#Rusia2018xCR
El partido que Bélgica se debía
Eden Hazard cae arrodillado cerca de la mitad del campo, los suplentes ingresan corriendo a la cancha. Con el final dictaminado por el árbitro, Bélgica ganó el partido que su generación se debía. Respondió a las expectativas cuyos futbolistas habían generado, habiendo llegado al Mundial de Rusia 2018 ya no como una revelación, sino como una conformación y candidato. Cierto es que los escollos continúan, pero se aseguró finalmente jugar siete partidos en el certamen. Y, ante las caídas de gigantes y su gran triunfo sobre Brasil, es un logro acorde a las condiciones colectivas.
Dentro de un Mundial que hizo retornar el debate sobre cómo se utiliza la posesión del balón, junto a la imposición de los ataques directos, el conjunto belga dominó a su rival de cuartos de final y fue siempre amenazante durante la primera mitad cuando pudo desplegarse con velocidad. A partir de Hazard, de consagratorio partido, consiguió salir una y otra vez, con fluidez. Luego, en el segundo período, administró la ventaja con algunas zozobras y las apariciones salvadoras de Thibaut Courtois, aunque incluso en ese contexto sacó a relucir lo acertado del plan de Roberto Martínez. El entrenador corrigió defectos de partidos anteriores y pudo imponer su idea en un gran escenario.
Así como el partido ante Japón había dejado en evidencia las nulas ayudas a Axel Witsel y la poca conexión entre las líneas desde las salidas de primera fase de Kevin de Bruyne, el entrenador español modificó la estructura y controló a los dirigidos por Tite. Cambió el 3-4-2-1 tan característico para alinear un 4-3-3 con que protegió al mediocentro, colocando al hombre de Manchester City en zonas más peligrosas del campo. Marouane Fellaini y Nacer Chadli se posicionaron como interiores, mientras Jan Vertonghen ocupó la banda izquierda de la defensa. Yannick Ferreira Carrasco salió del equipo tras jugar como titular tres de los cuatro partidos anteriores, a razón de sus pocas ayudas por los costados. Bélgica pasó de sufrir en transiciones defensivas a ser un equipo más compacto, más junto.
También se le dificultó sacar la pelota jugada desde atrás en el inicio, puesto que Philippe Coutinho y Paulinho se encargaban de tapar las recepciones de Witsel y Fellaini, pero fue una vez más a partir de sus hombres por las bandas que los europeos pudieron poner a sus hombres de cara. Thomas Meunier y Chadli, que se abría cada vez que su equipo tenía la iniciativa, daban amplitud y recibían, para comenzar a encontrar entre líneas con toques simples a Hazard o De Bruyne. Incluso los apoyos de Romelu Lukaku, quien se mostró muy fino y preciso durante la primera etapa, eran una vía. El portentoso delantero centro giró en varias ocasiones y llevó peligro mediante su zancada y enorme potencia.
De todas maneras, Bélgica encontró su mejor funcionamiento progresivamente conforme al paso de los minutos. A partir de la inventiva y la creatividad de sus mejores hombres por el flanco izquierdo, la selección sudamericana supo asociarse con profundidad y generar varias acciones de riesgo. Marcelo, después de dejar atrás a Lukaku, que tenía la misión de molestar sus arranques por la izquierda, combinaba junto a Neymar y Coutinho. Con superioridad numérica brasileña, Fellaini no se decidía si salir a cubrir el desborde del lateral o quedarse con el mediapunta del Barcelona. Sólo faltaba que Gabriel Jesús entrara en sintonía, algo que no sucedió en todo el juego y justificó su salida en el complemento. En sendas pelotas paradas, el Scratch pudo ponerse en ventaja, aunque careció de eficacia en Thiago Silva y Paulinho.
Fue precisamente desde ese recurso, el que puso de manifiesto las dificultades belgas para imponerse en su área, que la selección de Martínez halló la ventaja. Un rebote en Fernandinho determinó el gol en contra tras un córner. Luego de la apertura del marcador, les diablotins hallaron el escenario que les calzó perfecto. El trivote de la medular se impuso una y otra vez para frustrar los ataques brasileños, y Hazard y De Bruyne aprovecharon la estancia que quedaba entre defensores y mediocampistas verdeamarelhos. El volante central del Manchester City nunca pudo disimular la salida por suspensión de Casemiro y el campo a cubrir le quedó enorme, además de no recibir el auxilio de Paulinho, que muchas veces se descolgaba hacia tres cuartos y no retornaba a su sitio.
