Historias
El clásico
Dardo le dijo lo de siempre, que era un rústico, que por qué no miraba vóley, bádminton o ajedrez, que de fútbol sabía poco y nada. Manuel no se quedaba atrás. Como siempre, retrucando al pie de la letra, tratándolo de lírico, como casi en todas las charlas futboleras que se armaban en su grupo de amigos.
-El fútbol es más fácil, querido. ¿Qué tanto tiki tiki? Miralo al Sportivo, dos 9 grandotes, dos punteros rápidos, con dos toquecitos y te la mandan a guardar. Están arriba y van a salir campeones, eh. ¿Qué tanto moñito? -escribió Manuel en el grupo de Whatsapp, para sonrisas largas de los otros cuatro integrantes del grupo. En realidad, para tres de ellos porque Dardo, enfurecido, respondió con mayúsculas.
-NO SABES NADA. ESO NO ES FÚTBOL. ESTÁN AHÍ EN LA PUNTA DE CASUALIDAD. EL SÁBADO SE DEFINE TODO Y SOMOS LOCALES. LOS GOLEAMOS, PIBE. Y ENCIMA CON BAILE, ACORDATE.
El Mago deslizó una carcajada larga. El Coreano, para variar, no paraba de meter púa. A los dos que se disputaban la sabiduría futbolera, los invitaba a apostar una comida para todos los del grupo después del partido del próximo sábado. A los que no opinaban, se les burlaba con que sus mujeres no les dejaban agarrar el teléfono después de las nueve de la noche. Así fue, atendiendo uno por uno, hasta que el Mago la ligó. Desafiante, le indicó que detuviese las risas y tomase partido por uno de los dos bandos.
-¿A mí que me decís? Solamente me reí. Decile a estos dos, a Menotti y Bilardo, que se matan siempre con lo mismo -se defendió el Mago.
-Ok. Hagamos algo -propuso el Coreano-: veamos todos juntos el partido, el sábado a las cuatro en casa. Si pierde Sportivo, Manu paga el asado. Si pierde Nacional, paga Dardo.
-Ah, y ustedes tres, bien gracias, ¿no?. Solo se ríen y comen gratis. Está bien, deja, deja. Si igual no hay manera de perder contra esos burros, yo acepto -escribió Dardo, mientras cambiaba la foto de perfil del grupo, de la clásica pelota tango, por una de la alineación titular del Barcelona contra el Real Madrid, cuando Lionel Messi jugó de falso nueve-.
–Gordito (en alusión a Dardo), andá buscando una carnicería barata, que vas a tener que pagar mucha carne -aceptó Manu, sin objetar la propuesta, aunque metió el bocadillo final de la discusión tornada en apuesta.
El gran día
Sábado 15:30. Como buen anfitrión, el Coreano tenía preparado el mate. Las facturas las tenía que traer el Mago. Una mala decisión de quien designó al Mago como proveedor de facturas, ya que su sello era la impuntualidad. Todos habían confirmado su presencia a la cita.
15:40. Llegó Manu con el Tata, quien hasta ahora no había participado en la charla de red social. Quizás porque su mujer no le dejaba agarrar el teléfono después de las 21 horas, que era cuando surgían la mayoría de las charlas. O quizás porque tenía otras cosas más importantes que hacer, aunque esto parezca una utopía estando inmerso en el mundo de la conversación por mensaje.
15.50. Cayó Dardo, con unos bizcochitos, que no hacían más que poner en duda la presencia del Mago, o mínimamente, contemplar la posibilidad de sus habituales demoras. Y el partido, con amigos y mate de por medio, era una cadena que desembocaba inobjetablemente en las facturas o los bizcochitos. Salados, dulces, agridulces, como sean, pero no podía verse semejante partido, a falta de dos fechas para terminar el torneo, con los dos equipos con la misma cantidad de puntos, sin picar algo. No eran válidas las tostadas con mermelada, manteca u otro tipo de agregados en este tipo de situaciones. Eran facturas o bizcochos las opciones para acompañar el mate, así lo marcaban los 20 años de historia de esta amistad.
-Llegaste sobre la hora. ¿Tanto miedo tenés? -deslizó Manuel, pero esta vez cara a cara a diez centímetros de distancia.
-¿Miedo? ¿Sabes la cola que había en el kiosco de José? Fui a comprarte bizcochitos para que disfrutes del ballet del Nacional. Vas a terminar mareado hoy -bromeó.
15:59. Llegó el Mago. Sin las facturas, como era de imaginarse, ganándose los insultos de todos los presentes, pero en especial los del Coreano, quien fue obligado a bajar a abrir la puerta y se perdió el pitido inicial del partido
-No me puteen, che. Había tráfico. Compro las facturas en el entretiempo -se defendió el Mago.
El partido como se preveía: posesión de Nacional, un par de tiros de afuera sin peligro y costaba entrarle a los de Sportivo que, replegados en defensa como hicieron todo el torneo, buscaban ser prácticos con los contragolpes y encontrar el gol por esa vía. Para el minuto 25, en una de esas contras, el 9 de Sportivo, el goleador del campeonato, cabecea un centro llovido del cuatro para poner el 1-0 y hacer delirar de emoción a Manuel, llenar de risas a los imparciales que querían comer gratis y enfermar de odio a Dardo.
