Fóbal
En busca de un fútbol para pocos
Soplan vientos de cambio en el siempre modificable fútbol argentino. Conflictos, vaivenes, enfrentamientos, posturas ideológicas que esconden intereses particulares. La onda expansiva del fallecimiento del ex mandamás de la Asociación del Fútbol Argentino, el polémico y hábil Julio Humberto Grondona, parece cobrar más fuerza con el paso del tiempo, evidenciando la pobre estructura dirigencial que respaldaba con votos al único capaz de decidir. En contrapartida, dirigentes con menos batallas y un pensamiento más cercano al negocio que al juego, quieren destrozar la vetusta telaraña de relaciones de la extendida Era Grondona, para instalar preceptos más modernos con la caja fuerte como objeto fetiche.
Las posiciones encontradas parecen tener un punto de contacto fundamental: quedarse con el manejo de la torta y no recibir porciones. Con la AFA en ruinas y los clubes en consonancia, el entrante Gobierno Nacional, comandado por Mauricio Macri, catapultado al poder político a través del escudo de Boca Juniors, adepto al fútbol privatizado, a las Sociedades Anónimas que alguna vez propuso y a un fútbol empresa que dé por tierra con años de tradición, reclama un nuevo ordenamiento de una actividad que maneja millones de dólares y de voluntades.
La iniciativa incluye la necesidad de recaudar gran parte del dinero que el fútbol argentino le adeuda al fisco y de dejar de subvencionar la televisación desde el Estado. Pero esconde muchos negocios publicitarios, la posibilidad de nuevos contratos televisivos –y todo el dinero oficial y extraoficial que esto mueve- y el manejo de la actividad por parte de gente allegada que responda con un sí a las directivas gubernamentales.
Y si de necesidades gubernamentales hablamos, en un pueblo castigado por las primeras medidas económicas de la gestión, tener a las muchedumbres distraídas y contentas durante la mitad de cada semana puede ser un tema de Estado en este momento del volantazo hacia otra dirección. Por ello no es de extrañar que Boca Juniors y River Plate comanden a viva voz el movimiento renovador. Y aquí es donde aparece un personaje complicado. Un hombre que hizo este trabajo eficientemente en la Liga más reconocida del mundo. Un hueso duro de roer para el evasor que se ha asociado a gente con más prontuario que currículum. El nuevo mesías de un futbol que se avizora para pocos. Su nombre: Javier Tebas Medrano.
Este abogado nacido en San José de Costa Rica pero de nacionalidad española, ha participado en la privatización de varios clubes españoles y ha conducido unos cuantos procesos de dudoso desarrollo que terminaron con instituciones en serios problemas. Tebas fue quien recibió al extinguido y refundado Badajoz, tras el poco exitoso proyecto de Marcelo Tinelli –casualmente parte del grupo renovador- y también asesoró legalmente a unos cuantos clubes del país ibérico. En 2013, consiguió su objetivo y alcanzó la presidencia de la Liga de Fútbol Profesional, comenzando una mediática y persistente persecución a aquellos que osaran adeudar dinero al fisco y publicitando su mano dura –que parece funcionar selectivamente- contra los arreglos de partido.
El mensaje salvador de Tebas hizo ruido puertas adentro de nuestro fútbol. Un “mínimo de 400 millones de dólares” como objetivo de comercialización de los contenidos para un país reconocido en el concierto internacional, actualizables según “la transparencia y la organización” que se pueda obtener en un fútbol que hoy parece desconocer el significado de esos términos. Con el dinero como aliciente, el cambio se notifica fundamental, pero esto implica largo plazo, coherencia y aceptación. En este último punto existe una peligrosa letra chica que el público no debe dejar de advertir y que tenemos la obligación de profundizar.
Del Fútbol Para Todos al Fútbol para pocos
Demagogia, medio de publicidad conveniente o ambas cosas, el formato Fútbol Para Todos llevó al televisor de una parte muy grande de los argentinos los principales acontecimientos futbolísticos de interés nacional. El futuro mediato verá comprometida la llegada gratuita de estos eventos a todos los rincones de la Argentina y el público asistirá a otra batalla perdida contra el nuevo sistema. Pero no será la primera.