Hazard transformaba en estériles los intentos por quitarle el balón y disponía de espacio para lanzar. En modo crack, hacía la pausa o aceleraba en los momentos exactos y se hacía indescifrable en el 1×1, con su gambeta característica. Brasil nunca pudo hallarlo en el campo. Algo similar sucedía con De Bruyne, que ocupó la zona central del ataque no sólo para asfixiar a Fernandinho, sino para recibir a su espalda y poner a correr a los espacios a sus compañeros de ataque. En detrimento de Dries Mertens, que dejó su lugar como titular en el nuevo esquema, Martínez acercó a uno de sus mejores hombres a la zona de fuego.
Las cabalgatas de Lukaku continuaban en conducción, y desde uno de sus arranques se generó el segundo gol, definido con un zapatazo de De Bruyne al segundo palo. El atacante del Manchester United inició la jugada cerca de su área, y asistió al espacio tras llevar la pelota dominada casi 50 metros mientras se sacaba de encima las persecuciones rivales. Brasil asistió al cambio de roles en el partido, cada pérdida era sinónimo de peligro belga. Y los mejores jugadores rojos estaban siendo incontrolables.
No obstante, el encuentro cambió rotundamente durante el segundo tiempo. Bélgica sólo de desplegó una vez con la dinámica de antes (Hazard tuvo una chance clara) y Joao Miranda se impuso siempre a Lukaku, sin dejarlo salir al contraataque. El conjunto de Tite dominó y volvió a disponer de sus mejores armas. Ya sin Willian, que nunca había podido superar a Vertonghen en los 45’ iniciales, Firmino aportó sus apoyos para crear paredes y Gabriel Jesús ocupó durante unos minutos la banda derecha, esa a la que el colectivo nunca pudo dotar de un desequilibrio similar al de la banda opuesta. Marcelo desniveló una y otra vez y la entrada de Douglas Costa fue un puñal para la defensa europea, pero el gol del descuento llegó demasiado tarde.
Costa echó mucho en falta durante el complemento el desdoble de Fagner, imposibilitado de subir ante la amenaza de Hazard, que se recostaba sobre su banda. Sin engaño, el extremo del Bayern Munich optó siempre por enganchar hacia dentro, como lo hizo Neymar, obstinado en sus conducciones y lejos de su mejor nivel. Bélgica cerró sus caminos interiores con Witsel y el gran rendimiento de Fellaini y Chadli, entregados a la causa. Renato Augusto, futbolista clave en eliminatorias que había perdido su lugar en el Mundial, convirtió el único gol brasileño realizando con acierto el desplazamiento que Paulinho no había podido hacer: atacó el área y soltó un gran cabezazo tras la perfecta asistencia de Coutinho. Casi sin recorrido en su pie y en las inmediaciones del área, Philippe inventó un pase mágico.
Bob Martínez retornó, en cierta medida, al plan anterior para los últimos minutos, con el objetivo de conservar la ventaja ante el vendaval adversario. Hizo entrar a Vermaelen por Chadli y colocó una defensa de cinco hombres, retrasando a De Bruyne al centro del campo. Más tarde, reforzaría la mitad decidiendo el ingreso de Yuri Tielemans por Lukaku, dejando a Hazard’ en la punta del ataque. Aunque Bélgica falló y, tras dos imprecisiones, una de Fellaini y otra de Vincent Kompany, Brasil tuvo dos oportunidades que dejó pasar. Y cuando no fue su impericia, se enfrentó a un Courtois imperial.
Jugaron un partido que sin duda está entre los más atractivos de la presente Copa, y el plan de la selección europea acabó venciendo. El DT español cambió justo a tiempo para obstaculizar a un conjunto que llegó a Rusia como candidato. Sin duda, fue el juego que Bélgica se debía, ese que responde a las perspectivas depositadas en la brillantez de sus estrellas. Se aseguró jugar la mayor cantidad de encuentros posible, aunque ahora intentará anotar su nombre definitivamente en la historia.
- AUTOR
- Nicolás Galliari
Comentarios