Copas
El precio de la indecisión
En la previa de la Euro 2016, el seleccionado nacional de Inglaterra partía como principal favorito a alzarse con el Grupo B de la competición. Con Gales, Eslovaquia y Rusia como adversarios, el equipo dirigido por el experimentado Roy Hodgson, respaldado por un plantel interesante, con figuras de notable presente en Premier League, era candidato firme a obtener el primer pasaje a Octavos de Final.
Sin embargo las dudas de los escépticos se cristalizaron muy pronto. Una cuestionable alineación inicial en el debut ante Rusia, agravada por las inexplicables modificaciones practicadas por el entrenador, que convirtieron un partido tranquilo en un empate autogestionado frente a un rival prácticamente inofensivo –que obtuvo su único punto en el torneo en el 1-1 frente a Inglaterra-, sembró dudas sobre el futuro del seleccionado de los ‘Tres Leones’.
Las ausencias de John Stones y Jamie Vardy, dos de las principales figuras de la Premier League, en el once inicial que enfrentó a los rusos, no fue el único tema escabroso en la confección del equipo. Hodgson no supo entregarle a Dele Alli y a Adam Lallana la libertad de movimientos que necesitan para desarrollar sus mejores cualidades. Del mismo modo encerró a Harry Kane en una posición de 9 clásico, entre dos extremos demasiado posesivos, y le impidió recostarse sobre las bandas para atacar el área como lo hace en Tottenham.
Para completar una noche en la que fue gran responsable del empate final, Hodgson realizó modificaciones que terminaron con Inglaterra replegada, con escasas chances de contraatacar, ofreciendo a Rusia la posibilidad de avanzar metros y enviar balones al área. Uno de ellos significó el agónico gol de Vasili Berezutski que castigó a los británicos con una igualdad que comenzó a decidir su suerte posterior en el Grupo.
Hodgson intentó continuar con el plan inicial y presentó nuevamente la misma alineación ante Gales. Pero un pobre primer tiempo, coronado con un gol de Gareth Bale tras una floja respuesta de Joe Hart, obligó al veterano trotamundos de los banquillos a recurrir a otras opciones. Daniel Strurridge y Vardy acudieron al salvataje y reconvirtieron el partido para obtener un 2-1 que dejaba en orden el Grupo y le daba a Inglaterra la chance de conseguir el primer puesto con una accesible victoria ante la voluntariosa y desordenada Eslovaquia.
Las cosas parecían muy claras. Más allá de algunos desajustes propios de una pareja de centrales que suelen recorrer el universo con el pensamiento en medio de un ataque adversario –es insólito que no juegue Stones-, del parsimonioso movimiento de Hart ante el lejano tiro libre de Bale y resueltos los cortocircuitos ofensivos con la movilidad de Vardy y Sturridge, no había mucho por tocar en la formación inglesa.
Eric Dier había sido figura y eje central sobre el que se equilibraba el equipo –más por virtud individual del jugador que por balance colectivo-. Wayne Rooney aportaba criterio desde una posición retrasada -tal vez uno de los mayores aciertos del entrenador inglés- para equiparar las malas decisiones de Sterling y Lallana. Y el talentoso Alli, aún buscando su mejor forma en un esquema que lo limita, es una de las pocas piezas que debían resultar inamovibles en la nómina titular. Kyle Walker y Danny Rose habían desarrollado un trabajo aceptable por los laterales aunque mejorable en la finalización de las jugadas, pero su presencia desde el inicio no parecía correr riesgo para la última jornada de la Primera Fase.
Pero este hombre sesentón, con aires bien ingleses y a un sombrero de distancia de Sherlock Holmes en su vestimenta, tenía nuevos y peculiares planes para complicarle la vida a su equipo. Para el encuentro decisivo determinó una especie de rotación que excluyó a Rooney y Alli del aparato creativo, que prefirió a Nathaniel Clyne y a Ryan Bertrand por sobre Walker y Rose, que modificó completamente el semblante de la mitad del campo con el ingreso del dinámico Jordan Henderson y de un Jack Wilshere que hace todo lo posible por darle la razón a aquellos que se sorprendieron con la convocatoria de un jugador que solo disputó 141 minutos de alta competencia en el último año futbolístico.
Con un fútbol vertiginoso en ofensiva a partir del juego por las bandas, pero con poco margen creativo y Dier haciendo equilibrio para aminorar el impacto de un equipo largo por culpa de dos centrales que se sienten a salvo en las cercanías del área propia, Inglaterra derrochó sus energías en la primera mitad. Se fue al descanso sin conseguir la diferencia a costo de quedarse sin piernas en el complemento, alejarse paulatinamente del área rival y hasta regalar alguna chance de gol a Eslovaquia que pudo significar un dolor de cabeza mayor. Empate sin goles. Segundo puesto consumado por el triunfo contundente de la pragmática selección galesa ante Rusia y a pelearse con la adversidad del lado más pesado de la llave eliminatoria.
Inglaterra se ha complicado su propia vida y gran parte de la responsabilidad la tiene su entrenador. Un hombre lleno de sorpresas que tiene en sus manos un plantel de calidad y variantes en cantidad para llegar a instancias avanzadas pero no decide el rumbo. Ahora llega lo más difícil. Enfrentar a los mejores incluso antes de lo previsto. Hodgson debe decidirse urgente. Porque la indecisión lo ha llevado por mal camino, y ahora, cuando se gana o se vuelve a casa, no hay lugar para la duda.
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- AUTOR
- Nicolás Di Pasqua
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