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Emoción y realidad: El debut absoluto de Panamá
Román Torres llora, la cámara se queda con él. No es sólo un jugador, todo Panamá siente la emoción en el momento en que suena el himno. Suena por primera vez, en una Copa del Mundo.
El Bolillo Hernán Gómez salió con una línea de cuatro defensores, Gabriel Gómez, Aníbal Godoy y Armando Cooper como encargados de la recuperación y la iniciación del juego, para que luego (siempre que se pudiera) el experimentado Blas Pérez incomodara a Thibaut Courtois.
El pitido inicial fue un grito interno en el corazón de los 11 que estaban dentro del campo de juego, que se sentía en los tres mil panameños que estaban en el Fisht Stadium acompañando la primera vez.
Esos corazones encendidos, vibrantes de emoción se paralizaron un momento cuando Torres quiso jugar para atrás con Jaime Penedo y Eden Hazard se anticipó al pase para definir por el costado. Minutos después, el defensor revertía la situación y le ahogaba el grito de gol a Romelu Lukaku, quien estaba solo, sin oposición para definir. El ‘1’ se volvía a disfrazar de héroe cuando un remate desde fuera del área volvía a inquietar a los panameños. Y así, una y otra vez.
El cerrojo defensivo empezaba a funcionar. Los canaleros empezaban a desesperar a una selección belga superior en los papeles, que chocaba contra una muralla en la que Torres y Fidel Escobar eran patrones. No era fácil controlar a Lukaku y compañía. Ellos lo estaban haciendo de una manera impecable y ponían cada vez más nerviosos a los delanteros rivales. El plan estaba saliendo.
El entretiempo, el descanso. Las miles de sensaciones dentro del vestuario. Pasados los primeros 45 minutos, la delantera rival no pudo vulnerar a la defensa panameña. Los mediocampistas, al pie del cañón, atentos en recuperación, los relevos, las marcas. La arenga, la segunda mitad. Y el fin de la resistencia.
Una genialidad. Esas definiciones que los jugadores de primera línea consiguen a veces incluso haciéndole preguntar a todos (incluso a quien escribe) «¿de dónde salió ese golazo?». Un rechazo de Torres algo defectuoso, un rebote y un zapatazo espectacular, que por encima de Penedo se colaba al ángulo y dejaba ver un dejo de frustración en un equipo que venía cumpliendo sus objetivos.
Complicado en la parte ofensiva, un intento de Murillo con chances de colocar la igualdad en el encuentro y una aproximación de Luis Tejada fue lo más cerca que estuvo la marea roja de sacudir el terreno del portero Courtois. Al que se acercaba con más corazón y coraje que con ideas. Panamá sentía que podía, nunca bajó los brazos, pero un nuevo golpe lo hizo caer de lleno en la realidad… En seis minutos, 68 y 74 respectivamente, Lukaku sentenció el 3-0 de un encuentro en el que Panamá se quedó con las manos vacías.
El equipo de Gómez tuvo una actuación que se divide tras una primera mitad en la que fue una fortaleza defensiva. Centrales firmes, un mediocampo atento, firme y solidario con sus compañeros, delanteros que también retrocedían en pos de ayudar al equipo. Una segunda mitad que se ve desmoronada por una genialidad rival y un plan de juego ofensivo que cosechó más valor y fuego propio que inteligencia y desarrollo.
Los hombres del Bolillo hicieron felices a su país al debutar en una Copa del Mundo, lloraron de emoción, de alegría, e incluso pusieron en aprietos durante 45 minutos a una selección que dejó de ser revelación para ser realidad. El domingo, Inglaterra será la segunda cita. De mitad de cancha para atrás, los deberes están hechos.
Este año, la alegría de jugar un Mundial está garantizada, tanto para hinchas como para jugadores, pero en un certamen que ya dio varias sorpresas, los canaleros pueden anotarse una página más en su breve pero importante historia.
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- AUTOR
- Sebastián Mancuso
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