Argentina
El buen juego eclipsado por la impaciencia
Siempre se dice que el fútbol argentino no entiende de méritos, solo de resultados. ¿Entonces, por qué tanta gente juzga de manera negativa la campaña de Gabriel Heinze al mando de Vélez? ¿Por qué el DT renunció a su cargo alegando que no le pudo dar al equipo lo que necesitaba? Las opiniones están divididas. Cuando se gana, sin importar como, al equipo se lo aplaude. Pero, por ejemplo, ante un empate de local con Aldosivi, el equipo se va silbado. ¿Qué es lo que disgusta a la gente? ¿Qué el DT y el equipo hayan estado casados con una idea y hayan intentado implementarla hasta el pitazo final del partido?
El público del fútbol argentino nunca está conforme. Si el equipo tiene la posesión y una idea de juego basada en esta, pero el gol no llega, se lo crítica. Si rebolea la pelota y se la saca de encima cayendo en la espera de que llegue una jugada milagrosa, también se lo crítica. El Fortín estaba peleando por su permanencia en Primera cuando el Gringo tomó el mando. Potenció juveniles, incorporó con criterio y aprovechó de manera inteligente en los mercados de pases las «sobras» de otros equipos (un Fernando Gago que, cuando jugó, su calidad fue innegable y un Ricardo Centurión menospreciado por todos los clubes pero con un talento innato que supo desplegar en este tiempo que lleva vistiendo la camiseta del equipo de Liniers).
Se despidió de la gente con una derrota ante Godoy Cruz, último equipo de la tabla y habiendo sufrido en el torneo solamente una derrota en el José Amalfitani (ante Defensa y Justicia). Dos días después, comunicó su renuncia. Está derrota frente al Tomba es uno de los mejores ejemplos del juego de Heinze. En un primer tiempo en el cual ninguno de los dos equipos descolló, los mendocinos se vieron superiores en el marcador desde los siete minutos por un penal bien ejecutado. En la segunda parte del partido se vio un Vélez que ladró pero no mordió.
Lucas Hoyos salió casi todo el segundo tiempo jugando por abajo (probable pedido del DT en el entretiempo), pero la literalidad del asunto está en querer hacerlo siempre, volviéndose previsible y peligroso. El juego del Fortín se desplegó y teniendo la pelota y jugadores de calidad en ofensiva como Thiago Almada y Centurión, el equipo de Mario Sciacqua se vio dominado.
La gente se impacientó ante la posesión del balón pero la no verticalidad. «Tira el centro», «Dale, para adelante», fueron pedidos constantes de una platea ansiosa que anticipaba como los minutos se escurrían. Se escucharon más reclamos que aliento, ante un equipo que tenía el dominio del partido y posibilidades de convertir, pero simplemente la pelota no entraba (a veces no quiere entrar y se acabó, no hay vuelta que darle). Ante cada perdida del balón el bullicio era cada vez mayor. Hay riesgos que el equipo corre al intentar tocar la pelota y avanzar en el campo de manera inteligente y se debe saber lidiar con ellos y saber que es parte de un todo.
El lunes Heinze dirigió su último partido al frente del Fortín, dejando al equipo en un momento clave, con el comienzo inminente de la Copa Superliga y todas las definiciones que esta conlleva. “Este club se lleva un pedacito de mi corazón. Vélez me dio mucho más de lo que yo pude darle”, declaró al anunciar su renuncia. ¿A qué se referirá? Teniendo en cuenta que el equipo se encuentra con grandes posibilidades de clasificar a la Copa Libertadores, disputando la Sudamericana y con un nivel de juego envidiable y halagado por muchos equipos. Un panorama completamente opuesto al que encontró el Gringo cuando llegó al club.
¿Cómo se hace para intentar «jugar bien al fútbol» cuando la impaciencia es una constante y lo único que pareciese importar es que la pelota termine dentro del arco rival, independientemente de los medios que se utilicen para conseguirlo? Entonces, ¿Qué pretende el hincha? ¿Qué pretendemos del fútbol argentino?
Por Carina Tokman
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