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El fútbol avanza a paso de hombre
Sociedad, tecnología y reglamento
A lo largo de cientos de años, los deportes practicados por las masas han sufrido transformaciones. Los contextos sociales y el avance de la tecnología (este factor con mayor preponderancia en el último siglo) han devenido en cuantiosas innovaciones acerca del reglamento del deporte y la forma de practicarlo. Lo cierto es que en el fútbol, cuestión de Estado en casi todo el mundo, hay un cierto desfasaje en el trinomio sociedad-tecnología-reglamento, puesto que no es posible –o al menos es muy complejo- romper con los paradigmas de lo que representa este deporte y el miedo latente a desnaturalizarlo en el caso de aceptar la llegada definitiva de la tecnología. La actualización en materia tecnológica de otros deportes también masificados como el tenis, básquet y rugby dedujo una inevitable lucha entre aquellos que pretenden atesorar el famoso “potrero”, característico por no darle la bienvenida a reglas rebuscadas y mucho menos a la tecnología, y los que tomando los ejemplos de los deportes antes mencionados se excusan en que el fútbol debería seguir los mismos pasos.
La ciencia y la tecnología avanzan a pasos agigantados y las sociedades se transforman al mismo ritmo. El deporte no puede quedar exento de esto. Es la sociedad la que lo practica y, para ello, se necesita actualización en todo sentido. Hoy no podríamos quedarnos con la duda si la pelotita de tenis picó aunque sea un milímetro en la línea; o si el rugbier en medio de la muchedumbre del ruck logró apoyar la ovalada en el in-goal; o si el potentísimo remate del voleibolista tocó una uña del bloqueador; tampoco podemos tener la inquietud de si la redonda ingresó en su totalidad o no dentro del arco. Aquí es donde la ecuación falla. Salvo en determinadas ligas, como la italiana e inglesa, en el resto del mundo aún no hay posibilidad de verificar en simultáneo si la pelota ingresó o no, ni mucho menos pedir una revisión en pantalla grande a un árbitro en el exterior del campo de juego para revisar una jugada determinada, como un penal. Además, no hay que pecar de necio y aceptar el aire pestilente de la corrupción que azota al fútbol. Sería acertado por lo menos suponer que existen tanto el arreglo de partidos como las apuestas, que ponen una barrera a cualquier tipo de innovación tecnológica para continuar con un negocio rentable.
Algunos cambios…
El arribo de la tecnología al fútbol es un tema tan polémico y con visiones tan cambiantes que pareciera no haber acuerdo en la posteridad. El 1° de junio del 2016, la International Football Association Board, dependiente de FIFA y encargada de la creación y modificación de las reglas, confirmó 12 nuevas implementaciones al reglamento original. Es el día de hoy que los árbitros, jugadores y periodistas aún no logran adaptarse a estos cambios. Por ejemplo, todavía no es posible determinar qué sanción aplicar cuando un jugador está en situación manifiesta de gol y recibe una falta (depende la gravedad de la infracción y no la posición en el campo); o cuándo un atacante está en offside, ya que ahora las extremidades no deberían ser tenidas en cuenta. Estas actualizaciones trajeron consigo repercusiones negativas ante el inminente arribo de la tecnología. ¿Estamos en condiciones de asimilar un cambio paradigmático? Por lo pronto, algunas de las modificaciones carecen de mucho sentido, como el hecho de poder tocar la pelota en cualquier dirección en el saque inicial o en la reanudación del juego después de un gol; o bien que coincidan el color de las calzas con el del pantalón del equipo; o bien aceptar que se jueguen partidos en césped común, sintético o mixto.
