Copas
El día que Van Basten se llenó el empeine de historia
25 de junio de 1988, corren nueve minutos del complemento y Holanda está venciendo por 1-0 en la final de la Euro a la Unión Soviética. Muhren envía el centro pasado en el Olympiastadion de Munich y en pocos segundos se gesta una de las más maravillosas acciones de la historia del fútbol contemporáneo: el golazo de volea de Marco Van Basten que sellaría el título holandés.
Sin embargo, la historia del delantero y de su seleccionado en ese campeonato había comenzado de manera muy diferente. El ex Milan había empezado el certamen (que por ese entonces en su fase final sólo lo disputaban ocho equipos) en el banco de suplentes y el conjunto dirigido por el gran Rinus Michels con una caída precisamente ante la URSS en el debut por 1-0.
Van Basten había tenido una mala temporada inicial en el conjunto italiano, adonde había llegado como fichaje estrella procedente del Ajax, ya que las lesiones lo habían comenzado a perseguir. Leer el precio pagado por sus servicios en estos tiempos suena simpático: dos millones y medio de dólares abonó Silvio Berlusconi para quedarse con el talentoso centrodelantero.
Su poca continuidad durante la campaña 87/88 llevó a Van Basten a arrancar detrás de John Bosman, sin embargo, el mal resultado inicial dejaba contra las cuerdas al equipo tulipán, que vistió en ese certamen una camiseta gloriosa, con todo el rock encima. El segundo encuentro era ante Inglaterra, que recordemos venía de caer en el mundial del 86 ante Argentina en cuartos de final, y que dos años más tardes perdió en semis ante Alemania Occidental por penales. O sea, un equipo muy fuerte.
Ese fue el momento en el que se destapó el grifo goleador de Van Basten. Titularidad y respuesta inmediata con tres tantos. El partido fue tremendo. En el primer tiempo, Inglaterra envió dos tiros a los palos, pero Holanda también había tenido las suyas antes de la apertura del marcador, que llegó con un golazo. Envió con cara externa de Ruud Gullit, Van Basten la para, desaira a su marcador con un gran amago y define de zurda al palo más lejano de Peter Shilton.
Tras la igualdad de Robson, Holanda fue por el triunfo al igual que su rival, que había perdido ante Irlanda en el debut. Encontró la ventaja con una definición certera de Marco y el propio número 12 ampliaría la cuenta. De allí en más, no largó la titularidad.
Todo equipo que termina haciendo historia tiene en algún momento un golpe de suerte. Vimos cómo Holanda pudo haber arrancado en desventaja ante Inglaterra y también su partido ante Irlanda tuvo tintes favorables en ese aspecto. Es que la igualdad dejaba al futuro campeón eliminado, sin embargo, a menos de ocho minutos del final llegó el tanto de Win Kieft de cabeza, que derrotó a Pat Bonner, y que selló el pase a semifinales.
Hueso durísimo de roer el irlandés -que llegaba por primera vez a una fase final de la Euro- y qué decir del choque se venía en semis. Del otro lado, estaba nada menos que el local, Alemania Occidental, equipo top que venía de dos subcampeonatos del mundo en forma consecutiva.
Infernal partido. Llegadas en ambos arcos y con dos señores entrenadores en los bancos como Michels y Franz Beckenbauer. Se puso en ventaja el local y parecía todo encaminado a que se diera la lógica victoria alemana. Frank Rijkaard bajó a un juvenil Jurgen Klinsmann que venía en velocidad y el árbitro sancionó el penal que transformaría en gol Lothar Matthaus a los diez minutos del complemento.
Seguía siendo más Alemania, sin embargo, Van Basten cayó en el área a los 29 del complemento y el rumano Ioan Igna compró. Penal mal sancionado y gol de Ronald Koeman -qué nombrecitos, por favor- que ponía todo en igualdad de condiciones. Y a dos minutos del final, aparecería el genio de Van Basten para aprovechar un pase entre líneas, y robarle un tiempo al arquero en la definición: se tiró cual defensor y la punteó, agarrando de esa manera a Eike Immel caminando hacia adelante. Golazo y final.
Como para desmitificar esos conceptos que indican que un jugador antes de un partido clave debe obsesionarse con su rival, sus marcas, etc, veamos lo que cuenta Ruud Gullit, de cómo vivieron la previa del choque decisivo ante la URSS: «El día antes de la final fuimos a un concierto de Whitney Houston. Increíble, ¿verdad?. El día de la final pensamos: hemos ido de fiesta, al concierto de Whitney Houston y ahora hemos venido a llevarnos la copa».
Con el ánimo en alza y la alegría de haber ido a ver a Whitney antes de la final, Holanda salió con la confianza y la seguridad que le daba haber eliminado al local y candidato en semis. Van Basten, no sólo se anotaría con el tremendo golazo del 2-0, esa volea soñada, sino también, con un pase de cabeza para el 1-0 de Gullit.
“Fue en la segunda mitad, y ya estaba un poco cansado. El balón me llegó de Arnold Muhren, y pensé: ‘bien, puedo pararlo y tratar de hacer algo entre todos esos jugadores defensivos, o podría hacerlo de un modo más fácil, arriesgarme y disparar’. Se necesita mucha suerte con un disparo como ese. Todo fue bien. Es una de esas cosas que a veces simplemente ocurren. Intentas hacerlo, pero necesitas mucha suerte, y en ese momento, a mí se me dio esa suerte, para hacerlo en el momento adecuado», eso dijo Marco de su obra de arte, una pieza de colección y de orfebrería, de un tipo que destilaba talento no sólo en sus definiciones, sino también para el control o el pase a un compañero.
En el último tiempo, el gol que más se le ha asemejado ha sido el que anotó Karim Benzema, jugando para el Real Madrid ante el Osasuna. Aunque no fue en una final, la resolución técnica tuvo algunas similitudes.
Y así, en tierras alemanas, donde Holanda había quedado a las puertas de la gloria -pero no del bronce- en 1974, pudo darse el gran gusto de levantar la Euro, su único título grande hasta el momento. Gullit, Rijkaard, Koeman, Michels, algunos de los apellidos que formaron parte de esa gesta; pero ninguno más sobresaliente que el del gran Marco Van Basten.
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