Por el mundo
El bombardero de Bijeljina
Si uno tiene que repasar apellidos de esos países que no se encuentran entre los de élite, sin dudas que de la ex Yugoslavia surgen de memoria. Sinisa Mihajlovic, Robert Prosinecki, Zvonimir Boban, Davor Suker, Robert Jarni o Dejan Savicevic, son algunos de los nombres que incursionaron a mediados de los ’80 y ’90. Incluso, la obtención del Mundial Sub 20 de Chile en 1987 insinuó con el posicionamento en los primeros planos. Tres años más tarde, en Italia ’90, la caída por penales en los cuartos de final frente a Argentina no hizo más que alimentar esto: Yugoslavia estaba preparada para dar el zarpazo. Sin embargo, la guerra de los Balcanes rompió con toda ilusión.
Luego de aquella demostración en suelo italiano, el campeonato yugoslavo se transformó en una parada obligada en busca de talento nuevo. Mientras Pedja Mijatovic armaba las valijas para partir rumbo a España para convertirse en nuevo jugador de Valencia, quien asomaba como el nuevo goleador del Partizán era Savo Milošević, un delantero con características muy diferentes a Pedja. En su primera temporada en el «blanquinegro», allá por la 92/93, marcó 14 goles, un número extraordinario para ser una carta de presentación. Los siguientes dos torneos fueron desorbitantes: 60 tantos en 75 partidos. Un promedio de casi un gol por encuentro, convirtiéndose en pieza fundamental del bicampeonato del elenco de Belgrado y el doblete de liga y copa en el ’94. Cabe destacar que, antes del debut de Milosevic, el club llevaba cinco años de sequía a nivel torneo local y tres sin ganar la copa de liga, enalteciendo la importancia del jovencito.
Su poderío ofensivo llamó la atención de varios equipos de Europa, pero terminó llevándoselo el Aston Villa luego de desembolsar casi cuatro millones de euros. Inglaterra, un fútbol físico e ideal para las características del futbolista, sería el nuevo destino del atacante de moda, que abandonaba Yugoslavia con 65 goles en 100 duelos.
Su estadía en el Villano tuvo un comienzo auspicioso, con un cuarto puesto que lo clasificó a la Copa UEFA y una gran dupla con Dwight Yorke. En su primer año en Londres anotó catorce goles, uno de ellos en la final por la Copa de Liga contra Leeds, el que sería su único título en su paso por el Villa Park. No obstante, la prensa inglesa lo renombró «Falla muchovic», por su poca efectividad. El siguiente año no mutó mucho en cuanto a performance individual, con diez gritos, pero estuvo acompañado por el déficit en lo colectivo, con un equipo que cayó en la primera fase de Copa UEFA y en cuarta ronda de FA Cup y Copa de Liga. A pesar de esto, el quinto puesto lo llevó nuevamente al segundo certamen de importancia a nivel europeo. La 97/98 fue la última temporada en la nación anglosajona. Lejos del nivel que plasmó en el Partizán, quizás por el «papel secundario» al compartir ataque con el trinitense, sumado a una discusión con su entrenador que lo llevó a jurar que nunca más volvería a jugar en la Premier League, se alejó del conjunto de Birmingham.
Si bien en su período en Aston Villa no terminó de exponer lo que hizo en Yugoslavia, Milošević era un jugador que contaba con muchos pretendientes. Atlético Madrid, el verdugo del Villa en la Copa UEFA, era uno de ellos. Pero Alfonso Soláns, presidente del Real Zaragoza, movió cielo y tierra para hacerse con su ficha. Incluso, el dirigente llegó a poner plata de su bolsillo para llevarlo al elenco maño y poder sustituir a Fernando Morientes, quien se transformó en nuevo jugador del Real Madrid tras quedar libre. Aunque llegar a la liga española generaba dudas, ya que por aquellos años era un fútbol muy diferente al inglés, menos físico y más técnico, poco le importó y el atacante llegó a La Romareda para relanzar su carrera.
