Historias
El anochecer de Giorgos Katidis
En las elecciones legislativas de Grecia de junio de 2013, medio millón de votantes inclinaron su voluntad por Amanecer Dorado, una fuerza neonazi que, motorizada por el descontento social de la arrasadora crisis local, la falta de solvencia desde la política partidaria hasta entonces y la necesidad de identificar chivos expiatorios ante tal escenario, se había convertido en un actor a considerar en las urnas del país helénico.
Es cierto que los extremo-derechistas en cuestión lejos estaban de componer una mayoría: se encontraban luchando por el mote de tercera fuerza con corrientes conservadoras y socialdemócratas, mientras el frente izquierdista SYRIZA intentaba hacer pié en su gobierno en una carrera cerrada con la línea liberal-conservadora de Nueva Democracia. Pero el avance de Amanecer Dorado especialmente en el año anterior, el 2012, había hecho emerger en Grecia las alarmas por el avance de la extremaderecha en el país. Faltaban cuatro años para la victoria de Donald Trump, Vox aún no era un partido político constituido en sí y Jair Bolsonaro era un congresista a los márgenes de las primeras planas del Brasil. Es interesante analizar los eventos en aquel tiempo en la nación europea en cuestión como un génesis de un avance de la llamada “al-right” que poquísimo tiempo después habría de protagonizar los grandes análisis políticos a nivel global.
Para comienzos de 2013, la tensión aumentaba en el mosaico político helénico: empoderado por el voto popular, los militantes de Amanecer Dorado incitaban ataques a inmigrantes -legales, ilegales, la cuestión era pura y exclusivamente xenófoba- y extremaban (un poco más) sus discursos. Dos eventos para entender esto. Las redadas a ferias de extranjeros protagonizadas por miembros del movimiento, incluso diputados electos entre ellos, destruyendo y golpeando todo a su paso, en donde militantes se hacían pasar por policías y luego ejecutaban los destrozos en los mercados donde trabajaban inmigrantes. A esto se suma una de las escenas más extremas que dejó el arribo de Amanecer Dorado a las grandes ligas de la política griega: en un debate televisado entre los diferentes partidos, el portavoz del movimiento Ilias Kasidiaris arrojó un vaso con agua a la representante de SYRIZA y luego golpeó en dos ocasiones a una legisladora de corte comunista, que se encontraba próximo a él. Sobre el portavoz cayó una orden de detención la cual sorteó por un puñado de días manteniéndose prófugo.
Que la coyuntura nacional afecta a la liga doméstica de un país es algo que no solo entendemos sino que incluso hemos vivido a lo largo de nuestra vida. El evento protagonista de este artículo no comienza en un foro entre fascistas enardecidos, ni en un parlamento redoblando la apuesta un poco más sobre los límites de lo moralmente aceptable. Las cosas inician en un estadio de fútbol, el 16 de marzo de 2013, en un cerrado empate en uno entre el AEK Atenas y el Veria. El cotejo llegaba a su final y los locales presionaban con fiereza contra el arco rival: faltaban segundos para el fin y un centro a ras del césped lanzado con el último aliento encontró, casi de casualidad, un desorbitado botín que desvió a la redonda y descolocó al arquero visitante. La red vibraba y los corazones estallaron: el AEK ganaba sobre la hora y el autor del agónico tanto era el joven mediocampista, Georgos Katidis, una de las grandes promesas del fútbol griego.
Katidis era más que un interesante volante ofensivo. Habitué en las convocatorias de las selecciones juveniles de Grecia, con 20 años recién cumplidos había sido integrante del equipo nacional que había llegado a la final del Torneo de la UEFA sub-19 en 2012, donde los helénicos supieron derrotar a combinados como Portugal e Inglaterra. En la final contra España, la cual perdieron por la mínima, Katidis portó la cinta de capitán.
El arribo del volante al primer equipo griego, que se encontraba peleando por clasificar a la Copa del Mundo del 2014 -objetivo que finalmente obtuvo- pareció una eventualidad a la par de sus buenas performances en la liga local. Ese gol al Veria, sin embargo, lo cambió todo para siempre, y transformó a Katidis en noticia a nivel internacional: en el medio del fervor por la victoria en el último suspiro, el jugador corrió unos metros para quedar de vista a la grada y, tras sacarse la camiseta, levantó el brazo derecho y realizó el saludo nazi. Sus compañeros y cuerpo técnico lo envolvieron en un abrazo hasta quedar totalmente cubierto, más el brazo se mantenía firme y derecho, sosteniendo la reverencia fascista. Una vez enfriados los ánimos, se comenzó a comprender lo complejo y repudiable de la actitud. A medida que caminaba al vestuario, el futuro de Katidis se disolvió como hielo en agua caliente.
La imagen del saludo de Katidis se difundió por todo portal deportivo, y de noticias en general, durante las siguientes horas. La palabra del jugador no tardó en llegar: avergonzado, dijo desconocer por completo el significado de aquel gesto, deslizó que solo quería señalar a un amigo que se encontraba en la hinchada, y emitió unas disculpas formales. La afición del AEK comenzó a darle la espalda y sus compañeros tomaron la iniciativa para exigirle que profundizara en las disculpas. Edwald Lienel, alemán entrenador del conjunto en ese entonces, deslizó ante los medios que el futbolista, en esencia, era un burro (aunque claro que con palabras más elegantes): esbozó que “es un muchacho joven, sin ideas políticas. Lo más probable es que haya visto el saludo en internet o en algún otro lado y que lo hiciera sin saber lo que significaba».
Katidis fue sancionado de por vida por la Federación Griega de Fútbol. Un veto inapelable para no volver a jugar jamás en la Selección -ni juvenil ni, eventualmente, la mayor- se sumó a una multa económica y a ser marginado del primer equipo del AEK. A sus 20 años, debió reconstruir su carrera apelando a la comprensión, el perdón o la minimización de sus hechos a cuenta de quién lo contrate. El Novara, de la Serie B italiana, optó por sus servicios un puñado de meses después de los hechos, con los dirigentes de la institución haciendo énfasis en el arrepentimiento mostrado por el griego y en una segunda oportunidad que todo quién comete un error merece. Duró poco más de un año allí. Regresó a Grecia para participar en equipos de menor rodaje y completó etapas en las ligas de Finlandia y República Checa, sin demasiada trascendencia. Al momento de escribir estas líneas, sin todavía haber cumplido los 30 años, este futbolista vive en la sombra de lo que alguna vez pudo haber sido, yaciendo en algún sitio de las profundidades del ascenso helénico.
Al ritmo de la caída de Katidis, Amanecer Dorado se ha convertido en un paria de la vida política griega, perdiendo en la última década no solo apoyo popular, sino también estatus de partido político, al ser declarado en 2020 como una organización criminal. Las investigaciones tomaron más de un lustro, y se iniciaron a partir del asesinato del artista y activista antifascista Pavlos Fyssas, ultimado mediante apuñalamiento por Giorgos Roupakias, un militante de la agrupación neonazi. Al momento del ataque, el fallecido se encontraba pasando el rato en un bar, viendo un partido de fútbol.
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- AUTOR
- Esteban Chiacchio
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