Pese a la desventaja, Nacional seguía dominando el desarrollo del juego. El “vamos que ya llega” de Dardito se escuchaba con menos fe que en los anteriores minutos. Hasta que una triangulación bárbara del enganche, el puntero y lateral izquierdo termina con un centro atrás, que empuja el volante que llegaba vacío por el otro lado. Golazo, a diez minutos del entretiempo. El grito del lírico fue cortito y sin dejar de mirar el televisor. Como quien asume que es lo que debía pasar, sabiendo que tarde o temprano el destino querría que el romanticismo destruya al desamor, porque él consideraba que como jugaba el otro equipo, era todo lo contrario a como lo haría alguien enamorado del juego. Entonces, lo gritó así nomás, como empujando a los suyos a agarrar la pelota del arco y llevarla rápido a la mitad de la cancha para que el juego continuase y llegase la remontada, específicamente un triunfo con una diferencia abultada que, según él, había entre un equipo y otro, entre un estilo y otro. Eso que imaginó Dardo no fue lo que pasó, porque al final de esa primera parte, el resultado fue 1-1 y, lejos de una reflexión amigable, interpeló desafiante a su amigo-contrincante.
– ¿Viste el paseo que se están comiendo? 80% contra 20% en posesión de balón. Diez tiros al arco contra dos. Es un afano esto. Ahora les hacemos siete, como tiene que ser. De tantas paredes que se comieron, vamos a hacer un edificio. Vos seguí festejando los córners, aburrido.
– ¿Para qué querés el 80% de posesión y los diez tiros al arco si vamos 1-1? ¿Para qué queres esas paredes? Esto es fútbol, goles, no tiki tiki. Andá al cine o al museo si querés ver cosas lindas. Acá se juega a ganar o ganar, no importa cómo -respondió Manuel con seguridad.
-Siempre lo mismo ustedes. No cambian más -dijo, entre risas, el Mago.
-Cállate y andá a comprar las facturas, que ya no quedan bizcochitos, le indicó el Coreano, y ustedes, mejor que no termine en empate porque no hay quien pague el asado -evidenció al grupo, y generó una carcajada general-.
Llegó el segundo tiempo
Empezó el segundo tiempo. Como era de preverse, el Mago no fue a comprar ni caramelos. Para colmo, tuvo el tupé de mandar a cambiar la yerba al Tata, acusándolo que su mate estaba más lavado que el jean de su abuelo. El partido en sí no varió, pero era entretenido. No obstante, la seguridad en el rostro de Dardo fue desvaneciéndose con el correr de los minutos, ya que su equipo no podía torcer el resultado a su favor, a pesar del marcado dominio en el campo de juego. Empezó a enfurecerse y decidió descargarse con su rival, Manuel.
-¿Estás contento, no? Te gusta el empate, con semejante baile que se están comiendo. Festejen. Festejen el empate, que quedan 20 minutos todavía. Dale, decile al DT que ponga otro defensor más -ironizó, con un tono de voz cada más rápido y elevado, que evidenciaba su frustración por lo acontecido en la pantalla-.
-Tranquilo, Dardito. No es para enojarse esto. Ahora se lo ganamos.
-Para ganar tenés que llegar al arco, y no pasas mitad de cancha. Firma el empate ya -sentenció el Menottista.
Y como si el universo tejiese un plan macabro en su contra, ocurrió lo impensado. Porque ni el más optimista hincha del Sportivo se iba a imaginar que desde un saque de arco, donde su arquero eligió salir jugando por abajo en vez de pegarle a dividir como todo el partido, se iniciaría una jugada trascendental. En lugar de revolearla buscando el compañero más alejado de su arco, el 1 se la dio corta al 2, quien optaría por amagar con el pelotazo y abrirla con el 4. Éste no buscó jugarla por la misma línea, tirándola larga al cuadrado que forman el largo del área grande rival con la línea imaginaria que va desde el vértice de dicha área hasta el lateral. No, el lateral derecho ejecutó un pase al ras del piso, entre líneas, buscando al doble 5 que se desprendió de su posición y tomo el balón a espaldas del único mediocampista centro del rival. Acá hacemos un alto. Porque acá, justo acá, en esta situación no programada, en esta situación tal vez no entrenada por Sportivo, surgió el comentario más inoportuno de Dardo.
-Mirá, dieron tres pases seguidos por primera vez en el torneo.
