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El camino a la gloria
En el debut por la liga, Chivas enfrentó a Pumas y lo hizo quizás con la alineación que Matías Almeyda tenía en la cabeza, con un 4-2-3-1 en el que José Juan Gallito Vázquez ejercía como un 5 más posicional para darle mayor libertad a Orbelín Pineda. La dupla central que se había consolidado desde el anterior torneo y que conformaban Oswaldo Alanís y Jair Pereira había relegado a la banca al experimentado Carlos Salcido. Arriba jugaba todo el arsenal que Guadalajara podía presumir: Alan Pulido, Ángel Zaldivar, Javier Chofis López y el recién llegado Rodolfo Pizarro, rotaban en un rombo de ataque. Triunfo del Rebaño ante un rival clásico para debutar.
Fue en la fecha 9 en la que Chivas accedió al liderato general y lo hizo prácticamente repitiendo alineaciones, salvo por sanción. El Pelado ponderó la repetición antes que la rotación, incluso sus cambios eran similares: regularmente ingresaban Isaac Brizuela, Carlos Fierro y Salcido cuando había que retocar y/o fortalecer la zona baja. Fue precisamente en esa fecha en la que Chivas doblegó a Toluca con un par de anotaciones de Pulido que Conejo Brizuela comenzaría como titular por primera vez en el torneo, en detrimento de Chofis López que no volvería a recobrar el puesto hasta la consecución del campeonato. La gran esperanza de la cantera chiva se vería relegada a un segundo plano, rol que difícilmente hubiese proyectado Almeyda cuando decidió darle el dorsal 10. Brizuela encajó perfectamente en el rombo de ataque que conformaban un Pulido letal, un inteligente Zaldivar siempre con movimientos que permitían lucir a sus compañeros que partían de las bandas; Pizarro y Brizuela eran los encargados de la fantasía, del regate y de las asistencias. El equipo funcionaba como reloj suizo, fue el momento más exultante del Guadalajara en el campeonato.
A partir de la jornada diez, ya con un campeonato adulto, a Chivas se le comenzó a complicar el panorama por el tema de las lesiones: Pizarro, Alanís y Vásquez no pudieron estar ante Tigres en el Volcán, en donde sufrirían su peor derrota de la temporada al caer 3-0. Dichas complicaciones llevaron al Guadalajara a mutar del 4-2-3-1 por un 4-4-2 un poco más conservador. Las ausencias de los hombres que aportaban desequilibrio se notó en la escuadra rojiblanca, que cerró la fase regular con cuatro partidos sin poder ganar. La falta de gol llevó al Pelado a debutar al juvenil Michelle Benítez, que alternó buenas y malas. Un rol más protagónico en ésta parte del torneo tuvieron jugadores como Néstor Calderón, antes relegado a la banca, o Fierro, que fue de la partida en varios compromisos. El veterano Salcido también entró más en juego ya sea para acompañar a alguno de los dos centrales o al Gallito en la media cancha.
Así afrontaba Chivas la Liguilla. Sabedores de que completos habían liderado el campeonato por varias fechas, tendría Almeyda que ingeniárselas para seguir siendo competitivos pese a las bajas de Pizarro, Brizuela y Zaldivar. En los cuartos de final ante el Atlas, Almeyda dispuso de un 4-4-2 con Pineda y Fierro por las bandas, mientras López fungía de mediapunta acompañando a Pulido. La responsabilidad de la recuperación recaía en el imprescindible Gallito Vázquez y el experimentado Salcido, quien tuvo que retrasar su posición antes del entretiempo por la lesión de Jair Pereir. Nunca más en toda la Liguilla Salcido dejaría la titularidad del Rebaño, erigiéndose como un elemento fundamental para las Chivas. La derrota por la mínima dejaba al equipo con muchas chances de acceder a las semifinales, hecho que se concretó cuando Almeyda pudo por fin retornar a su 4-2-3-1 predilecto y derrotó al Atlas. En semifinales un par de empates certificaron la vuelta de Chivas a una final tras 11 años. Fundamental resultó la reaparición de Pizarro y algunos minutos la de Zaldivar. Así, pese a haber ganado apenas un juego de los últimos ocho, Chivas se metía a la instancia final.
Guadalajara campeonó porque fue osado. Para la gran mayoría del mundo futbolístico mexicano el triunfo para los Tigres estaba prácticamente decretado, Chivas aparecía como el acompañante del baile final, pero nadie esperaba que se fuesen a robar todos los reflectores. Cualquiera supondría que para medirse a Tigres había que ser cauto en el Volcán, apelar a un 4-4-2 para soportar el vendaval que encabezaba André Pierre Gignac. Pero Chivas fue quién mandó durante el juego de ida y hasta el minuto 80 hizo el mejor partido del semestre, maniatando a los Felinos y obteniendo una inverosímil ventaja de dos goles. Después el show de Gignac emparejaría el cotejo, pero estaba visto que Guadalajara tenía con qué plantar cara.
El juego de vuelta va a pasar a la historia por la templanza del chiverío para manejar los tiempos del compromiso. Jugaron como un equipo que se conoce de memoria, se notaba ese fuego de campeón en los compases de la final. Con la vuelta de Pereira, Salcido significó un apoyo en la medular para Vásquez, que marcaría el gol que a la postre significaría el campeonato, un guiño para la disposición táctica de Almeyda. Chivas fue campeón en toda norma, rozando la excelsitud cuando contó con plantel completo y alcanzando un rendimiento colectivo destacado cuando la cosa no pintaba bien. El cielo es rojo y blanco en México, un título que embarga de felicidad al menos a la mitad del país.
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- AUTOR
- Abda Barroso
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