Durante su primer año, anotó 17 dianas y fue el tercer jugador con más minutos en campo. Pero para desgracia del bosnio, los blanquillos naufragaron por la mitad de la tabla. En el medio de su primera temporada en Zaragoza, Slobodan Santrac lo convocó para jugar el Mundial de Francia ’98, la primera Copa luego de la Guerra de la antigua Yugoslavia. En una fase de grupos donde escoltó a Alemania y dejó afuera a EEUU e Irán, Holanda fue el obstáculo en los octavos de final. Un gol de Edgard Davids en tiempo de descuento puso fin al sueño de Milošević & Cía.
La segunda parte del ’99 fue el «boom» de Savo, quien en la primera parte del certamen anotó 19 goles, lo que llamó la atención de varios gigantes del Viejo Continente. Es más, durante ese lapso peleó palmo a palmo con Barcelona y Deportivo La Coruña. Sin embargo, no supo mantener la faceta goleadora y sólo marcó dos tantos en la segunda parte del torneo. Pero más allá de esa baja en materia de goles, gracias a su aporte el Zaragoza finalizó cuarto, por sobre el Real Madrid, y sacó pasaje para disputar la Copa UEFA 2000/01.
A mediados del 2000 fue llamado para disputar la Eurocopa de ese año. El combinado dirigido por Vujadin Boškov asustaba por el material que tenía en ataque, donde contaba con Pedja Mijatovic, Mateja Kezman y Darko Kovacevic, además de Milošević. Pero como sucedió en el Mundial, Holanda se volvió a cruzar en el camino. El elenco local lo despachó con un 6-1 en los cuartos de final, en el Stadion Feyenoord, y terminó con la aventura yugoslava. El oriundo de Bijeljina fue galardonado con la presencia dentro del equipo ideal y con la Bota de Oro, junto a Patrick Kluivert, por sus cinco gritos.
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Tras dos años en el Zaragoza, y luego de la buena participación en la Eurocopa, Parma pagó casi 25 millones de euros para hacerse con sus servicios y así ocupar la vacante que dejó Hernán Crespo al marcharse a Lazio. Otra aventura en un campeonato acorde a sus virtudes y sus casi 1,90 metros. La contratación del serbobosnio fue la más importante de un conjunto que soñaba con volver a los años dorados. En su año de estreno con la gialloblu metió 12 goles en 31 partidos, terminando como el tercer goleador del equipo detrás de Marco Di Vaio y Márcio Amoroso. Cuarto en la Serie A, finalista de la Copa Italia y en cuarta ronda de la Copa UEFA, donde cayó a manos del Feyernoord de su compatriota Kezman, fueron los resultados a nivel colectivo. Su segundo año fue para el olvido, azotado por las lesiones y la merma de minutos ya que Di Vaio y Emliano Bonazzoli era la dupla de ataque de los «cruzados», lo que hizo que se vaya a préstamo al Zaragoza a mitad de temporada.
El hijo pródigo volvía a casa un par de temporadas más tarde. A diferencia de su primer ciclo en Aragón, donde se encontraba en un plantel que peleaba por estar en los primeros puestos, el equipo rogaba para no irse al descenso. Él era el indicado para rescatar al maño, más teniendo en cuenta que la diferencia de puntos todavía era salvable. El estreno fue el deseado, con un doblete para vencer a Rayo Vallecano y soñar con la salvación. Pero aquel debut fue un oasis en el desierto y Zaragoza se marchó a la Segunda División luego de más de veinte años en la élite española. El ariete se despidió con seis goles y el sabor amargo de no haber cumplido con las expectativas. Dicen que las segundas partes no son buenas y éste caso no sería la excepción.
Más triste fue volver a Parma, que nuevamente lo cedió ya que tenía el puesto completo luego de las contrataciones de Adrien Mutu y el brasileño Adriano. Así como llegó, agarró las valijas y regresó a España para arribar al Espanyol. «Sueño con una delantera Raúl Tamudo – Savo Milošević», fueron las declaraciones de Daniel Sánchez Llibre, el presidente de los Pericos, en la presentación del experimentado delantero. Salvarse del descenso era el objetivo, el único. Los 22 goles, doce de ellos del bosnio, le dieron la derecha al mandamás. Luego de un año en la Ciudad Condal, el pasaje marcaba que tenía que regresar a Emilia – Romaña para ponerse a disposición de Claudio Cesare Prandelli. A pesar de las salidas de Mutu al Chelsea y Adriano al Inter, jugadores que habían firmado algo más de treinta goles en la 2002/03, fue cedido nuevamente. Alberto Gilardino era la apuesta del entrenador y el ex Partizán se mudó a Vigo para integrar un proyecto ambicioso en el Celta: ser protagonista en la Champions League.
