Argentina
El semestre del Rojo
Ariel Holan y sus dirigidos quedaron a un paso del ingreso a la Copa Libertadores 2018, tras empatar con Lanús en condición de local, por la última fecha del campeonato. Sin embargo, este último eslabón roto de una cadena que tenía como destino final el boleto hacia el máximo certamen continental, no debe difuminar todo lo hecho en estos seis meses que comenzaron en el lejano enero.
La llegada del ex técnico de Defensa y Justicia a la institución suponía, al menos en un principio, sostener las bases y los fundamentos que llevaron a los de Florencio Varela a colarse en el mote de los equipos vistosos y a ser elogiados, por ejemplo, por la figura de Javier Mascherano. Gabriel Milito, con todo lo que acarreaba su personificación y vivencias en el Viejo Continente, no representó más que un puñado de buenas intenciones, valores históricos y un funcionamiento colectivo que nunca llegó, lo que dejó un barco a la deriva en la mitad del campeonato y con un poder de fuego criticable desde todos los ámbitos.
Holan se la bancó. “Hizo lo que no se animaron a hacer otros”, resuena el vox populi que baja desde las gradas del Libertadores de América. Y es que el hombre proveniente del palo del hockey debió tomar decisiones fuertes ante la reanudación del torneo local. Víctor Cuesta, Cristian Rodríguez, Jorge Ortíz, Germán Denis, Diego Vera, entre otros, son algunos de los pesos pesados a los que les dio vía libre para que continúen sus carreras en otros parajes futboleros, poniéndose a cuestas a su plantilla de carácter potencial en los juveniles, entremezclado con tres refuerzos que arribaron: Walter Erviti, Nery Domínguez y Emmanuel Gigliotti.
Martín Campaña; Fabricio Bustos, Nicolás Figal, Alan Franco y Nicolás Tagliafico; Emiliano Rigoni, Diego Rodríguez, Walter Erviti y Gastón Togni; Lucas Albertengo y Emmanuel Gigliotti, fue la primera oncena que presentó el flamante entrenador, sentado ya en el banco de suplentes en donde siempre quiso estar. Un 4-4-2 flexible, amoldable para transformarse a un 4-1-3-2 con la subida de Erviti al puesto de “enlace” -relegando al Torito a bancarse la zona medular-, aprovechando los costados para poder desdoblar, mandar a los laterales al ataque y hacer daño desde ese sector del campo.
Atrás quedó ese esquema y algunos de aquellos futbolistas, primerizos titulares. Con el correr de los cotejos, encontró el mejor funcionamiento en un 4-2-3-1 claro. El mismo, padeció retoques por la baja de Jorge Figal –doping-, metiendo a Tagliafico a la cueva y probando con Sánchez Miño como lateral por izquierda, uno de los apellidos que revitalizó y de los que cambió silbidos por aplausos. El resto de la línea de fondo la completan Franco, un joven proyecto de central con buenos recursos y un porvenir al menos interesante, junto al Tractor Bustos en el lateral derecho, habiéndole ganado la pulseada a Gustavo Toledo y Damián Martínez demostrando su verticalidad para pasar al ataque, buenas decisiones con el balón dominado y ser correcto a la hora de perseguir la marca.
El medio del campo funcionó cuando Rodríguez y Domínguez se repartieron la frontera. El volante central uruguayo fue moneda corriente para las salidas desde el fondo y realización de relevos y para insertarse entre los centrales con el fin de conformar una línea de tres con el equipo lanzado en ataque; por otro lado, el ex volante de Rosario Central demostró que aún puede dar más, sin descollar en muchos de los cotejos en los que le tocó estar, pero con la sapiencia y precisión que le permitieron quitarle el puesto a Erviti.
Arriba, la aparición de Ezequiel Barco representa la gambeta y el picante de este Independiente 2017, recostado casi siempre por izquierda y volcándose hacia el medio con el objetivo de buscar juego, arrastrar marca y soltar a su pasador por las espaldas. Junto a él, Rigoni hace lo propio por derecha, Martín Benítez busca ser el “enganche” en el medio, y un único punta o referencia de área, puesto que llegaron a convidarse Emmanuel Gigliotti, Lucas Albertengo y el mismo Benítez cuando hizo falta.
Los números del elenco avellanedense hablan por sí solos. Logró vencer en la primera instancia de la Copa Sudamericana ante Alianza Lima; superó a Deportivo Camioneros en la Copa Argentina; disfrutó de un equipo servido de un alto porcentaje de juveniles en campo; se dio el lujo de disputar la clasificación a la Libertadores y –para los más auspiciosos- de estar a una victoria de meterse en la discusión por el título local; y le agregó el gol cuya falta tanto se le remarcó durante la etapa anterior, llevándolo a convertir 29 tantos en 19 encuentros, completando la metamorfosis cuantitativa.
Lo cualitativo, faceta que también juega, y con un rol preponderante en este deporte, también está presente. La identidad es una faceta recobrada y de vital importancia. El hincha pasó de silbidos por doquier a ver a un elenco que sabe a lo que juega, que no negocia la actitud y reivindicó los valores de la institución con el saludo de los “Brazos en Alto” -tradición que hoy se extiende hasta los chicos de las formativas-. Holan creó un mandamiento bajo el lema de Compromiso, Actitud e Intensidad con sus dirigidos, haciéndoles entender el lugar en donde están, incorporó la figura de las glorias para que compartan con los profesionales del presente y, por sobre todas las cosas, hizo de su figura alguien creíble. Mirado de reojo desde su aparición en la escena, producto de la espectacularización de los drones y su proveniencia ignota, pasó a convertirse en el técnico con mejor comienzo en la historia del club. Tradujo frases como “es el día más feliz de mi vida. Viene el nacimiento de mis hijas, nietas y esto” –en alusión a su debut como DT- o sus lágrimas post victoria ante Racing en algo tangible y confiable para el socio.
Las pálidas pasarán por el hecho de desperdiciar en demasía las posibilidades de sumar puntos que tuvo en casa. Los partidos contra Vélez, San Martín de San Juan, Olimpo y Lanús quedarán en la memoria colectiva como posibles fundamentos que llevan a que todo esto no sea cosa más seria. Además, la gran cantidad de empates, nueve en total en todas las competiciones, y el factor contraproducente de tener un elenco plagado de jóvenes que deberá entender, fruto de la consecución de los cotejos, manejar los tiempos, saber cuándo acelerar y en qué momento se instrumenta de tal manera.
Claro, son más las buenas que las malas en el porvenir del elenco del conurbano bonaerense. La impaciencia por el título será un factor determinante que puede jugar en contra producto del nerviosismo, pero, como antes se señaló, Holan se convirtió en un tipo con crédito abierto. El fanático está contento con él y en su figura depositan su voto para lo que viene. De esta forma, y parafraseando al Indio Solari, los bellos milagros ocurrirán.
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- AUTOR
- Julián Barral
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