Si hablamos estrictamente de los torneos organizados por AFA, debemos decir que fueron años de más paridad y emoción que buen nivel futbolístico. Con escasez de protagonistas de renombre en condiciones óptimas, el juego sufrió una merma importante de calidad respecto a otras décadas pero hubo diversidad en los aspirantes al título edición tras edición.
En un país donde las urgencias son moneda corriente y donde el resultado está, muchas veces, por encima de las formas, todo simpatizante siente el derecho a esperanzarse cada vez que se inicia un certamen. Aquí no hay conformismo previo. Ninguno renuncia a la posibilidad de la victoria aunque visite el más hostil de los escenarios. A nadie le sirve una buena campaña si no se obtiene un resultado final importante. Es difícil catalogar como buena campaña un meritorio undécimo puesto como el que consiguió la Unión Deportiva Las Palmas en la Liga española. Idiosincrasias distintas. Ansiedades diferentes provenientes de las frustraciones diarias.
Pero Tebas va directo al corazón de esta teoría. La paridad no le sirve para vender la imagen del torneo. A Tebas le sirven las estrellas. Le sirven los poderosos que pueden acuñarlas. Le sirve que el débil acepte las dádivas financieras de una Liga vendida por y para los poderosos, resignando casi toda posibilidad de un éxito deportivo. Los directivos sueñan con los millones prometidos, pero al simpatizante argentino, acostumbrado al hambre de victoria, las enormes diferencias existentes en el fútbol español le resultarán insoportables en carne propia.
Los números son claros. En España Barcelona y Real Madrid han acaparado 59 Ligas (67,04%) y solo 29 ediciones (32,95%) se repartieron entre otros 7 clubes a lo largo de la historia. En Argentina, con una enorme diferencia en la cantidad de ediciones, de los 130 títulos puestos en juego, River y Boca se hicieron con 60 (46,15%), mientras que otros 15 equipos se distribuyeron 70 campeonatos (53,84%).
Para no caer en la extensión histórica recurriremos a datos más actuales. Desde la temporada 1985/86 hasta la presente, los dos gigantes españoles se repartieron 26 de los 31 títulos ligueros en disputa, cediendo solo 5 a otros 3 equipos. Atlético de Madrid y Valencia se coronaron campeones en 2 ocasiones y Deportivo La Coruña consiguió el restante en sus años de Super Depor. Ese equipo, dirigido por Javier Irureta, fue el último nuevo campeón del fútbol español en el año 2000. En la Argentina, la realidad se modifica sustancialmente. Sobre 54 galardones en juego, Boca y River acumularon 24 y 11 clubes -entre ellos 3 nuevos campeones- se repartieron las otras 30 conquistas. La estadística presenta entonces una inquietud: ¿Podrá el hincha argentino acostumbrarse a resignar tanta cantidad de títulos en favor de los más poderosos?
Tebas tiene razón. Las estrellas atraen dinero. Convocan público. Potencian las posibilidades de grandes contratos televisivos y de imagen. Pero las realidades locales son muy diferentes a las de su país. La esperanza del simpatizante del club humilde merece ser mantenida. Les costó mucho trabajo a aquel Estudiantes de Osvaldo Zubeldía, a los grandes del fútbol rosarino, a Vélez Sarsfield, al histórico Ferro Carril Oeste de Carlos Griguol, al extraordinario Argentinos Juniors de los 80 y a los demás campeones del esfuerzo a pulmón, aumentar el margen de ilusión de sus seguidores. Y los estados de ánimo de un público que sufre el castigo diario de la adversa realidad nacional, merecen la posibilidad de una revancha desde el verde césped.
El cambio es necesario sin lugar a dudas. Cambio de ideas, de métodos, de actitudes y de objetivos. Pero el cambio debe adaptarse a la realidad de un país que vive el fútbol como ninguno. Que este fútbol que es de todos no se convierta en fútbol para unos pocos.
- AUTOR
- Nicolás Di Pasqua
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