Su presentación en Balaídos fue un karma: los estudios médicos arrojaron que el bueno de Savo tenía una erosión en el cóndilo de su rodilla derecha, una lesión que no presumía gravedad pero que le iba a generar inconvenientes durante el torneo. Por estas cosas, los doctores aconsejaron no ficharlo. Los dirigentes hicieron oídos sordos y terminó firmando con los celestes. Máximo goleador del combinado gallego con dieciséis goles, catorce por liga y dos por Champions fueron la muestra de que lejos estaba de poner a pique su carrera. No obstante, aunque todavía quedan en la retina aquellos duelos con el Milan en San Siro y Ajax en casa por el certamen continental, el Celta perdió la categoría. Otro cachetazo para el atacante, que sufría su segundo descenso en tres años. Un final triste y a luchar con el Parma para encontrar un nuevo destino.
La situación económica de los cruzados, sometida por la crisis de Parmalat, invitaba a terminar de una vez por todas su contrato con la entidad italiana. Ninguna de las partes se podía ver las caras, algo que dilucidaba una negociación fácil para poner punto final al vinculo. El único escollo eran los casi siete millones que percibía de contrato. «Me he convertido en un trotamundos, necesito encontrar mi lugar. Llevo demasiados años de acá para allá; ahora tengo familia y necesito estabilidad», era el pensamiento del artillero. Málaga, Espanyol y Atlético Madrid, por segunda vez, lo buscaron. «Un contrato de tres años para concentrarme bien y pensar exclusivamente en el fútbol. Esa tranquilidad puede ayudar en mi rendimiento», expresó el bosnio.
El que terminó endulzándolo fue el Osasuna, que tenía que cubrir la salida de Ibrahima Bakayoko e Iván Rosado, quien por decisión técnica fue alejado del plantel. A pesar de no ser el predilecto de Javier Aguirre, quien prefería a John Aloisi, Pierre Webo o el uruguayo Richard Morales, se ganó su lugar. Y no falló. En su debut sentenció el empate contra Athletic Bilbao, un partido adverso y en el cual el Osasuna jugó con diez jugadores durante gran parte del encuentro. Una semana después, por la segunda fecha, los Rojillos visitaban al Deportivo La Coruña, uno de los animadores de esos años en la liga. Un doblete, anotando uno de sus tantos con una emboquillada hermosa, sentenció el 4-2 para los de Pamplona. Los goles son amores y Milosevic sabía de eso. Ni hablar que en la siguiente jornada marcó el 3-2 para sellar el triunfo sobre el Betis, para sorprender y meter al Osasuna en el pelotón de arriba. Cuatro tantos en sus primeros tres partidos. Su quinto gol llegó dos fechas más tarde para cerrar el triunfo frente al Getafe.
Luego de ese arranque soñado, el balcánico pasó por una racha negativa y sufrió una lesión en la selección que lo alejó algunos partidos. Cuando estaba en condiciones de regresar, el ariete se encontró con un Morales encendido, lo que colocó al balcánico en el banco de suplentes. Su último gol lo gritó en el empate con Mallorca por la 35° fecha, es decir, 30 fechas tardó en volver a marcar. Lejos quedaba esa racha en el inicio del campeonato. Mientras en el campeonato se sostenían en mitad de tabla, Osasuna disputó la final de la Copa del Rey ante Betis. Milošević comenzó en el banco pero en su ingreso asistió a Aloisi para igualar el juego. Dani pondría el 2-1, en el alargue, y el final del sueño de los de Navarra. Esta actuación le abrió un lugar en la Copa UEFA 2005/06.