Progresismo y conservadurismo
La propuesta del holandés Marco Van Basten, responsable del desarrollo técnico de la FIFA, es la más reciente y polémica, puesto que plantea implementaciones revolucionarias para este deporte, pero que si se comparan con otros, no son tan descabelladas. La premisa es “darle más dinamismo al juego”, para que no se torne aburrido, aunque algunas reglas resulten hasta irrisorias. Como Van Basten, hay miles de personas que se alinean con él, aquellos que son más progresistas. Del hockey pretende rescatar el sistema de penales australianos y eliminar el offside. Para la primera, el jugador tendría ocho segundos para patear desde una distancia de 25 metros, y entre ese tiempo podría regatear al arquero, evitando que éste toque la pelota. La segunda modificación, que aboliría lo dispuesto en 1863 y posteriormente en 1925, es el fuera de juego (sumamente controversial), aseverando que en “el hockey se eliminó y no hubo problemas”. Del rugby tomó el tópico sanciones, buscando eliminar la tarjeta amarilla fundada en 1966 justamente en un Inglaterra- Argentina, para darles la bienvenida a las exclusiones por cinco y diez minutos, además de que la única comunicación árbitro-jugador sea con el capitán de cada equipo. Del básquet, para cerrar con la “teoría ultraprogresista”, acaparó la idea de contabilizar las sanciones de cada futbolista en un partido. Así, cada uno tendría una cantidad determinada de faltas “personales”. Toda una innovación.
Separados de esta posición, pero no del todo alejados, están aquellos que proponen algunos cambios que sean menos drásticos pero que también ayuden a resolver situaciones del juego que hoy en día no tienen lugar a una revisión. Estos serían progresistas pero no del todo subversivos, pues las transformaciones no implicarían un cambio rotundo en la naturalidad del fútbol. El ojo de halcón del tenis, inaugurado en 2005, al igual que el video-ref en rugby, son antecedentes vitales para introducir la tecnología por completo, detalle que parece haber obviado el holandés en su afán por reformar el fútbol. La aplicación del video-ref trae muchas discusiones acerca de cuántas veces un equipo podría pedir revisión y para qué jugadas específicas. El constante parate que provocaría reexaminar cada situación polémica del juego abre un interrogante acerca de cuáles serían esas situaciones. Por ejemplo, si hubo falta o mano dentro del área o si la jugada que terminó en gol fue invalidada por un offside inexistente, entre otras. Ahora bien, ¿cuántas posibilidades tendría cada equipo para pedir esta revisión? Una por tiempo para cada conjunto sin posibilidad de equivocarse no sería absurdo aunque, para abrir el debate de cuándo de desafiar la decisión del árbitro, primero deberían estar las plataformas correspondientes para todos los estadios, al menos, de primera división, ya que las pantallas requieren un costo elevado en la colocación y las ubicaciones de las mismas no parecen estar contempladas para cualquier estadio. En esta vertiente del progresismo “más de centro”, están los que creen que la tecnología debe llegar con toda seguridad al fútbol, para ponerle punto final al error humano.
Por último, se hace presente el conservadurismo puro, aquellos reacios a cualquier modificación o creación. Son ellos los que se excusan en la “desnaturalización del juego”, los que se rehúsan a la actualización del fútbol en varios aspectos, volviendo al famoso potrero. “El fútbol no es como el rugby, el tenis o el básquet. El fútbol es del pueblo”. Tendrán sus razones para pensar eso y desde ya que son válidas, aunque resulte dificultoso entender cómo es que dejan hasta la última cuerda vocal floja delante del televisor criticando al árbitro, si eso se podría resolver con una simple revisión. O, porqué no, la famosa frase de que “el árbitro convive con el error”. ¿Y qué tal si el error se muda por un tiempo? No es necesario que lo abandone para siempre pero podría quitársele de encima un poco al árbitro, que luego deberá dar cientos de explicaciones a la prensa de por qué no cobró algo que realmente pasó, o peor aún, cobró algo que no existió.
En definitiva, queda claro como el agua que la solución absoluta es una mera utopía. Cuando se habla de algo tan importante como lo es el fútbol, cualquier retoque debe estar amparado por varios organismos y aceptados por una gran parte del mundo futbolero. Sí es cierto que escasean proyectos con fuerza para de una vez por todas ubicar al fútbol en este siglo adaptado a lo que exigen los avances tecnológicos. Tanto se habla del marketing, de los derechos televisivos, de los contratos millonarios. No puede quedar afuera la actualización del reglamento. Será cuestión de aceptar lo que gusta y lo que no, para luego volverse una costumbre, una sana costumbre. Si hay algo que es seguro, es que haya la modificación que haya, los amantes de la redonda continuarán amándola hasta el final de sus vidas.
ARBITRAJE Y TECNOLOGÍA: LAS CLAVES PARA EL CAMBIO NECESARIO
- AUTOR
- Juan Podestá
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