Copas
El encargado de cambiar… ¿El huevo o la gallina?
El último domingo finalizó un mes y una semana de puro fútbol. Si normalmente la pantalla desborda de encuentros a nivel clubes, el mes de junio fue la máxima expresión de partidos pero si de selecciones hablamos. Por segunda vez en la historia (2004, la otra) convivieron mutuamente la Copa América -en versión Centenario- y la Eurocopa. Que Lionel Messi, que Will Grigg, que Antoine Griezmann, que James Rodríguez, que CR7, que Gareth Bale, que Vicente Del Bosque, que Alemania, que Italia, que Argentina, que esto o que lo otro.
Dichas competencias siempre son esperadas por los fanáticos del fútbol. Porque en pocos partidos se deciden muchas cosas. Porque los errores se pagan, así también como los aciertos se cobran. Porque todo un pueblo, incluidos los jugadores, responden a una misma bandera. Porque a pesar del cansancio, las grandes figuras luchan por la gloria, quizás hasta con más ahínco que en sus clubes. Porque una sustitución puede cambiar la historia de un seleccionado, pregúntenle sino a Joachim Low y a Mario Gotze o a Eder y Fernando Santos.
Cambiar es un trabajo de las dos partes: el entrenador y el jugador.
Cambiar es un trabajo de las dos partes: el entrenador y el jugador. El técnico porque es quién debe decidir cuánto negocia o deja de negociar de su plan original, de lo que piensa, de lo que siente, de lo que cree que es mejor para determinada situación. El primer tiempo de un debut no es lo mismo que el complemento de un tercer partido de fase de grupos, después de no haber ganado y con chances reales de quedar eliminado. Ninguna de éstas se asemeja tampoco a los últimos 15 minutos en una instancia definitiva. El jugador, por su parte, es quien decide, el que lleva a la práctica lo teórico. Como sucede con el huevo y la gallina, aquí podemos pensar algo similar. ¿Quién debe dar el primer paso para el cambio? ¿El entrenador desde las decisiones o el jugador desde los entrenamientos y el día a día?
La Copa América/Eurocopa y los Mundiales son torneos en los que las selecciones demuestran en seis o siete encuentros, el trabajo de dos o cuatro años (en general). Francia 2016 no pudo haber sido encarada de la misma forma por Low, quien lleva casi diez años en el puesto, que por Fernando Santos, quien asumió en 2014. Sin embargo, ambos prepararon sus planteles pensando qué podían negociar y qué no. Y en esa planificación recién se entrometen los jugadores. Porque el presente y la historia pesan en la convocatoria, la posición a ocupar o la posible interlocución con sus compañeros adentro del campo.
Que Del Bosque haya elegido la dupla central y el trinomio de volantes para la España campeona de Sudáfrica 2010 no es una casualidad. Barcelona, mejor equipo del momento, dictaba el tempo de todos sus encuentros. Podía perder, sí, pero el control solía partir de Carles Puyol y Gerard Piqué y tomaba forma de ataque en los pies de Sergio Busquets, Xavi Hernández y Andrés Iniesta. Lo mismo le sucedió a Antonio Conte en esta Eurocopa. También con dos años en el puesto como el Bigotón, optó por cuatro hombres de la Juventus para el arco y la defensa. Seguramente porque los conoce de la Vecchia Signora pero más aún por la relación futbolística que existe entre ellos, producto del trabajo constante entre sí.
Como bien remarca Antonio Spinelli, integrante de Cultura Redonda: “¿Quién tiene que ver más en el ingreso de (Moussa) Sissoko? Deschamps que lo metió en la cancha y corrió apenas cinco metros a los otros dos volantes o el propio Sissoko que habrá demostrado en la semana entusiasmo, ganas y capacidad de jugar con la presión de los fanáticos?”. La gallina y el huevo versión fútbol. O el huevo y la gallina. O como ustedes prefieran.
Qué negociar y qué no negociar. El entrenador piensa, siente, cree y actúa en pos de ello.
El ingreso del mediocampista de Newcastle le vino muy bien a Francia para el recorrido final de esta Euro. Paul Pogba pisó menos el área pero siempre fue primer pase y seguridad para mover al equipo de defensa a ataque y Griezmann abandonó la banda derecha para jugar detrás de Olivier Giroud, en el centro.
