Copas europeas
El sueño continúa
El rostro adusto tras cada jugada malograda. La cámara le busca de forma incesante, insistente, interminable. Es Cristiano Ronaldo el hombre del día, toda Europa está pendiente de él.
La realidad es que ésta Portugal es Ronaldo y poco más, sobre él descansan las opciones de trascendencia de toda una nación… y él lo sabe; por eso busca y busca pero termina por rebotar en la nada, en una nada que se gesta metros atrás en un medio campo exultante vestido a cuadros rojos y blancos. Un medio campo diversificado a través de las virtudes de sus componentes: inteligencia, velocidad, desparpajo. De todo ello goza Croacia, sin embargo parece no sentirse cómodo con la entera iniciativa que la escuadra lusa le obsequia.
Otra vez Ronaldo es el protagonista, como tantas y tantas veces. Pero primordialmente éste verano se le nota mucho más impaciente, igual de voraz pero dueño de una desesperación en aumento. Quizás porque sabe que es una de las últimas llamadas de su carrera para llevar a Portugal a lo más alto, para trascender a Eusebio y a Luis Figo y convertirse (si no lo es ya) en la figura más rutilante de su país.
El legado de Cristiano al fútbol será inconmensurable, se ha dicho en demasía que tuvo la mala fortuna de coexistir con un genio de una envergadura sin igual. No sé si Ronaldo habría sido igual de resolutivo en otra época, pero a día de hoy parece enarbolar en su personalidad los valores de una sociedad cada vez más desprovista de humanidad. Ronaldo es individualismo, mejora constante, ser para sí mismo. Todo lo que ésta sociedad aplaude.
Pero el delantero vive en la cornisa de la hipocresía social, se le critica lo mismo que lo constituye. Al ariete parece no importarle lo que se diga. Su hedonismo supera cualquier petardo transfigurado en crítica que le venga del exterior. Vive de halagos y es lo único que deja entrar.
Recuerdo un comercial en el que aparecía una estatua en honor del portugués, impecable previa a un cobro de tiro libre, con la clásica pose del que tiene plena confianza en sí mismo. Los músculos en perfecta disposición, la mirada indescifrable, todo en su lugar. Es quizás ese momento previo a un cobro directo el que nos deja ver completamente al genio.
¿Quién podría criticar a quién busca incesantemente la perfección, la trascendencia?
El 7 está desesperado, los fatídicos penales están cerca, tres minutos para el final y el balón que siempre busca por seguridad al que sabe, lo encuentra escorado en el área croata, Ronaldo suelta la pierna que encuentra los guantes del guardameta… pero no se detiene, lleva el sello de la ilusión; Ricardo Quaresma está solo y convierte el gol. Portugal estalla, Croacia llora. Es la magia del fútbol… y Cristiano Ronaldo puede seguir soñando con edificar una estatua a nombre suyo, con toda su nación a sus espaldas.
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- AUTOR
- Abda Barroso
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