Calcio
El triste final de un Romanista
El 30 de mayo es una fecha que los hinchas de la AS Roma prefieren olvidar. En 1984, jugaron en el Stadio Olimpico la final del máximo torneo europeo a nivel de clubes. Una temporada antes habían conquistado el primer Scudetto en 41 años y en la 1983/1984, ganaron la Coppa Italia y quedaron segundos en el torneo local. Pero todos los cañones apuntaban a la Copa Europea, con el plus de que la final se jugaría en su estadio. Los romanos contaban con jugadores de la talla de los brasileños Falcão y Toninho Cerezo y los italianos Bruno Conti, Roberto Pruzzo y Agostino Di Bartolomei.
Este último era el gran ídolo. Nacido en Roma, ingresó a las divisiones inferiores de la Loba a los catorce años y, con 17, debutó en el primer equipo en 1972. En la temporada 1975/1976 fue cedido a Lanerossi Vicenza, con la excusa de -según el propio club- fortalecer sus músculos jugando en Serie B (por ese mismo motivo, Conti pasó a Genoa). Una vez que regresó, se convirtió en un líder de los Romanistas. Era un volante ofensivo fino, con una gran capacidad para asistir a sus compañeros, muy buen remate de media distancia y un excelso ejecutante de penales. Sin embargo cuando asumió en 1979, el entrenador sueco Nils Liedholm lo reconvirtió en líbero para que jugaran Falcão y Cerezo detrás de Conti en el mediocampo. También lo nombró capitán, siendo el primer romano en vestir la cinta en la historia del club.
Los hinchas lo amaban. Se veían representados en Ago, un chico de la Curva Sud que llegó a Primera y lo dejaba todo por la “maglia giallorossa”. Se enojaron con el seleccionador italiano Enzo Bearzot cuando no lo llevó al Mundial de 1982, que Italia posteriormente ganaría. De hecho, Di Bartolomei no jugó ni un solo partido en la Nazionale, pero para su satisfacción un año después pudo salir campeón, pero de la Serie A con el club de su vida.
La final de la Copa de Europa marcó un quiebre en la vida del Capitano. Está bien que en frente tenía conjunto inglés de Ian Rush y Kenny Dalglish, que en la 1983/1984 también se consagró campeón de la Primera División y de la Copa de la Liga en su país. “Este es el partido de mi vida”, había advertido el romano en una conferencia de prensa previa al partido, en el que jugó de regista. Los ingleses se pusieron en ventaja rápidamente con un gol de Phil Neal, aunque Pruzzo empató para la Roma poco antes de terminar el primer tiempo. Tras el alargue, la definición por penales. Di Bartolomei fue el primer italiano en ejecutar: sin carrera, fuerte y al medio. 1-0 Roma. Liverpool ganaría su cuarta Copa -segunda en el Olímpico- 4 a 2 desde los doce pasos, siendo Bruno Conti y Francesco Graziani quienes erraron para Roma. En el vestuario, Di Bartolomei tuvo una fuerte discusión con Falcão, recriminándole que no se animó a patear un penal.
La del 30 de mayo de 1984 fue la única vez que la Loba alcanzó la final de la Copa Europea, y su siguiente mejor participación fue en la Champions League 2017/2018, con derrota en semifinales justamente ante los Reds. A mediados de 1984, Liedholm asumió la dirección técnica de Milan, donde había jugado 359 partidos entre 1949 y 1961. Los Rossoneri habían descendido dos veces en las cuatro temporadas previas, y el objetivo era estabilizar al equipo en la Serie A con el sueco como entrenador y refuerzos de jerarquía. ¿Uno de ellos? Agostino, quien dejó al club que tanto amaba porque el flamante entrenador, el también sueco Sven-Göran Eriksson, tenía la intención de renovar el plantel marginando, entre otros, a él. Antes de partir hacia Lombardía, el “Commando Ultra Curva Sud” lo despidió con una bandera que decía: “Te han echado del club, pero no de La Curva”.
El amor del público terminó en San Siro, en el primer enfrentamiento de la temporada. Di Bartolomei metió un gol y lo festejó efusivamente de cara a los hinchas Romanistas, lo cual dejó en claro el enojo que tenía con la institución que lo había dejado ir. Obviamente, esto les cayó muy mal a los de la capital, quienes en el partido de la segunda rueda -jugado en el Olímpico- lo abuchearon durante los noventa minutos. Por si fuera poco, le pegó una patada a Bruno Conti (al borde de lesionarlo) y se peleó con su excompañero Graziani, el que había fallado su penal ante Liverpool.