Portugal también fue otro de los ejemplos en este torneo. ¿Fue Vierinha el culpable de su salida del equipo después de la fase de grupos o el muy buen presente de Cedric en el Southampton y las posteriores actuaciones en el torneo? Que Renato Sanches y Joao Mario le hayan cambiado el mediocampo a Santos, ¿es absoluta responsabilidad de los jugadores o la salida de André Gomes y Ricardo Quaresma también pudieron haber influido? ¿El entrenador siempre pensó en un equipo con «tres puntas», sin un delantero centro real? Hay que ser realistas… Cristiano juega allí porque su calidad se lo permite, porque cabecea mejor que cualquier defensor central. Pero no tiene las características de Pauleta, Nuno Gomes o Hélder Postiga, por citar algunos.
Todo es compartido. Claro que algunos entrenadores pueden tener más influencia que otros, siempre a partir de sus capacidades para el puesto, pero también habrá que ver con qué futbolistas cuentan.
Treinta días de competencia y sustituciones que pueden cambiar el rumbo de un seleccionado. No hablamos de revoluciones, no estamos detrás del hallazgo de la Penicilina 3.0. La mayoría de las cosas (sino todas) ya están inventadas en este deporte. Al menos hasta que se pueda jugar con diez, como quiere Ricardo La Volpe. Por lo pronto, los casos de Francia y Portugal en la última Eurocopa no son los únicos en donde un nombre, un cambio, terminó siendo una solución.
Argentina – Mundial 2014
En Brasil sucedió lo mismo con Argentina. Más allá del experimento de Alejandro Sabella durante el primer tiempo frente a Bosnia, Argentina jugó hasta la lesión de Sergio Agüero (contra Nigeria) con el equipo que había liderado las Eliminatorias. Pero a partir de los bajos rendimientos de Federico Fernández y Fernando Gago durante los tres primeros encuentros y el de octavos frente a Suiza, Sabella cambió (¿Sabella cambió o el jugador hizo lo posible para salir?). Martín Demichelis y Lucas Biglia ingresaron, cumplieron y le dieron al equipo el equilibrio que el entrenador remarcaba conferencia tras conferencia, y ese salto de calidad individual necesario para esa clase de instancias.
Alemania – Eurocopa 2008
En el primer gran certamen de Low al frente del seleccionado teutón, Philipp Lahm arrancó como lateral derecho y terminó en la izquierda. Marcell Jansen (central) quien había jugado allí en los primeros dos encuentros, fue suplantado por Arne Friedrich (también central) y sólo volvió a pisar el campo para despejar balones aéreos en los minutos finales de los partidos.
De mitad de cancha en adelante, también pasaron cosas. Michael Ballack, Lukas Podolski y Miroslav Klose fueron las piezas indispensables del entrenador. Inamovibles. Clemens Fritz arrancó el torneo pero fue suplantado por un tal Bastian Schweinsteiger a partir de cuartos, cuando el actual jugador del Manchester United era 8 puro.
Por su parte, Mario Gómez terminó siendo el prescindible de los dos delanteros centro. A pesar de sus 19 goles en liga con Stuttgart y otros tres por Champions, después de la fase de grupos no volvió a aparecer y Alemania terminó con Schweinsteiger, Ballack y Podolski detrás de Klose. Tres de los cuatro que terminarían jugando el Mundial, dos años después (con Mesut Özil).
De un lado de la balanza, un jugador que convirtió 22 goles en 29 partidos con su club. Del otro lado, un 9 de área que en un torneo de seis partidos, jugó tres y no anotó. ¿Low cambió por convicciones propias, por plan de juego o en realidad su idea siempre fue jugar con doble punta y a partir del rendimiento del propio Mario Gómez tuvo que sacarlo? ¿Cuánto hay de capacidad, de temple de parte del entrenador y cuanto influyen las actuaciones del futbolista?
Francia e Italia – Mundial 2006
Franck Ribéry y Florent Malouda para los galos; Mauro Camoranesi y Gennaro Gattuso para los tanos. Esos fueron los nombres claves de sus respectivas selecciones para este Mundial.
