Historias
El teatro de los horrores
Los ingleses nunca olvidarán el 7 de septiembre de 1940, fecha triste que quedó marcada a fuego en su historia por los bombardeos interminables que tuvo en vilo a los británicos durante ocho interminables meses que duró el «Blitz» (guerra relámpago como la denominaron los alemanes).
La Luftwaffe (fuerza aérea alemana) catalogó los primeros bombardeos como «exitosos», ya que habían destruido sitios relevantes y sembrado el miedo, pero, por sobre todas las cosas, mantenían a raya a una de las potencias que jaqueaban al Tercer Reich.
Los alemanes, que primero descargaron sus bombardeos sobre Londres, decidieron expandir su horror por distintas ciudades inglesas, principalmente por aquellas en dónde hubiera lugares claves o dónde se pueda armar una contraofensiva.
Es por eso que Manchester fue el primer lugar, después de Londres, que apareció en la lista nazi. Trafford Park, zona industrial desde donde despegaban los aviones Lancaster y Manchester de la aviación británica, era una «zona roja» para la Luftwaffe. Allí estaba la fábrica A.V. Roe and Company, encargada de la fabricación de los aviones ingleses y de armas para el ejercito.
La liga inglesa estaba suspendida a causa de la Segunda Guerra Mundial, tal como ocurrió durante La Gran Guerra. Por esta razón, las oficinas del Old Trafford (estadio del del United) y Main Road (del City) no estaban concurridas, sino más bien se podía decir que casi desiertas.
Es por eso que lo que ocurrió el martes 11 de marzo de 1941 puede llamarse una desgracia con suerte para los directivos del Manchester United, ya que en una época normal, Old Trafford hubiera estado abarrotado de gente en medio de su labor burocrática y hasta los propios jugadores entrenando. Fue ese día en que la Luftwaffe quiso bombardear A.V. Roe Company, pero por un error de cálculo, las bombas cayeron en el estadio que, años más tarde, sería bautizado por Sir Bobby Charlton como el Teatro de los Sueños.
La tribuna principal fue la que recibió la peor parte. Todas las oficinas fueron alcanzadas por las llamas y el césped parecía un colador por los agujeros que presentaba. Los bomberos de la ciudad, junto con los vecinos y hasta algunos jugadores y dirigentes, tardaron casi un día en apagar las llamas. Tal fue la magnitud del desastre que no se pudo comenzar con la reconstrucción hasta tres meses después del ataque.
Durante el obligado parate liguero, los clubes se organizaron para disputar algunos amistosos a lo largo de la isla posterior al bombardeo. Estos amistosos se hicieron más asiduos con el fin de juntar dinero para la reconstrucción del estadio.
Una vez terminado el conflicto bélico llegó el turno de la reconstrucción de todos los países afectados directamente por la guerra y, en particular, de la ciudad de Manchester. El gobierno británico dio créditos a empresas e instituciones particulares que fueron afectadas por los bombardeos. Sólo había que anotarse en la Comisión de Daños de Guerra, pero al club le fue denegado.
Ante la negativa, James William Gibson, dueño del club, comenzó a recaudar dinero de todas las maneras posibles para la reconstrucción del estadio. Gibson, que se dedicaba a la industria textil, decidió destinar un porcentaje de las ganancias de su empresa al pozo común del United, mientras intentó conseguir un crédito del gobierno que, luego de mucho insistir, le fue aprobado.
En los tiempos en que Old Trafford no podía ser utilizado, sus vecinos del City «prestaron» sus instalaciones a cambio de un importe insignificante de 5000 libras anuales. Pero, con el paso del tiempo, esa bondad se fue apagando y los dirigentes de los skyblues comenzaron a quejarse porque ya no querían prestar su estadio. Esas quejas de los archirrivales surtieron efecto a favor del Los Red Devils, ya que el gobierno de la ciudad junto con la Federación Inglesa apuraron las obras, inyectaron más dinero y Old Trafford quedó listo en menos tiempo del previsto.
Gibson no solo tuvo que ocuparse de la reconstrucción del Estadio, sino que también debió reencausar al club desde lo deportivo. Por eso que contrató a Matt Busby , legendario ex jugador de Liverpool, quien puso manos a la obra y reconstruyó toda la faz deportiva desde las categorías base hasta la primera división. En unos años esa reestructuración cambió la historia del club con los jugadores surgidos de la cantera que fueron llamados los «Busby Babes», pero esa es otra historia.
El Primer Ministro inglés Winston Churchill hizo famosa la frase: «Sangre, sudor y lágrimas» («I have nothing to offer but blood, toil, tears and sweat”) y eso fue lo que pasó por la parte roja de Manchester, desde ese 11 de marzo de 1941 hasta el 24 de agosto de 1949, en que pudo nuevamente jugar en Old Trafford oficialmente. Fue en un partido de liga ante el Bolton Wanderers, al que venció por 3-0.
Relacionado
- AUTOR
- Ricardo Maringolo
Comentarios