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El Reus F.C., la piedra en el zapato de La Liga
En la liga perfecta, en esa que debemos copiar porque todo funciona, la que nos albergó porque fuimos indignos para organizar el partido más importante del orbe, están preocupados. Muy preocupados. Porque un ignoto club de una región perdida (en realidad no tanto) de la península ibérica, tiene en jaque su prestigio.
Quizás esté mitigado por el hecho de que ese club no está bajo las luminarias más resplandecientes de la primera división, sino que en segunda; pero incomoda y bastante.
El Reus F.C. puede desaparecer. Su existencia camina sobre una fina cornisa y todavía no sabe si encuentra una ventana por donde entrar, o cae al vacío del olvido como ya lo hicieron otros clubes que tuvieron que reinventarse de alguna forma, con otros nombres y en otras ciudades, o simplemente no existen más.
Claro que la situación del Reus no solo molesta porque, de concretase su desaparición, pondría en evidencia a un sistema tan marketineado como falible, sino que además dejaría a la competición renga en mitad de campeonato, con lo que significa el hecho de encontrarle una solución convincente a un torneo que no sabe qué hacer con los partidos que ya jugó el equipo en cuestión.
Todo empezó como un sueño en la pequeña institución catalana nacida en 1909, que jugó casi siempre en tercera división y segunda B, gracias a la llegada de las sociedades anónimas deportivas y al aporte inconmensurable de Joan Oliver, que llegó en 2014 cuando el club estaba en segunda b, con sus millones y sus contactos, para hacerlo “crecer”.
Oliver no era un paracaidista en esto del fútbol, había sido el director general nada menos que del F.C. Barcelona de la mano de Joan Laporta, convirtiéndose en su mano derecha hasta que éste perdió las elecciones con Josep Maria Bartomeu. Con Oliver como amo y dueño mayoritario, el Reus consiguió un inédito ascenso a segunda división en la temporada 2015/16 y todo iba en un easy ride imparable para el club rojinegro, hasta que comenzaron los problemas demasiado rápido.
Buscando aire y liquidez para sus negocios españoles, junto con su inseparable compañero Laporta, Oliver compró al club chino BIT F.C., pero tampoco salió bien la jugada, y ese fracaso terminó por arrastrar aún más a la entidad española que sólo posee 2 mil socios y ya no puede equilibrar sus números por sí sola. Mucho menos sin publicidad en la camiseta y un conflicto insalvable con el Ayuntamiento, dueño del estadio.
Ese tema fue otro mojón importante en el camino del Reus al abismo.
Si bien habían llegado a un acuerdo para utilizar el Estadio Municipal de la ciudad y habían pagado la suma de 600 mil euros como anticipo, y comprometido tres millones más para adaptar el recinto a las exigencias de La Liga y adquirir la concesión del mismo, el acuerdo quedó sin efecto al negarle el Ayuntamiento el permiso para vender el nombre del estadio y prohibirle alquilarlo para eventos que no sean partidos del primer equipo.
Esta situación, sumada a que el mismo Ayuntamiento se opuso a la posibilidad de hipotecarse para financiar las inversiones, hizo que la relación entre lo estatal y lo privado volara por los aires y el club tenga que abandonar el estadio que lo albergó durante los últimos 40 años, para irse a jugar al campo del Cornellá a 115 kilómetros de casa.
El DÍA QUE VIVIMOS EN PELIGRO (Y AÚN SEGUIMOS)
El último 9 de diciembre el Reus visitaba al Alcorcón por la jornada 17 de la Liga 1,2,3 (así se llama por cuestiones de marketing) y, tras el pitido inicial, los jugadores visitantes se apiñaron en el centro del campo y observaron abrazados durante un minuto cómo los locales se pasaban la pelota sin atacarlos, respetando la protesta mediante la cual daban a conocer el problema y la situación desesperante por la cual estaban pasando.
Hacía tres meses casi exactos que ni jugadores, ni cuerpo técnico ni empleados cobraban un solo euro y la deuda de la sociedad anónima ascendía a cerca de 3 millones de la moneda europea.
Esos días fueron dignos de una película de suspenso en la comarca. Con situaciones dantescas, promesas de dinero que nunca llegó, muertes y resurrecciones varias, compra-ventas frustradas, y todo con las agujas del reloj de la bomba de tiempo que avanzaban mientras buscaban la mejor forma de cortar el cable correcto.
Entre ellos la inefable aparición de Javier Tebas, dueño del circo del fútbol español. Tratando de domar a las fieras y volver a llevarlas a la jaula, primero intentó que “La Liga”, a través de un fondo común que tiene previendo éstos casos, saldara la deuda de la sociedad anónima para que el show continúe.
El problema es que los jugadores no aceptaron la propuesta, ya que el reglamento les permitía quedar libres después de tres meses de deuda, so pretexto de que no tenían la seguridad que, una vez saldada la deuda de tres meses, podrían seguir cobrando el resto del contrato.