Si bien no fue un año con una gran producción goleadora, nunca se puso en duda su continuidad. Al contrario, con la salida de Aloisi al Alavés y del Chengue Morales al Málaga, el puesto de delantero central era suyo. Una gran oportunidad de demostrar que todavía tenía cuerda. Y al igual que en anteriores ocasiones, no defraudó. Aunque la temporada no comenzó de la mejor manera -eliminado del torneo continental a manos del Rennes-, con el paso de los meses mejoría indudablemente. Al finalizar el primer semestre, el Osasuna era el escolta del Barcelona. Si bien su grilla mostraba solo cuatro goles, Milošević dejó de ser ese delantero que se ocupaba de marcar para evolucionar en uno más completo, más pensante y solidario en faz del equipo. El curso cerró con un gran número de partidos disputados y once goles, uno de ellos el más importante en la historia del club. Por la 38° fecha, en El Sadar, el atacante marcó el 2-1 parcial que depositaba al local en la Champions League. El 2-2 final no cambió el destino y el Osasuna clasificó al torneo más importante del continente por primera vez en su historia. Lejos de su versión de atacante letal, el serbobosnio se convirtió en la brújula de los rojos, un organizador que encontró esa versión gracias a la experiencia de los años.
El cambio en el banco, con Javier Aguirre al Atlético Madrid y la llegada de José Ángel Ziganda a Pamplona en el año más importante en su historia, no modificó la continuidad del nacido en Bosnia. Entre las altas, Roberto Soldado llegó para asociarse con el balcánico y mantener los sueños de volver a pelear en los puestos de arriba. El sueño europeo terminó en la tercera ronda, donde Hamburgo se quedó con la clasificación gracias al gol de visitante. Por esta caída, se tuvo que conformar con participar en la Copa UEFA, donde llegó a semifinales y perdió con Sevilla, que terminaría siendo el campeón del certamen.
Su último año en Osasuna no fue el mejor en cuanto a números pero sí en su faceta como líder. La despedida no podía ser de otra manera que marcando un gol, aunque poco importó para el 1-2 final. A falta de cinco minutos para el final, Savo fue reemplazado y El Sadar se fundió en aplausos al despedir a uno de los grandes jugadores, por no decir el más significativo, que alguna vez vistió la roja. En el medio jugó el Mundial de Alemania 2006 y formó parte de uno de los fracasos más grandes en la historia de los mundiales. Serbia y Montenegro finalizó último en el Grupo C -el de la muerte para muchos- y en la retina quedó aquella goleada que le propinó Argentina por 6-0.
Su destino estaba en Rusia, más precisamente en el Rubin Kazan, luego de seis meses fuera de las canchas a pesar de que estuvo cerca de AEK Atenas durante ese parate. La Premier rusa fue el escenario para sus últimos cartuchos, que no fueron muy diferentes a los últimos años. Escasos minutos y pocos goles pero importantes, como sucedió a lo largo de su carrera. En el duelo con Saturn FC, el duelo decisivo para quedarse con el título, marcó su último gol en un partido oficial. Con aquel triunfo del 2 de noviembre del 2008, el Rubin se consagró campeón por primera vez. Tres días más tarde, anunció que colgaba los botines.
Su despedida fue con la camiseta de Serbia en un amistoso frente a Bulgaria, que sirvió como homenaje a unos de los futbolistas más determinantes en la historia del país. Si bien falló un penal, marcó un doblete y ayudó a su selección a cortar una racha de 25 años sin ganarle a sus vecinos búlgaros. En la previa, Tomislav Karadzic, presidente de la Federación, le entregó un Medallón de Oro; Dejan Stankovic le dio una camiseta con el ‘9’, «su número», y el 102, por la cantidad de partidos jugados con el combinado nacional, que lo tenían como el futbolista con más participación (número superado justamente por Stankovic).
Dijo adiós con treinta y cinco goles en su selección, sin importar la denominación de Yugoslavia, Serbia y Montenegro o la mismísima Serbia, y más de doscientos a nivel clubes. Ya retirado, fue noticia por desencuentros familiares, como fue el asesinato de su padre por parte de su abuelo. Sin embargo, Savo Milošević se encargó de que se lo recuerde como uno de los delanteros más importantes durante su actividad. Sino, pregunten qué opinan de él en La Romareda o en Pamplona.
- AUTOR
- Claudio González
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