieron alojamiento y comida por parte de la policía, así como también un descuento del 50% en el siguiente pasaje. Aunque para cerrar este círculo y dando cuenta que aprovechaban todas sus oportunidades terminaron por ser los entrenadores del club local, Independiente Sporting.
Y ahora ustedes dirán, en 15 días ni Josep Guardiola puede dar vuelta el rumbo de un equipo. Error, porque la dupla técnica les dio algunas lecciones a sus dirigidos y el nivel futbolístico comenzó a mejorar. Sin embargo, algo faltaba para terminar de ratificar un buen andar. Ante esto, los argentinos no dudaron, movieron piezas, se calzaron los cortos y se colocaron como jugadores de campo. Granados tomó la lanza en la delantera y no le fue nada mal, ya que el propio Che contó más adelante que «Alberto estaba inspirado con su figura parecida en cierto modo a Pedernera y sus pases milimétricos, y se ganó el apodo de ‘Pedernerita'». Por su parte, Ernesto se paró bajo los tres palos. Sí, sí, hizo las veces de arquero. No olvidemos que Fuser, apodo del revolucionario por aquellos tiempos, era asmático y desde pequeño sufrió por los ataques repentinos de esa enfermedad. Por esa razón, correr exageradamente no era una opción.
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«Al principio pensábamos entrenar para no hacer papelones, pero como eran muy malos nos decidimos también a jugar, con el brillante resultado de que el equipo considerado más débil llegó al campeonato relámpago organizado, fue finalista y perdió el desempate por penales», le contó el Che a su madre en una de sus cartas y, aunque no pudieron quedarse con el título, Guevara enalteció su actuación pero sobre todo un momento en particular. «Yo me atajé un penal que va a quedar para la historia de Leticia». Tras el final del encuentro, Guevara se tuvo que morder la lengua para no responderle al comisario que lo atacó verbalmente porque el argentino se agachó a limpiarse la rodilla mientras tocaban el himno nacional colombiano. La idea era seguir su viaje y así lo hicieron.
No hay precisiones sobre algunos de los acontecimientos en su estadía en Bogotá, pero lo seguro es que estos compañeros lograron ver «Millonarios y Real Madrid desde la más popular de las tribunas». Algunos dicen que la propia Saeta Rubia fue quien les dio las entradas para este encuentro, porque obviamente los argentinos no tenían un centavo, aunque en esta versión también corre la suerte porque los argentinos conocieron a Julián Córdoba, un estudiante de medicina que sabía dónde iba a cenar el ídolo y los acercó hasta allí. Ian Hawkey, periodista inglés que trabajó como corresponsal de The Sunday Times en Madrid y es autor del libro ‘Di Stéfano’, narra que en aquel supuesto encuentro los «jóvenes compatriotas argentinos, lejos de casa, se permitieron cierta nostalgia. ‘Conversamos sobre fútbol, medicina y, como tópico final, de las sierras de Córdoba’, escribió Granados'».
Todo lo que sucedió después en la vida del Che Guevara poco tiene que ver con una pelota, sin embargo siempre hay algo de él en el aire. Un último esfuerzo, una última arremetida, un cierre oportuno o más bien una gambeta para dejar atrás a un rival, un enganche para engañar a una defensa, un centro atrás para que defina un compañero. Para hacerla más simple: una revolución, algo que al fin y al cabo vuelve a traer a estos días a aquel soñador que supo ensusiarse para tapar una definción.
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- AUTOR
- Facundo Mirata
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