Con todo esto, la situación fue complejizándose cada vez más y ahí fue cuando entraron a jugar los empleados del club, casi un centenar de mileuristas (así se le llaman a los empleados de base de las empresas que en general tienen un sueldo promedio de mil euros) que veían cómo la postura de los jugadores hacía peligrar su fuente de trabajo, ya que cada reunión fallida era un paso más a la extinción.
La siguiente jugada fue de Oliver, quien acorralado por todo dios trató infructuosamente de conseguir una ampliación de capital de 3 millones de dólares. Por lo menos, con esa promesa pudo contener hasta último momento la decisión de los jugadores de quedar libres y así consumar la desaparición del Reus F.C., pero claro, en algún momento se tiene que concretar algo de todas las soluciones propuestas. Y las horas pasaban sin novedad.
LA SOLUCIÓN O LA SOLUCIÓN FINAL
Sólo seis días que parecieron años fueron los que pasaron hasta que, por fin, Joan Oliver pudo comunicar, no con un manto de dudas de quienes escuchaban, que por fin la Sociedad iba a saldar parte de la deuda para que el club pueda continuar con vida. «El CF Reus Deportiu SAD informa de que, en estos momentos, se está haciendo efectivo el correspondiente pago a los jugadores del primer equipo, en un proceso que se completará en las próximas horas. De esta manera, queda garantizada la continuidad del CF Reus a La liga 1,2,3«, fue el escueto mensaje de prensa de la institución, pero nada se dijo del alma benefactora que puso el dinero, aunque no son muchas las posibilidades tampoco.
Todos apuntan a la figura del representante portugués Jorge Mendes, un particular personaje que, como historia repetida en esta clase de sujetos, surgió de la nada a ser dueño de un imperio pocas veces visto. Tiene en su haber la trasnferencia de Cristiano Ronaldo del Sporting de Lisboa al Manchester United, y manejó por ejemplo pases de Falcao, Ángel Di María, Ezequiel Garay, entre otros.
Con este perfil no resulta difícil imaginar que un tipo que en la última década movió la burrada de mil millones de euros en traspasos de futbolistas, pueda darle una mano a una de las personas más cercanas de su entorno como lo es Joan Oliver.
Como en el mundo de los negocios y el libre mercado el pez grande se come al más chico, todo hace suponer que el aporte de Mendes no fue desinteresado y que, en un futuro cercano, el portugués junto a otro inversor, Peter Lim, magnate y empresario singapurense y dueño del Valencia F.C., tomen las riendas de un club que en una situación normal apenas le daría para mantenerse en segunda B con dignidad, para transformarlo en un banco de pruebas donde poner a los jugadores que tienen en su cartera, para luego hacer negocios con ellos.
Con las nubes aparentemente despejándose en el horizonte del Reus F.C., todavía quedan algunas esquirlas volando por el espacio aéreo de la entidad catalana, y los cortocircuitos siguen puertas adentro entre un entrenador que acusa a la AFE (gremio de futbolistas) de acosar a sus jugadores todo el tiempo, incluso horas antes del primer partido del equipo en la reanudación del torneo hace dos fines de semana, y la desmentida de los mismos, quienes luego de una resonante victoria 3-0 de visitante frente a un grande de la categoría como el Málaga, sacaron un duro comunicado contra su técnico y el dueño de la Sociedad Anónima: “En ningún momento nos hemos sentido acosados , como manifestó nuestro entrenador, por la Asociación de Futbolistas Españoles. Nos parece sorprendente que nuestro entrenador nos critique después de ganar 0-3. El colectivo de futbolistas entiende que el único y gran responsable de ésta situación es Joan Oliver”.
Mientras, los empleados y miembros del fútbol base de la entidad miran de reojo a los futbolistas profesionales por entender que su postura fue egoísta y poco empática con el resto, al preferir quedar libres a sabiendas DE que si esto sucedía, el club hubiera desaparecido y con eso, también toda fuente laboral.
La situación a día de hoy sigue siendo difícil y, mientras todos esperan la confirmación de la venta de la Sociedad, de a poco los jugadores van arreglando su situación. Pero no todos lo hicieron. Cinco profesionales ya no están en el club por no aceptar las condiciones del trato, y sólo 12 jugadores del plantel tienen contrato. Con ese número de fichas, el club puede continuar; de lo contrario, si no se llegase a esa cantidad, automáticamente quedaría desafiliado y, con semejante deuda, desaparecería.
Pero sólo los jugadores entraron en el régimen del acuerdo, de los empleados ni noticias, ni un euro. La empresa deberá abonar los salarios del mes de diciembre. Ahí realmente se verá dónde está parado el Reus. Si se mete por la ventana de la salvación, si sigue jugando con la muerte, o si da el paso al vacío.
- AUTOR
- Horacio Ojeda
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