En 2005, a un año de la Copa del Mundo de Alemania, Ribéry llegó libre al Olympique de Marsella, tras romper su contrato con el Galatasaray, que no le pagaba el sueldo hacía cuatro meses. Malouda, en cambio, se coronaba bicampeón de Francia con el Olympique de Lyon. Ambos fueron la mejor solución para Raymond Domenech durante el torneo, desde los octavos de final.
Con la participación de ambos en el once titular, el entrenador francés se acomodó a la idea del momento: “el doble cinco”. Claude Makélélé y Patrick Vieira conformaron el mediocampo, “uno que juega” y “otro que defiende”, como se los estigmatiza a groso modo. Cambió en relación a los primeros dos encuentros del certamen, en los que Zinedine Zidane se movió por detrás de Thierry Henry y Sylvain Wiltord o David Trezeguet. A partir de ahí, el ex delantero de Arsenal y Barcelona fue el único delantero y Domenech dejó en cancha a la sensación del momento, Ribéry, y a Malouda.
El actual jugador del Bayern Munich no había formado parte del ciclo previo, como sí lo hicieron Wiltord, el propio Malouda, Trezeguet y hasta Djibril Cissé, quien quedó afuera una semana antes del comienzo del torneo tras una rotura de tibia y peroné en el amistoso frente a China. Sin embargo, la irrupción Ribéry en su liga nacional fue motivo suficiente para alterar los planes del técnico, sin importar si era de Libra, Sagitario o Acuario. Algo muy similar había sucedido en Francia 1998 con Inglaterra y Michael Owen.
Del mismo modo, la historia de Italia post Giovanni Trapattoni y el “Biscotto” de 2004 también merece formar parte de los ejemplos. Marcello Lippi asumió el cargo inmediatamente, comenzó el ciclo con Luca Toni y Alberto Gilardino como atacantes pero a partir de 2005 comenzó a jugar las Eliminatorias para el Mundial con tres puntas. Los dos mencionados, más Francesco Totti, Alessandro Del Piero, Vincenzo Iaquinta, Christian Vieri, Vincenzo Montella y hasta Antonio Langella formaron parte del trinomio.
Fueron 25 los encuentros invictos de Lippi al frente del seleccionado, incluidos dos fenomenales partidos en la previa del Mundial, contra Holanda (3-1) y Alemania (4-1) y el mismísimo certamen internacional. Vaya si éstos no habían sido motivos suficientes para asentar el sistema, más allá que se sabía que en los momentos límites, el entrenador recurriría nuevamente a los cuatro volantes. Más justificado aún resultó esto tras la lesión de Totti en el peroné, en febrero de 2006.
En total fueron 31 los goles de Toni con la Fiorentina en esa temporada y 17 los de Gilardino con el Milan. Pero en los cuatro primeros partidos de la Copa del Mundo, apenas convirtieron uno entre los dos. Es decir, que si Lippi ya tenía pensado recurrir al 4-4-2 (para graficarlo más fácilmente) a partir de instancias más complicadas, el rendimiento de los dos goleadores lo potenció aún más.
¿Cuánto se puede bancar a un jugador en un torneo que tiene siete partidos? ¿Cómo reconocer el momento de cambiar?
Allí es cuando entraron en juego Camoranesi, primero alternando y luego quedándose con el puesto de la banda derecha, y Gattuso, quien ingresó al equipo luego de la expulsión y suspensión por cuatro partidos de Daniele De Rossi. Con ellos dos, Italia se reamodó y Lippi copió el “doble cinco” del Milan de Carlo Ancelotti, con Gattuso y Andrea Pirlo más libre. Una estructura que se conoce como el mediocampo de Del Bosque o la defensa de Antonio Conte. Así salió contra Ucrania en cuartos, con Toni y Totti arriba. ¿Respuesta? 3-0 y dos tantos del por entonces 9 de Fiorentina.
Cambiar sobre la marcha. Habrá mil ejemplo, aquí en Cultura Redonda remarcamos apenas tres. Porque cambiar tiene muchas aristas para analizar. Entrenador, futbolista, contexto, instancia, partido, rival. No hay que cambiar todo el tiempo pero siempre habrá tiempo para cambiar. Para ello es necesario que alguien dé el primer paso. El huevo o la gallina, lo que ustedes prefieran.
- AUTOR
- Cultura Redonda
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