Sentirse rechazado por los hinchas que antes lo amaban lo afectó mentalmente. En Milan tuvo un paso aceptable, que duró tres años y sentó las bases de lo que llegaría más tarde, con Arrigo Sacchi y los holandeses. Pero Di Bartolomei nunca dejó de pensar en la final de la Copa. No la pasaba bien viviendo en Milán y sabía que a Roma no podía volver. En 1987, Sacchi reemplazó a Liedholm y le comunicó que necesitaba otro tipo de jugadores. Pasó al recién ascendido Cesena, donde jugó una sola temporada y cumplió el objetivo de mantenerse en Primera.
Di Bartolomei estaba casado con Marisa De Santis, oriunda de Salerno. A mediados de 1988, ella lo convenció de jugar en Salernitana, en ese entonces en Serie C. En su primera temporada no logró ascender, pero en 1990 su presencia fue clave para que los sureños regresaran a Serie B. Ago anotó el gol del ascenso en la última fecha y anunció su retiro. En Salerno se sintió muy querido, pero él aún convivía con la tristeza de no haber tenido otra oportunidad en Roma. La RAI lo convocó para comentar el Mundial, y en su primera aparición televisiva fue presentado como: “El mejor futbolista italiano que nunca jugó en la Selección.” Este fue su único trabajo en los medios.
Se mudó a San Marco di Castellabate, un pueblo de 1139 habitantes en la provincia de Salerno. Di Bartolomei se sentía olvidado, esperando una llamada para trabajar en algún club que nunca llegaría. Abrió una escuelita de fútbol para los niños de San Marco y, a su vez, invirtió en Bolsa. Sin embargo, ninguna de estas dos cosas le funcionó. Eran tan pocos los habitantes del pueblo que apenas tenía chicos con ganas de jugar al fútbol, por lo que su negocio fue a pérdida. En la Bolsa le fue de manera desastrosa y perdió gran parte de sus ahorros. Agostino seguía deprimido, sin sacarse de la mente un partido en el que estaba todo dado para que levantara la copa delante de cincuenta mil romanos, pero que terminó siendo el principio de su fin.
El 29 de mayo de 1994 organizó una jornada de pesca y posterior cena con amigos de la familia. A las 10:50 del día siguiente, mientras su esposa y sus hijos dormían, Ago caminó descalzo hasta el balcón de su casa, donde se pegó un tiro en el corazón. Su hijo Luca se despertó e intentó reanimarlo, pero Il Capitano -de 39 años- ya había fallecido. En su bolsillo encontraron tres fotos: una familiar, una de un santo y una de la Curva Sud del Stadio Olimpico; y una corta carta de suicidio que exclamaba: “No encuentro la salida. Me siento encerrado en un agujero.”
Otra vez el 30 de mayo, una década después de la final perdida, Roma se vio conmovida. Miles de tifosi giallorossi asistieron a su funeral y la bandera más recordada de su despedida decía: “Niente parole… Solo un posto in fondo al cuore. Ciao, Ago (Sin palabras… Solo un lugar en el fondo del corazón. Chau, Ago)”. Compañeros, directivos, entrenadores e incluso rivales fueron partícipes de los homenajes a Di Bartolomei. Cuando su padre se quitó la vida, Luca tenía once años. En una entrevista para la televisión española en 2018, manifestó: “Cuando tenés 39 años estás en tu plenitud y en tu madurez intelectual, pero ves que todas las puertas se te cierran. Quizás en una bonita y soleada mañana de mayo, te parás un momento a pensar y te acordás que diez años antes, cuando estabas a punto de cumplir un sueño, todo se rompió en pedazos. Más tarde descubrí la crueldad de esa fecha y la malicia de la coincidencia”.
En el fútbol, un romanista es un fiel seguidor de su club, por el que cuenta con un sentido de pertenencia que no se encuentra en muchos lados. Si tiene la suerte de ser un futbolista profesional, es alguien nacido en la capital que nunca jugaría en otro club de Italia, a excepción de alguna cesión como juvenil o, en el caso del recordado en la nota, por ser echado de la institución. Todos son líderes y están preparados para capitanear a los giallorossi. Algunos ejemplos, que lógicamente coinciden con los jugadores con más presencias en el club, son Francesco Totti, Daniele De Rossi, Giacomo Losi, Giuseppe Giannini y Bruno Conti. Ahora acérquense en el tiempo hacía aquí y verán que con la partida a préstamo de Alessandro Florenzi a Valencia en enero, no quedó ninguno en el plantel actual. Como no podía ser de otra manera, el campo de entrenamiento de Trigoria lleva el nombre de Agostino Di Bartolomei. Se olvidaron de él y necesitaron de un trágico final para recordarlo, pero él nunca dejó de ser uno de ellos.
- AUTOR
- Guido Antonelli
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