Remarcó la situación del comentario porque en realidad no fueron tres los pases. Sino que el doble 5 se soltó, giró y buscó la diagonal del volante por izquierda. El volante zurdo jugó a un toque y tiró una pared con uno de los centrodelanteros, el más pesado, el más lento de los dos, pero el de más calidad también. Éste se la devolvió al zurdo que con la pierna que menos usa, y de primera, habilitó en profundidad al otro 9, al más potente, quien dejó correr la pelota y sin mirar el arco la sacudió con un chumbazo, que el arquero ni se enteró de lo sucedido. Seguramente, escuchó antes el ruido de la red de lo que pudo ver la pelota. Fueron siete u ocho los toques, con movilidad, calidad, fineza y una definición exacta. Pareció eterno el grito de gol de Manu y las carcajadas de sus amigos mirando a un Dardo aturdido, quien observaba el piso sin poder creer el golazo que acaban de hacer los rústicos de Sportivo. Esos malos que llevaban un torneo sin dar dos pases seguidos, y ahora emulaban a la Naranja Mecánica de Cruyff. Justo contra él, y con lo caro que está el asado.
-¡¡Lo gritás, caradura!! Si a vos no te gusta eso, no lo deberías gritar, si odias el tiki tiki -rugió enfurecido, sin consuelo.
-¡¡Qué golazo!! Tiki, tiki, tiki, tiki, pam, pum, gol. Esto es fútbol -categorizó Manuel con total sarcasmo y continuó burlándose-. Poniendo estaba la gansa. ¿Era con achuras, no?
El final del clásico
Esa pregunta fue el pico más alto de risas en toda la tarde, tal es así que hasta el “perdedor” soltó una también. Leve y de costado, pero risa en fin. Mientras, Nacional se recomponía e iba con todo por la igualdad, pero sin crear situaciones claras de gol. A los 37 del segundo tiempo, había un tiro libre pasando apenas la mitad de cancha. En una muestra de resignación, el 10, la figura del equipo, ordena a sus compañeros que fuesen al área contraria. Y digo resignación porque en todo el torneo jamás habían tirado un centro desde ahí, siempre habían optado por jugar en corto e intentar construir, como era su estilo de juego desde hace años. El centro no fue gran cosa, claro, no tenían ese tipo de jugadas en su ADN. Es más, me atrevo a decir que no creo que en todo el año hubiesen practicado lanzar un centro de un tiro libre, a casi 50 metros del arco rival.
En el fútbol, la mayoría de las cosas cuando las entrenás, las sentís y las hacés convencido, tarde o temprano terminan saliendo. Otras, quizá nunca las practicaste pero nacen del instinto, y si no pregúntenle al 6, quien fue casi por inercia al área rival a buscar un centro que hasta ahí nunca se había dado en los ocho años que llevaba en el equipo. Pero ese día era el día, y él estuvo ahí para recordar esa frase referida a estar en el lugar indicado y en el momento justo, o algo así.
El cabezazo fue letal. En potencia, lo más parecido a una volea de Batistuta en su época de Fiorentina. Porque si el centro viene fuerte y con rosca, te creo, quizás solo alcance con poner la cabeza y torcer, o no, el cuello para buscar un palo u otro. Pero este centro vino lento, de lejos, buscaba caer en el área y listo, que se las arreglen allá. El 10 habrá pensado que si quedaba corto o largo, se iban a acordar de su madre, de su hermana y hasta de alguna tía lejana. Entonces, lo tiró al área, a la popularmente denominada olla.
En primera instancia, el zaguero central izquierdo saltó más que cualquiera. Y segundo, vaya a saber uno cómo hizo ese movimiento de cuello que no solo desvió la dirección del centro, sino que le dio una fuerza impresionante a la pelota que se convirtió en un misil teledirigido, con destino de ángulo y sin escalas. También, como el anterior, fue un golazo. Por supuesto que fue gritado fervientemente por Dardo, quien esta vez dejó de lado su idea de “partido fácil” y se dedicó a disfrutar que su equipo empataba o, al menos, que su amigo o enemigo futbolístico no se salía con la suya. Los neutrales lanzaron su típica risa, aunque esta vez no fue tan feliz sinceramente, porque el empate dejaba al asado sin sponsor. La defensa de Manuel demoró en llegar milésimas de segundos.
-Ah, ¿lo gritas? ¿No era que si no hacen 30 toques antes del gol no vale? Gritás los goles de cabeza ahora. Mamita querida-chicaneó indignadamente.
-Antes de perder un asado con vos, hago un pacto con el diablo -se defendió Dardo entre risas.
Los minutos finales tuvieron a Nacional yendo a buscar el gol de la victoria, a Sportivo tratando de formular alguna milagrosa contra, y a Tata siendo insultado por todos los amigos debido a sus mates lavados y el agua fría.
El partido terminó igualado 2-2. Los amigos apostadores se dieron la mano y decidieron pagar un asado para todo el grupo entre los dos, posiblemente porque ambos sintieron que traicionaron lo que siempre pregonaban o quizá porque aprendieron a comprender y valorar que hay distintas formas de llegar al éxito y siempre que sean legales y con pasión, valdrá la pena el camino que se transita para alcanzarlo.
El fútbol es tan lindo que nadie tiene la verdad. Más allá de los gustos, de las chicanas, las injusticias y los sinsabores, lo lindo de este deporte es darse lugar a disfrutarlo.
Por Matías Córdoba
- AUTOR
- Cultura Redonda
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