Argentina
El día que “El Pibe” tuvo lepra
En los primeros días de 1995 llegó la primera bomba que sacudió al mundo del fútbol argentino: Carlos Valderrama llegó a Rosario y contrajo la enfermedad propagada por Newell´s Old Boys. Su arribo a la ciudad santafecina, la reunión con una junta directiva que anunciaba con bombos y platillos su diagnóstico, y un eficaz antídoto llamado dinero que en 24 horas lo curó por completo.
¿Qué podremos decir que no sepamos ya de la historia del “Pibe”? Nacido y criado en la ciudad de Santa Marta, mítico y exquisito enganche -de los que ya no hay- líder de la selección de Colombia, reconocido a leguas por sus ondulados y rubios rizos que bailaban en su cabeza al compás de cada corrida en el campo de juego. Lo padecimos y maldecimos ante cada intervención en la goleada que sufrió Argentina por cinco a cero ante el combinado cafetero. Todos, en algún momento, soñamos con ser o jugar como él.
Aquella aparición en suelo albiceleste para disputar el partido por la clasificación al Mundial de Estados Unidos no sería el último eslabón que uniría la carrera del volante creativo con este país. El destino tendría preparado algo más, apenas dos años por delante, pintando un futuro en donde, en teoría, lo veríamos asiduamente por nuestros pagos.
Corría el mes de diciembre del ‘94. Después de nueve años sin elecciones -ya que el cargo de Presidente se elegía por consenso-, Eduardo López triunfó en los comicios y se convirtió en el nuevo “pope” de la institución rosarina. Quién comenzó en sus primeras apariciones aportando dinero para el Futsal, terminó ocupando el rol jerárquico de más peso durante 14 años.
Aquellos aires de renovación trajeron consigo la necesidad de cambiar el rumbo deportivo del club. La flamante comisión directiva buscaba dar un golpe de timón y sacudir las aguas de un mercado de pases que recién veía su génesis, mientras los equipos se alistaban para las pretemporadas y torneos de verano.
Un poco más al norte en el continente sudamericano aparecía el nombre y apellido de quien debían ir a buscar: Carlos Valderrama. Recientemente desvinculado de Junior, quien contaba con la participación en dos copas del mundo era el hombre ideal para utilizar la “10” rojinegra. Sí, la misma que dos años antes lució, nada más y nada menos, Diego Armando Maradona.
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Los contactos, las llamadas, las negociaciones fluctuaron día a día, hasta que llegó el momento clave. El arribo a un acuerdo entre ambas entidades, con una promesa de pago por adelantado para el jugador, hizo que el 4 de enero se desatara la “valderramanía” en la ciudad del Monumento a la Bandera.
La figura internacional fue presentada en la sede del club ante los hinchas, posó con la casaca de NOB y, ante una manada de periodistas que se acercaron al lugar, explicó los motivos por los cuales eligió este cuadro: “Es una institución donde se forman jugadores, hay un técnico que me conoce… Pienso que va a ser un buen equipo y que me voy a adaptar rápidamente”.
Pero lo que parecía ser un sueño terminó por convertirse en pesadilla. ¿Recuerdan el adelanto que solicitó el jugador? Al aterrizar consultó por el dinero -800.000 dólares- que le habían prometido y la CD alegó que no disponía del mismo, ya que recientemente habían vendido a Norberto Scoponi y estaban esperando el giro del pago. La respuesta no convenció y la réplica del colombiano no se hizo esperar: “Yo qué tengo que ver con esa monda, yo no tengo que ver con Scoponi ni con nada ¿Nosotros no llegamos a un acuerdo? Llegando me dan mi billete… yo no espero ni a mi mamá, que los voy a esperar a ustedes, no ‘hombé’, sean serios”.
El enojo por no cumplir con su palabra llevó a que Valderrama vuelva a subir a su coche, retornase al aeropuerto y regresase a su tierra natal para jugar, nuevamente, en el elenco de Barranquilla. Apenas 24 horas duró su estadía. Ya no había más qué hablar.
Debieron pasar varios años para conocer los verdaderos motivos y escuchar una explicación esbozada por el ex futbolista: “Cuando me voy de Barranquilla, había llegado a un acuerdo. Me dijeron que cuando llegaba a la Argentina, me daban un adelanto del contrato, que es lo que siempre se hace. Fui, cenamos y cuando terminamos me quedé esperando ese adelanto que nunca llegó porque empezaron las excusas. Entonces pensé: ‘si el primer día es malo, todo va a ser malo‘. Entonces me regresé«.
Esta vez la carga viral de la “lepra” no fue tan fuerte y, lamentablemente, su remedio no fueron ni siquiera un par de partidos. Lo que comenzó con un ataque feroz se convirtió en una gripe estacional, a la que le bastó un solo antídoto para librarse de todos los síntomas en menos de un día: el dinero.
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- AUTOR
- Julián Barral
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